28 de octubre de 2010

JAQUE MATE


Foto: Marijo Grass


Por la mañana, de regreso a Brooklyn, me he detenido como otras veces a contemplar el Hudson; necesitaba ordenar en mi cabeza los últimos acontecimientos; esta vez sin los efectos secundarios del alcohol, que a menudo se encargan de embarullar la verdadera naturaleza de mis deseos; como este cielo enrojecido que amenaza tormenta, pero yo espero que pronostique una tregua.

¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué me siento tan bien y tan mal al mismo tiempo? ¿Se trata de una argucia femenina minuciosamente premeditada?

He pasado una noche estupenda, como hacía tiempo no recordaba; pero no esperaba un desenlace tan ambiguo. Debería quedarme con el placer, el cariño y la risa que han caracterizado la improvisada cita nocturna pero, no sé por qué me invade un absurdo desasosiego.

En el ajedrez, la posición de jaque mate significa que el rey está atrapado; no tiene escapatoria. En los mates comunes con damas, alfiles o torres, el rey no muere, sólo queda inhabilitado. Me pregunto si era esa la intención, suponiendo que fuera el rey: dejarme inhabilitado para enamorarme otra vez. Yo nunca he sido bueno en el juego, pero Patricia y Marga sí, y ahora se me ocurre pensar en esto.

Me he despedido de ambas sin averiguarlo; sin saber si cerraba los capítulos que han protagonizado las mujeres más importantes de mi vida, o dejaba una puerta abierta para que el futuro se encargue de ponerlas a las dos en el lugar que merecen.




Foto: Marijo Grass



Al salir del metro en el Midtown y cruzar Park Avenue hasta llegar al Waldorf, he empezado a sentirme como un personaje engullido por una ilustración de la ciudad, recordando el story board de mi vida con Pati; sintiéndome ligero y mucho más joven, como si estuviera a punto de recuperar algo valioso; como un niño a punto de abrir el cofre del tesoro, perdido durante años en el desván.







Atravesar el lobby del Waldorf Astoria es como entrar en el decorado de una vieja screw ball comedy: aquellas películas de trasfondo social muy crítico con las clases adineradas, protagonizadas por personajes excéntricos y caracterizadas por diálogos hilarantes en una frecuente batalla de sexos; dirigidas por Billy Wilder, Frank Capra, George Cukor, Howard Hawks o Mitchell Leisen, entre otros. Esa clase de cine escapista de los años 30 y 40, con decorados Art Deco, perfecto para épocas de crisis por su alta dosis de optimismo y romance, que tuve el placer de descubrir, gracias a Pati, en nuestra época universitaria.






El Waldorf Astoria, situado en el 301 de Park Avenue con la 49, es una joya del Art Deco. El edificio ocupa una manzana entera y ha tenido ocasión de alojar a todos los reyes, mandatarios y celebridades del planeta, además de servir de decorado a innumerables films desde principios del siglo pasado hasta nuestros días. El acceso desde Park Avenue conduce a la Cocktail terrace, en la que puedes tomar una copa en un ambiente distinguido con acompañamiento musical, gracias al viejo piano de cola de Cole Porter, que lo tocaba a menudo mientras residió en el Waldorf Astoria Towers hace una eternidad. El lobby es inmenso, con un reloj en el centro que se alza como una torre vigilante coronada por una mini estatua de la Libertad dorada, en cuya base se han tallado los bustos de algunos presidentes norteamericanos ilustres. La entrada por Lexington es la más rápida para acceder a los restaurantes del hotel, como el archifamoso Oscar´s.

Creo que voy a subir directamente a la habitación de Pati.




Foto: Marijo Grass



—¡Hi, my SuperMaaarc!— exclama como recibimiento. Así me llamaba, bajo la ventana de mi casa, cuando venía a buscarme de incógnito en nuestra época adolescente. La verdad es que podía dirigirse a la puerta y pulsar el timbre, como todas las personas en su sano juicio, pero ella prefería tirar piedras a mi ventana y gritar como Katherine Hepburn buscando en plena noche a Mister Peabody acompañada de Gary Grant. Creo que cuando recuperamos nuestra relación en la Universidad y se convirtió en la esbelta Wonder Woman, en realidad quería parecerse a la Hepburn interpretando a Miss Susan Vance.









— ¡Guauuu! Vaya lujo— exclamo al observar la habitación, al tiempo que ella me arrastra agarrándome por el borde de la chaqueta mientras se desplaza dando saltitos hacia el interior.
— Tiene su punto, o más bien un montón de historia…— replica, mientras descorre unas pesadas cortinas que descubren la fabulosa vista del edificio Chrysler—. ¡Tachannn!
— Demasiado suntuosa para mi gusto— respondo curioseando en el baño, después de contemplar el paisaje urbano nocturno.
— Bueno, reservar en este hotel ha sido un capricho de Marga. A los músicos les parecía provocador alojarse en un sitio que exige etiqueta, con las pintas de freaks que llevan. Ya sabes, les encanta llamar la atención, aunque eso aquí es bastante difícil, jajaja.
— ¿Por qué no has ido a Cielo?
— ¡Uff! Estaba harta de aguantar los egos de todos, incluido el equipo. Trabajar con artistas que han colocado algún hit fuera de España y se creen estrellas es insoportable. Y los realizadores de videoclips que vienen a rodar a Nueva York igual. Además, conozco bien la ciudad; estaba cansada para irme de juerga o hacer vida social. ¿Qué tal el ambiente?
— ¡Joder! Ya sabes que no me van esos sitios. No me he quedado ni 5 minutos.
— Y… ¿Tu mexicana? — pregunta al tiempo que frunce el entrecejo como un dibujo animado.
— Se la ha tragado la tierra— respondo compungido, haciendo el mismo teatro que ella.
— Pues, ¡yo la he visto cenando en Nobu!— exclama, alzando un vaso del Starbucks que descansa sobre una cómoda, como para apuntarse un tanto.
— Supongo que no le has hablado de mí— continúo con la comedia, gesticulando con los brazos.
— Siempre digo la verdad, incluso cuando miento—. Ahora la pillo porque reconozco la frase; es de Scarface, y se la devuelvo.
— ¿Quién eres?— la interrogo, emulando a Batman como hacía de niño.





Foto: Marijo Grass



— ¡Tu peor pesadilla!— responde, ampliando su sonrisa con las manos.


En ese momento nos hemos puesto a reír a carcajadas hasta caer tumbados en la cama. Y, por primera vez en las últimas semanas, me he sentido como en casa. Esa es una de las cosas que siempre eché de menos cuando Pati desapareció de mi vida: me daba seguridad. Estando con ella, aunque fuera compartiendo un destartalado apartamento de 30 metros cuadrados, me sentía cómodo, en casa; algo que nunca conseguí con Marga, que me fascinó nada más verla porque me inspiró un personaje, la convertí en musa y me obsesioné con dibujar todos esos álbumes; pero siempre fui una especie de invitado especial en su vida: alguien que está de paso.

Por un instante me he quedado ensimismado con mis recuerdos; afortunadamente Patricia me ha sacado de ellos.


— ¿Te apetece que bajemos a tomar una copa?
— Creo que no. El alcohol me sienta fatal desde hace un tiempo. No quiero quedarme grogui al tercer trago. Prefiero disfrutar de tu compañía— respondo, al tiempo que me incorporo hasta quedarme sentado para admirar su anatomía, enfundada en un conjunto de algodón blanco muy confortable, que le sienta de maravilla.
— ¿Qué tal si pedimos que nos suban un Té y unos muffins de chocolate, regados con más chocolate, y un bol de fruta fresca?— propone, sentándose en el borde de la cama y cogiendo el teléfono que hay sobre la mesilla. Creo que la he fulminado con la mirada porque observo una pizca de nerviosismo en la forma en que recoloca su camiseta de tirantes.
— Me parece mejor opción— afirmo animado. Y empiezo a notar una cierta tirantez en mis pantalones y un agradable cosquilleo en el cuello.





Foto: Marijo Grass



Después de regalarnos un auténtico festín de chocolate, degustando el picnic sobre la cama, nuestra euforia ha aumentado considerablemente. Me ha estado enseñando algunos fragmentos de su trabajo en Mozambique, y más tarde nos ha dado por curiosear el catálogo de películas disponibles por cable, entre las que se encontraban algunas que se han rodado aquí, como: “Ricas y Famosas”, una de Wayne Wang con Jennifer López haciendo de criada, o ”Week-end at the Waldorf”, dirigida por Robert Z. Leonard, que es un remake de “Gran Hotel”, bastante más cómica que la original, y que hemos decidido ver; esta vez más cómodos y con nuestras piernas entrelazadas, como hacíamos siempre.







Durante la proyección no hemos dejado de reírnos y gastar bromas; poniéndonos de pie para bailar cada vez que aparecía Xavier Cugat y su orquesta, haciendo como si tocáramos las congas, para dejarnos caer sobre el colchón de golpe, igual que si saltáramos sobre una cama elástica .


Week-end at the Waldorf (Original Trailer)


En el momento en que han empezado a salir los títulos de crédito, hemos girado las cabezas al unísono y nuestros labios se han encontrado por accidente; han saltado chispas de alto voltaje al recibir el equivalente a una fuerte descarga eléctrica en una noche de tormenta, trasformándonos en animales de la selva en celo, que sucumben al apareamiento atraídos por el olor que desprenden nuestros cuerpos excitados. Entonces ya no estábamos en el Waldorf, sino en aquél minúsculo apartamento de "El Cabañal", a escasos metros del Mar Mediterráneo. Pati acababa de llegar portando consigo el exceso de humedad característico del invierno valenciano, y yo saltaba de mi mesa de dibujo al verla, para meterme con ella bajo el edredón y aumentar su temperatura corporal unos cuantos grados. Ella se introducía entre mis brazos como un fruto perfectamente encajado en su cáscara, y, cuando entraba en calor, se volteaba, lentamente, hasta enfrentar nuestros ojos; entonces yo empezaba a explorar el mapa de su cuerpo como un experto guía de rutas exóticas para amantes de la aventura, hasta descubrir el tesoro en tierra mojada, convirtiendo en una isla nuestros reinos jadeantes hasta altas horas de la madrugada.


Nos hemos quedado dormidos cuando el día empezaba a asomar por la ventana. El teléfono nos ha despertado pero Pati ha ignorado su sonido hasta la tercera llamada. A pesar de no haber descansado me he levantado con las pilas cargadas; con la sensación de haber recuperado mis superpoderes para seguir luchando por mis sueños en la Gran Manzana.

Antes de salir de la habitación me ha regalado un último abrazo de gorila, acompañado de un beso muy cálido, al tiempo que susurraba en mi oido:


— Continúas igual de alto…— y yo la he abrazado más fuerte.
— Tú más intrépida— contesto, apartando el pelo de su cara.
— Ahora Wonder Woman debe volar a otras latitudes, a enseñar al mundo la verdad sobre lo que padecen las mujeres en África— continúa, recuperando el tono de pantomima que tanto nos divierte.
¡Un gran poder conlleva una gran responsabilidad!— exclamo, y nos hemos empezado a descojonar de nuevo con la frase lapidaria de Spiderman.





Foto: Marijo Grass



Cuando hemos entrado en uno de los fabulosos comedores donde sirven el buffet del desayuno, tras hacer acopio de frutas, cereales y exquisiteces varias, nos hemos acomodado en una mesa para disfrutar del festín. Minutos más tarde ha entrado Marga con un café en la mano. No parecía sorprendida al verme allí con Pati. Se ha limitado a soltar un escueto “Buenos Días”, con una extraña sonrisa en la boca, y se ha dejado caer como un saco en la silla que había a mi lado. De repente, me he sentido culpable, acorralado, porque yo era el único que intentaba ocultar cierta incomodidad, sentado entre las dos mujeres que han marcado mi pasado. Patricia se ha puesto su máscara de productora eficiente respondiendo a las urgencias del trabajo, a la vez que mordisqueaba un trozo de mango. Al momento han aparecido los músicos, haciendo gala de una buena resaca y bebiendo un extraño brebaje. Yo no dejaba de observar simultáneamente a Marga y Pati; sólo he obtenido de la primera una frase.


— ¡Deberías haberte quedado en la fiesta!— exclama, esbozando una amplia sonrisa que delata un rostro cansado.


Entonces he vuelto a la realidad decidiendo que era el momento de decir adiós y marcharme. Los músicos empezaban a hacer comentarios jocosos sobre su aventura nocturna y Patricia parecía estar absorta en sus llamadas. Aún así, he notado que tiraba de mi chaqueta al levantarme, como si quisiera recordarme que no debía olvidarla. He sentido las miradas de ambas, clavadas en mi espalda, al abandonar la estancia.


Una vez en la calle, he empezado a sufrir una paranoia, pensando si toda esta aventura era consecuencia de una sutil batalla de gatas.




Foto: Marijo Grass



Al llegar a Brooklyn, he encontrado a Mauro leyendo el periódico en una terraza que hay al lado de casa. Después de relatarle mi odisea nocturna y la extraña desazón con la que he compartido el camino de regreso, afirma:


— Divertirse está bárbaro, y si es con una mina linda que te conoce bien, compañera de cursado en la Facultad, todavía más. No sé por qué tenés esa cara de boludo. ¿De qué te quejás? La amistad es así, gira alrededor del bienestar. Tomate tu tiempo para digerirlo; esa mina te quiere, y eso no va a cambiar. A la otra desubicada no le daría más bola.


Unas horas más tarde, al llegar a la Escuela de Arte de Harlem, en la que imparto unas clases de dibujo, he estado observando en la calle cómo se relacionaba un grupo de niñas con sus compañeros de juego. Me he sorprendido esbozando una enorme sonrisa al recordar a Pati y a mí cuando éramos pequeños. En ese momento he comprendido las palabras de Mauro sobre el bienestar que proporciona la verdadera amistad. Entonces, he sacado el móvil del bolsillo, les he hecho una foto, y la he enviado a mi querida Wonder Woman, vaticinando un enorme éxito en su próxima aventura africana.




Foto: Marijo Grass


CONTINUARÁ

21 de octubre de 2010

V de VILLANA...y de VENGANZA


Foto: Marijo Grass


Esta mañana, cuando atravesaba el Queensboro Bridge— más conocido como el Puente de la calle 59—, para llegar a Long Island City, no dejaba de ver, bajo la enorme mole de hierro, imágenes que formaban en mi retina la letra V. Lo que no imaginaba es que esa “V” acabaría teniendo dos acepciones tras mi visita a los Silvercup Studios 24 horas después, porque la V de Villana escondía otra más sutil: Venganza.


En cuanto he descubierto a Gaby en aquél lugar, clavándome una mirada felina y desprovista de afecto, en el momento en que Marga me tenía inmovilizado y no cesaba de besuquearme el cuello, me he sentido al borde del infarto; solo faltaba Patricia para completar la traca final. ¡Joder, estoy en Queens! Ya sé que Peter Parker vivía aquí al lado con sus tíos pero, ¡esto es como un jodido pueblo! ¿Por qué tengo que encontrarlas a todas en un ring? Bueno, en un set de rodaje, pero para el caso es lo mismo. ¿Se habrán aliado? o ¿se va a producir una batalla de gatas y yo soy el solomillo que van a devorar, después de carbonizarlo en la parrilla, salpimentado de resentimiento? Tengo que recuperar a Gaby y sacarla de aquí, como Peter Parker a Mary Jane; evitar que el pasado me joda el futuro: Patricia Wonder Woman contra Marga Jane Grey.









Vicente siempre dice que no hay nada más peligroso que un tigre de bengala y una mujer despechada pero, ¡si aquí el despechado soy yo!, si exceptuamos a Pati, pero eso queda ya muy lejos. La verdad es que NO entiendo nada.


Marga ha tenido que soltarme porque la reclamaban para apagar unos cuantos incendios, que es el curro habitual de un director de producción cuando se presenta en el rodaje. Antes de salir disparada me ha vuelto a besar, y con una expresión maquiavélica— aunque ella pretendiera resultar seductora—, me ha invitado a quedarme: en media hora hacen un descanso y los músicos quieren acercarse a Sunnyside a comer. Mientras, he aprovechado para asomar la cabeza en el plató con la esperanza de ver a Gaby, secuestrarla unos minutos y aclarar lo nuestro. No entiendo por qué desapareció sin más, después de aquella noche de alcohol y sexo, pero tengo el presentimiento que el Ken buzo que vive con ella tuvo algo que ver.

Al atravesar el decorado he visto a Patricia, a quien los años le sientan de maravilla; me he quedado inmóvil observándola, mientras ella se acercaba despacio, tan segura como la guerrera con la que aprendí a dar y recibir placer en mi adolescencia. Me ha echado el pelo hacia atrás, como hacía entonces, y sonriéndome con cariño me ha regalado un cálido abrazo.


— Marco, mi amor, ¡qué pequeño es el mundo!
— Joder, Pati. Ahora sí que pareces Wonder Woman. ¡Estás espectacular!
— Tú, en cambio, tienes un aspecto lamentable, aunque continúas igual de alto. ¿Tan mal te trata Nueva York?
— ¿Sabías que estaba aquí?
— Por supuesto. Tu madre y la mía se siguen viendo, y se ponen al día con los logros de “sus niños”, jajaja.
— ¡Ostia! No tenía ni idea. Te perdí la pista cuando te fuiste a Mozambique a rodar aquél documental. Luego me fui a vivir con Marga y…en fin. Ya sabes. ¿Cómo fue aquello, por cierto?
— Muy bien. Una experiencia increíble, ¡en todos los sentidos! Me cambió la vida…
— Me alegro mucho, de verdad.
— Tengo previsto producir una segunda parte. Si estoy haciendo anuncios y videos musicales es por dinero; necesito tiempo para presentarme a un pitching en Londres. ¡Ya veremos! Conseguir financiación y distribución para un proyecto como ese no es fácil…
— ¡Seguro que lo conseguirás!
— ¡Eso espero!
— Por cierto, no puedo creer que estés trabajando con Marga. Está claro que la vida nos sorprende a todos.
— ¡La contraté yo!
— ¿En serio? ¿También has contratado a Gaby?
— ¿Gaby?
— La chica mexicana que hablaba contigo hace un momento.
— No sabía que fuera mexicana. Es la ayudante del diseñador de producción del equipo americano. He traído solo a los músicos, al realizador y a Marga, además del responsable de comunicación de la discográfica. ¿La conoces?
— Mnnn, sí; pero he perdido su teléfono y ahora no la veo por aquí. ¿Te importaría dármelo?
— Oh, my good! Esto es mucho mejor de lo que esperaba, jajaja
— ¿Me estoy perdiendo algo?
— No, la que se lo estaba perdiendo era yo, jajaja. Tendrías que ver tu cara ahora mismo.
— ¿Qué le pasa a mi cara?


Entonces saca su blackberry y un rotulador, y sujetando mi brazo desde la muñeca con firmeza, escribe el teléfono como hacía de niña: con unos números enormes que llaman demasiado la atención.


— Ven a cenar al Nobu esta noche, o a tomar una copa en Cielo más tarde; así podremos charlar un rato— concluye al tiempo que sonríe y me guiña un ojo.


Entonces ha regresado a su papel de productora eficaz contestando llamadas y atendiendo a la gente. Yo he intentado localizar a Gaby pero ha desaparecido y tiene el teléfono desconectado; tendré que esperar que el destino la ponga frente a mí de nuevo. ¡Esto es el mundo del revés! Ya va siendo hora de que empiece a enderezarlo.





Foto: Marijo Grass


Patricia y yo crecimos juntos; nos hicimos muy amigos a pesar de que me llevaba un par de años. A Vicente no le gustaba porque era demasiado lista y persuasiva, y supongo que le robaba cierto protagonismo; le sobraban unos kilos y no era de las chicas populares por las que todos se peleaban en el patio, pero yo me divertía con ella porque podíamos ver tres películas seguidas o inventar historias fantásticas para pasar el rato. Aceptaba mis rarezas, y no le importaba que fuera más joven y mucho más alto, o que en el cole me llamaran el Friki de los tebeos. A mí también me daba igual que la tildaran de gorda empollona, porque su sentido del humor y sus ocurrencias eran formidables.

Pati leía muchas novelas de aventuras; era capaz de memorizar fragmentos de Tom Sawyer o Huckleberry Finn e interpretar todos los papeles para mí. Yo admiraba su elocuencia y aprendía un montón de cosas con ella.




Ilustración: Meritxell Ribas


Nuestras madres se turnaban para llevarnos al colegio y la piscina del barrio; con frecuencia pasábamos días y noches juntos porque así ahorraban en canguros, hasta que crecimos mientras ellas seguían pensando que nos tratábamos como hermanos. Los primeros toqueteos se produjeron en casa, en el momento en que las hormonas empezaron a revolucionar nuestros cuerpos y se mostraron dispuestas a descubrir la pasión y el deseo, cuando se suponía que hacíamos los deberes o estábamos dibujando.




Foto: Marijo Grass


Sus padres se mudaron a la ciudad cuando empezó el instituto. Tardé un par de años en coincidir con ella en la Universidad, aunque nos veíamos en las fiestas familiares o cuando la vida nos regalaba algún que otro desengaño con la intención de consolarnos, pero durante un tiempo no nos hicimos mucho caso. Para entonces su aspecto había cambiado por completo: su figura era esbelta y atlética; su pelo, más oscuro, resaltaba sobre su piel blanca y unos preciosos ojos azules como los de una gata, que antes escondía bajo unas gafas de pasta. En cuanto empecé a cruzármela en la facultad, la bauticé como Wonder Woman, porque era igual que la amazona más bella de mis tebeos; tan sabia como Atenea, más veloz que Hermés y con la fortaleza de Hércules. En fin, no tardamos ni un trimestre en enrollarnos, pero esta vez de verdad; y durante un par de años fuimos pareja y colegas del alma. Después se marchó a París a ampliar su formación en el ámbito audiovisual. No es que cortáramos la relación pero la dejamos abierta para que cada uno siguiera su vida y tuviera sus experiencias.




Foto: Marijo Grass


En el tiempo en que no estuvimos juntos empecé a tomarme en serio el dibujo y a coleccionar relaciones pasajeras. Las mujeres me molestaban, siempre tan posesivas y celosas de mi tiempo, que yo prefería dedicar a mis tebeos o a las juergas con Vicente, pero siempre añoré a Patricia; con ella todo resultaba excitante y placentero. A su regreso recuperamos nuestra historia como si no hubiera pasado nada; todo volvía a ser perfecto pero, durante una de sus ausencias por trabajo, en una fiesta de locura y desenfreno, conocí a Marga, y me lié con ella; entonces Pati , al verme encoñado con otra a su regreso, decidió desaparecer del mapa y se largó a Mozambique a hacer una serie documental sobre mujeres.




Foto: Marijo Grass


A Patricia, igual que a Wonder Woman, no le gustaba la guerra, y en aquél momento tampoco quiso utilizar su lazo mágico ni la superfuerza para recuperar lo nuestro e intentar que volviera con ella.








“La bruja y la guerrera” es una aventura épica dibujada por Phil Jiménez, en la que la bruja Circe lanza un hechizo sobre la ciudad de Nueva York para que todos los hombres se conviertan en cachorritos indefensos, armando un ejército de supervillanas para cazarlos. Wonder Woman se alía con Oráculo y ambas convocan a las heroínas de DC ( la competencia de Marvel) con las que se enfrentan a las villanas de Circe en la batalla de féminas más feroz que ha parido el mundo del cómic. Cuando las he visto a las dos juntas, hace un rato, he imaginado que Marga y Patricia podrían hacer de Circe y Wonder Woman respectivamente, pero lo que yo deseo ahora mismo es que Gaby encienda de una puñetera vez el teléfono.







Siempre me he preguntado por qué algunas chicas, cuando sufren un desengaño, la toman con las amantes, no con el tipo que jodió la relación; y en el caso de que ellas hagan de verdugo, nunca renuncian a sus EX porque tienen derechos adquiridos, por si se les ocurre hacer con ellos un remake.


Nunca me gustó demasiado observar a Marga trabajando. Ya sé que es muy buena y todo eso pero, no entiendo por qué tiene que seducir a todo aquél que se cruza en su camino. Ahora van a hacer un descanso para comer y los músicos quieren acercarse a Sunnyside, a visitar unos garitos en los que actuaban los Ramones en los 70, quienes, junto a grandes figuras clásicas del Jazz, como Louis Amstrong y Ella Fitzgerald, o raperos de la talla de Percy Chapman o 50 Cent, también fueron ciudadanos ilustres de Queens.


Sunnyside es un barrio situado entre Long Island City, Astoria, Woodside y Maspeth; uno de esos lugares donde existe la globalización mucho antes de que se acuñara el término y empezáramos a usarlo en Europa. Entre sus residentes se encuentran latinoamericanos, judíos, japoneses, coreanos, chinos, tibetanos, albaneses, turcos, rumanos, bengalís, hindúes y no sé qué más. Originalmente fue una colonia de granjeros, que quedó incorporada a Long Island City cuando se terminó de construir el Queensboro Bridge. No había venido por aquí antes pero me suenan algunos exteriores gracias a las escenas que se han rodado para Spiderman.




Foto: Marijo Grass



No sé que estoy haciendo aquí. Marga se ha empeñado en que les acompañara porque le parece una ocasión estupenda para conectar con los músicos; dice que me podría conseguir algún trabajo gráfico para ellos, pero mi cabeza continúa en los Silvercup dando vueltas por los platós en busca de Gaby. Incluso me hubiera resultado más reconfortante comer con Patricia. No he podido evitar una cierta nostalgia al recibir su abrazo, y la verdad es que está más guapa e interesante que nunca. Creo que con ella no me importaría recordar viejos tiempos, ahora que estoy convencido de poder enterrar a Marga para siempre o, eso espero. No me gusta sentirme vulnerable frente a las mujeres que he amado, por eso necesito aire fresco, y Gaby me gusta lo suficiente para empezar algo nuevo; supongo que no va a ser fácil, o puede que me rechace definitivamente después de este último encuentro.


Al salir del restaurante, en Sunnyside, he empezado a verlo todo negro; a Marga le ha faltado tiempo para preguntar con insistencia por el teléfono que llevaba tatuado en el brazo; supongo que ha despertado su curiosidad. Ella sabe que Patricia y yo teníamos esa costumbre e intentó ponerle fin cuando nos enrollamos. Me pregunto si Pati lo ha hecho con la intención de que Marga lo viera pero, no creo que haya sido tan importante en la vida de ninguna de ellas.




Foto: Marijo Grass


He decidido acudir al Cielo; con ese nombre no es posible que se tuerzan las cosas y acabe en el polo opuesto. Cielo es uno de los sitios de moda en el Meetpacking District, con infinidad de premios al BEST CLUB en su currículum. Presume de tener clientela selecta, organizar eventos de primera línea, Dj´s famosos que pinchan house o techno y el mejor sonido de Manhattan. La decoración tiene una aire retro pero con clase; lo que Marga acuñaría como ultra-chic de los 70. Estoy seguro que la idea de clausurar la estancia neoyorkina en este club ha sido de ella, pero yo me siento un poco marciano en este ambiente tan pijo. Me gustan más los cutre-bares de Brooklynn que frecuento con Mauro. He venido con la esperanza de ver a Gaby, y hablar un rato con Patricia, pero solo he encontrado a Marga, vestida como una tigresa y un poco borracha, bailando con el realizador del video y tonteando con él todo el rato.


Creo que me largo. He intentado despedirme de ella pero está contoneándose en la pista de baile y no se ha percatado de mi presencia. Al salir he intentado localizar a Gaby de nuevo pero no responde al teléfono, así que esta vez le he dejado un mensaje. Cuando estaba entrando en el metro he recibido una llamada de Pati invitándome a tomar un té en el Waldorf para charlar un rato. A ella tampoco le van mucho estos lugares tan sofisticados, en los que triunfan los estilismos de marca, y con el precio de un par de copas puedes alimentar a unas cuantas familias en África. No tengo intención de emborracharme de nuevo; en este momento me parece mejor plan recuperar a la que fue durante mucho tiempo mi chica: mi amiga de la infancia.




Foto: Marijo Grass


CONTINUARÁ

14 de octubre de 2010

NO SE VAYAN TODAVÍA: AÚN HAY MÁS


Foto: Marijo Grass


Estoy tan seco y apagado como los árboles de Central Park en este momento del año; empiezo a pensar que necesito ver a un médico porque no es normal que unas copas me dejen KO. No recuerdo haber bebido tanto pero, está claro que mi tolerancia se encuentra bajo mínimos; supongo que algo tendrá que ver con el clima y mi estado de ánimo. Llevo dos días con una resaca espectacular, algo que se repite en mi vida en los últimos tiempos, y si he podido trabajar es gracias a la sopa de Lynn y los cuidados de Mauro.

El otro día, al salir del Planetario, decidí regresar a casa caminando, haciendo una parada, antes de cruzar el puente, para tomar algo. La verdad es que solo fueron un par de cervezas pero cuando llegué a Brooklyn, cansado y oliendo a fracaso, me encontré en la terraza a Mauro con unos colegas del barrio, que ya habían pasado la hora del mate y estaban pegándole al ron por gentileza de Julio César: actor de culebrones, cubano y famoso, entre los latinos residentes en la zona, por su afición a coleccionar mujeres y a fabricar una bebida repugnante, de altísima graduación alcohólica, que en su tierra llaman “Chispetrén”, capaz de tumbar un dinosaurio al tercer trago.




Foto: Marijo Grass



Minutos antes llamaba mi madre para felicitarme. Supongo que Vicente, para no preocuparla, le había contado alguna de sus fantasías, y ella, en su línea habitual, ya estaba alucinando.

— Pero, hijo mío, ¿por qué no me llamas? ¡Me tienes en ascuas! Menos mal que Vicente ya me ha dicho lo de Hollywood.
— Pero, mamá…
— No tienes perdón de Dios. ¿Cómo eres capaz negar a tu madre dos minutos de teléfono para contármelo todo? Y más tratándose de algo TAN importante. Mira, si vas a triunfar y pasear por una alfombra roja algún día yo tendré que ponerme a régimen, y bajar unos kilos no es algo que se consiga de hoy para mañana porque… supongo que me llevarás contigo; como la Bardem, que bien orgullosa estaba del brazo del hijo en los Óscar, aunque en la película salía más feo que Picio, y con tanta violencia…
— ¡Mamaaa! Hacía de psicópata.
— Yo quiero conocer a George Clooney, porque estará George Clooney, supongo, que ese también hizo de Batman; hasta me acuerdo que os pagué la entrada del cine a Vicente y a ti…; además, de pequeño no te quitabas el disfraz de Batman en todo el día, excepto para dormir.




Foto: Marijo Grass



“Batman y Robin” es una de las peores películas de la historia, ¡joder!
— Tanto da. Si te haces famoso y hacen una película de tus tebeos tiene que estar tu madre apoyándote, ¡faltaría más!
— Mamá, no he conseguido el trabajo que quería, de momento.
— Bueno, hijo, es cuestión de tiempo. No te desesperes y sigue dibujando, que para eso has trabajado como un burro hasta dejarte la vista en el papel. Yo sé lo que vales, y también que la suerte se pondrá de tu lado.
— Estoy harto de confiar mi éxito a la suerte.
— Tú continúa luchando; ya verás como te llaman y reconocen lo bien que dibujas.
— Mamá, no te preocupes. Estoy cansado. Te llamaré en otro momento.
— Está bien, cariño y, por cierto, no vayas a caer en las garras de esa pelandusca otra vez, que Vicente también me ha dicho que Marga está en Nueva York y…
— Joder, mamá. Ya te vale. Y a Vicente también. No voy a volver con Marga. Te dejo, ya hablaremos. Adiós, mamá.


¡ARGGG! Cuando vea a Vicente, ¡se va a enterar!


No sé si mi madre me acabó de trastornar y por eso me sentó tan mal el alcohol; si me fui directo a la ducha para lavar el disgusto, antes de sumarme a la fiesta de Mauro y empezar a meterme en el cuerpo el brebaje cubano; pero el agua no hizo más que recrear el episodio de Marvel.


—¿A quién consideras el primer superhéroe de la historia del cómic estadounidense?— me pregunta el calvo: uno de los dos tipos que me acompañan a un despacho, después de recogerme en la recepción, donde me había detenido, frente a una figura enorme de Capitán América, para hablar con Lynn por teléfono.
— Superman. ¿Por qué lo dices? — respondo perplejo, observando de reojo la larga melena que luce su compañero.




Foto: Marijo Grass



— Es importante que la gente que trabaja con nosotros se desenvuelva bien en nuestra cultura. Tú eres español, puedes haber mamado de otras fuentes, y eso se percibe en el trabajo.
— ¿Qué tal te llevas con los villanos de Marvel?— pregunta el melenudo esta vez.
— ¿A qué te refieres exactamente?
— Bueno, a quienes conoces, tus favoritos. Necesitamos saber si estás al día con los emblemas de la casa. Así es más fácil encontrar una serie adecuada para ti— continua el melenas, y yo empiezo a mosquearme porque parece que me estén haciendo un examen. Será que los Yankees son así de excéntricos, en fin…
Marvel tiene una gran colección de villanos: el Duende Verde, Bullseye, Doctor Muerte, Magneto, Abominación, Superskrull, Kingpin, Escorpión, el hombre Topo, Kraven el cazador… No sé, el temible Dormammu… Seguro que se me escapa alguno— respondo, como si recitara las tablas de multiplicar en la clase de la señorita Piluca, que me daba mates en primaria. Y acto seguido, el calvo vuelve a la carga y me obliga a sacar el capullomegaenterado que quiere que le den un puto sobresaliente en Historia del cómic.

— ¿Sabes cuales fueron los primeros superhéroes de Marvel?
— Los 4 fantásticos, X-Men, Hulk y Spiderman, en la época de Timely Cómics. Luego llegaron Iron Man, Daredevil, Doctor Extraño y Sargento Furia— contesto con retintín.
— ¿De verdad?— suelta el capullo calvorota, y esta vez me entran unas ganas irrefrenables de mandar a tomar viento a Marvel y partirle la cara allí mismo.


Entonces, los dos empiezan a descojonarse mientras yo les observo contrariado sintiéndome un gilipollas integral.


— Joder, tío, jajaja ¡Es BROMA!— afirma el calvo sin dejar de reírse. En ese momento irrumpe Jack: un guionista que conocí en casa de Chip Kidd, la noche en que me reencontré con Flash, que también lo representa, si no recuerdo mal.
— Hey, man. Llevo buscándote un rato. Flash me ha encargado que te avisara esta mañana porque se iba al Comic-Con y tenías el teléfono apagado, pero se me ha ido la olla. El Director Artístico que quiere ver tus originales estará fuera dos semanas. Tienes que dejar tu carpeta en recepción a la atención de Jeff Suter. ¿No te han dicho nada al entrar?
— Pues no. La verdad es que no— contesto con evidente mosqueo.
— Tío, no pongas esa cara, joder. Yo también he estado mirando tu website y me parece cojonudo tu trabajo. Estoy seguro que encajarás en alguna serie, aunque primero te den encargos de mierda y hagas cosas por debajo de tus posibilidades; siempre falla alguien, o alguno se retrasa y se lo quitan de en medio porque gente con talento hay a patadas.
— Hombre, muchas gracias por los ánimos.
— Oye, tío— empieza a largar de nuevo el calvo—. Nosotros estamos escribiendo una historia para atacar al público femenino que lee tebeos y ofrecerle algo a su medida. Hemos visto tu personaje. Nos encanta esa dualidad: heroína y villana al mismo tiempo, como las tías que conocemos, pero necesitamos algo más bestia, sobre todo en su faceta de súper villana. Estamos seguros que le encantará a Quesada. Será la bomba. Un personaje perfecto para hacer una adaptación cinematográfica. Aquí hay que pensar en el paquete completo, y lanzarse al vacío a ver qué coño pasa. ¿Qué te parece? ¿Te apuntas?




Foto: Marijo Grass



En fin, que salí de allí con ganas de lanzarme al vacío sobre los tejados de Manhattan, aunque después de hablar con Vicente me empecé a preguntar si debía involucrarme con ese par de gilipollas y presentar un personaje, que irrumpiera en el universo Marvel, para abanderar el siglo de las mujeres; como la aparición de Beyahny Cabe, una guardaespaldas profesional y macro eficiente, creada, a finales de los 70, por David Michelinie, Bob Layton y el dibujante John Romita Junior, que reflejaba el auge del feminismo y proponía la aparición de mujeres independientes en el cómic. Aunque me parece que este par de capullos estaban pensando en alguien de la misma época, como Mística, de Chris Claremont y Dave Cockrum: una tía misteriosa y bastante siniestra, de nombre Raven Darkholme, capaz de alterar su aspecto para parecerse a cualquier persona; una especie de mutante terrorista de piel azul, como los avatares de James Cameron, popular gracias a los X-Men, más propia de estos tiempos.








La cuestión es que el Chispetrén de Julio César me dejó delirando y con un pie en el otro barrio. Ni siquiera recuerdo que apareciera Lynn al final de la noche, ni que ella y Mauro se ocuparan de meterme en la cama como si fuera un adolescente después de una curda fantástica, que te hace ver fuegos artificiales sobre el Hudson de madrugada; solo que la mía, de fantástica no tuvo nada.




Foto: Marijo Grass



He decidido visitar a Marga y cerrar ese capitulo de mi vida para siempre. Hoy es su último día de rodaje; creo que debería dar la cara y no comportarme como el capullo cobarde que nunca he sido hasta que me partió el corazón. Una vez leí en una de esas revistas, que siempre dejaba en el baño junto a su colección de potingues, que existen 9 mujeres por cada hombre disponible en el planeta. Eso debería ser suficiente para devolverme la cordura y regresar a mi mundo, antes de que apareciera ella y me empezara a gustar el asunto de la pareja estable pero, qué cojones, seguro que antes, ligando con una distinta cada semana, lo pasaba mucho mejor. Tengo que verla un momento, para comprobar si su presencia me deja indiferente; y, además, su último mensaje es de lo más tentador.

“No te pega nada el papel de villano…o sí. Ven esta noche a tomar una copa y lo averiguamos. Love, Marga. Te he enviado un correo con los detalles marcados con una X. No me falles, Darling!”

Lo ha calculado todo al milímetro; le encanta esa clase de juego, sorprendiendo y dejándose sorprender, porque una Directora de Producción, tan exigente como ella, no suele dejar nada en manos de la improvisación, y menos en Nueva York. Tengo marcados los lugares exactos donde han estado rodando un videoclip desde que llegó. Hoy pasarán el día en los famosos Silvercup Studios. Por la noche, la cita se traslada al Nobu de Tribeca, donde cenará con todo el equipo: uno de los japoneses exquisitos con estrella Michelin y socios de película, como Robert de Niro, a quien la gente espera encontrar, con pinta de mafioso, controlando el Tangiers cada noche como en su película “Casino”. La siguiente X corresponde a un club del Meat Packing District, donde clausurarán su estancia en la ciudad y brindarán por el éxito con más copas de las que puedo soportar. Por último me da el número de su habitación en el Waldorf Astoria. Joder, como para que me busque una excusa ridícula para dejarla en la estacada y no aparecer por alguna de las X que me lleven al abismo; o lo que es lo mismo: enrollarme otra vez con ELLA.




Foto: Marijo Grass



Los exteriores donde han rodado hasta ahora están en Greenwich Village: un barrio del Bajo Manhattan delimitado por el río Hudson, Broadway, Houston Street y la 14. Esta zona de la ciudad es famosa porque, a principios del s.XX, se convirtió en residencia de artistas, escritores e intelectuales inconformistas; un lugar plagado de leyendas bohemias que, en los años 30, se inundó de galerías de arte contemporáneo y espectáculos de vanguardia en los teatros de la zona; lo que hoy se conoce como el Off Broadway. La zona Este del Village fue hogar de la generación beat en los 50, hippies en los 60 y punks en los 70 y 80; además, ha sido escenario de innumerables películas y series de televisión. Hoy en día, el centro neurálgico es el Washington Square Park, atestado de turistas, artistas callejeros, jugadores de ajedrez y estudiantes de NYU, que tienen la Universidad en el lado sur.

Creo que me voy a presentar en el plató; es la opción menos conflictiva porque habrá mucha gente pululando a su alrededor. Después puedo decidir sobre la marcha si me apunto a algo más. Estaba seguro que Marga no cesaría en su empeño para rodar en los Silvercup, en Long Island City, que son como La Meca para la gente que trabaja detrás de las cámaras.





Foto: Marijo Grass



En sus inmensos platós se han cocinado series de culto que le encantan, como The Sopranos, Sex and the City o Gossip Girl; algunas de sus películas favoritas: Gangs of New York, El Padrino III, Cuando Harry encontró a Sally o Adictos al amor; también se han rodado campañas publicitarias para Gap o Victoria´s Secret; videos de Madonna, Beyoncé o Justin Timberlake; incluso sesiones fotográficas de Annie Liebowitz y Steven Meisel. En fin, que la imagino demasiado ocupada con su curro e interesada en cruzarse por allí con cualquier celebridad. Ya que voy a Queens, hubiera preferido visitar Troma, que es la factoría del horror-gore de serie Z; películas que jamás compartí con ella, como: “Mutantes en la Universidad”, “El Monstruo del Armario”, o nuestra serie favorita: “El vengador tóxico”, con la que Vicente y yo hacíamos terapia de la risa después de corrernos una buena juerga.






Llevo un rato dando vueltas por Silvercup y todavía no he encontrado el lugar exacto. Aquí hay 13 platós enormes, completamente equipados, y numerados del 1 al 10, además del A, B y, cómo no, el X, en el que seguramente se encuentra su equipo. Acabo de cruzarme con un montón de matones con pinta de macarras escoltando a Britney Spears. Un segurata me ha indicado el camino, después de enseñar mi pase por enésima vez desde que he accedido al recinto. Por fin atravieso los estudios y…Joder, ni que estuviera esperando mi aparición. Ya la veo, en el exterior, delante de una carpa montada sobre un practicable con mucho trasiego de gente. La tengo a solo unos metros de distancia pegándole un rapapolvo a una currante— vestida de Lara Croft, con un fajín de herramientas colgando de la cintura en vez de armas—, que tengo de espaldas. Mejor no interrumpo porque…¡¡OSTIA!! Mi villana particular ha detectado mi presencia; nuestras miradas se han cruzado como en los Western. Su semblante ha cambiado de golpe; acaba de soltar su carpeta y los teléfonos a Lara Croft y se dirige hacia mí eufórica y con la mejor de sus sonrisas.


MARCOOO. ¡HAS VENIDOOO!


Antes de que pueda reaccionar, se abalanza sobre mí como un maremoto y me estampa un beso en los morros; y yo siento que me voy a fundir porque está MUY GUAPA, con esos tejanos que le marcan un culo sensacional, una cola de caballo que muestra sus facciones afiladas, y unos tacones altísimos con los que se contonea al caminar y consigue atraer todas las miradas. Sus brazos me están asfixiando y siento oleadas de calor recorriendo todo mi cuerpo pero… ¡NO! NO puede ser… Al tiempo que Marga esconde su cabeza bajo mi pecho, sin dejar de aprisionar nuestros cuerpos, me encuentro clavando la mirada en la chica que sujeta sus cosas, que acaba de girarse hacia nosotros descubriendo su rostro y ahora me mira como si fuera una alucinación, o el mismísimo Lucifer haciendo una aparición estelar en la tierra prohibida. JODERRRR!!! GABY, es Gaby. ¡Esto es una conspiración!


—M…¿Marco?— intuyo que pronuncian sus labios sin emitir sonido alguno.


Y en ese preciso instante, con Marga todavía colgando de mi cuello, y mis brazos sujetando su cintura como autómatas averiados, aparece otro fantasma: Patricia, que no me reconoce, o ignora mi presencia, y se lleva a Gaby hacia el interior del set despejando mi campo visual, mientras un puñado de técnicos empiezan a ocupar el espacio con enormes cajas metálicas y toneladas de material eléctrico.




Foto: Marijo Grass



Ahora soy yo el que se queda encerrado en una alucinación. Ya no estoy en Silvercup sino en el estudio Terrytoons, con Súper Ratón echándose unas risas a mi costa y entonando a voz en grito: “ No se vayan todavía: aún hay más”. Y acto seguido: “ Si quieren acabar con esta pesadilla no olviden supervitaminarse y mineralizarse” JA,JA,JA,JA




Terry Toon Studio


CONTINUARÁ

7 de octubre de 2010

PÁNICO ESCÉNICO


Foto: Marijo Grass


Me siento como el auténtico hombre araña, pero nadando a contra corriente en un Hudson de tebeo. Quiero salir a flote, pero no puedo. Las torres monumentales de Manhattan, que se elevan hacia el infinito y más allá, se tambalean sobre mi cabeza anulando mis superpoderes para inmovilizar al enemigo; como si Camaleón, a instancias del Duende Verde, hubiera creado a esos guionistas para vengarse y hundirme. Vamos, que estoy jodido.




Chameleon. Stan Lee & Steve Ditko


Un poco más tarde, al salir de las oficinas de Marvel, llamo a Vicente, que siempre le quita hierro a las situaciones dramáticas y me aguanta las neuras desde que éramos niños.


— Pero, tío, ¡eso mola un huevo! ¡Serás una estrella del tebeo! ¡Harán una película! ¡Te irás a Hollywood! Y yo contigo, por supuesto…
— No es un encargo de la editorial: me han dado plantón. Esos tipos quieren proponer un personaje como el que hice con Marga: la súper villana. Están convencidos que sería un éxito.
— Marco, la peña va de triunfadora y eso mola; es la clave, tío; al final lo consiguen. A ver si te lo crees de una vez.
— Acabo de hacer el ridículo delante de un par de principiantes que quieren superar a Stan Lee.
— ¡Eres un puto crack! Seguro que cuando regresen los jefes y vean tus originales te llaman.
— Ni siquiera he podido hablar con Flash. Está ilocalizable…
— ¿Cuánto hace que no pegas un polvo? Ese es tu problema. ¡Tírate a una pava de Nueva York y lo verás más claro!
— Marga llega en un par de horas…
— ¡Que le den, tío! No se te ocurra quedar con ella. ¡Creía que lo habías superado!
— No te preocupes: Marga es historia.
— Tío, estás en el centro del mundo: la ciudad con más tías buenas por metro cuadrado. ¿Se puede saber por qué no estás disfrutando?



Foto: Marijo Grass



— ¿Quién ha dicho que no disfruto?
— Pues, eso, tío. Utiliza el mal rollo que te ha regalado Marga para dibujar la villana más poderosa que jamás ha parido el cómic.
— Estoy harto de villanas. ¡Quiero dibujar superhéroes!
— ¡Córrete una buena juerga, joder! Y no vuelvas cocido a casa sin una perica que te deje como nuevo. Eso nunca falla.


Foto: Marijo Grass


Vicente es un pedazo de cabrón, de boquilla. Hablar con él siempre me levanta el ánimo, aunque esté convencido que los problemas, o el miedo incontrolable al juicio ajeno, se solucionan por arte de magia si vas bien servido, de sexo, por supuesto.



He empezado a caminar sin rumbo. En este momento agradezco no tener un lío sentimental. Estaría intentando consolarme o pretendiendo que celebre algo que no estoy seguro deba celebrar, por mucho que Vicente lo vea como una oportunidad. No me atraen las mujeres que ignoran el momento en que uno necesita estar solo, pasear hasta perderse en el bullicio de las calles, pensar, o no pensar nada en absoluto. Algunas se empeñan en incordiar todo el rato porque se lo toman como un desplante, o una señal inequívoca de que no las quieres; y lo único que sucede es que ellas no saben estar solas, y yo necesito soledad para crear. Marga no era así, le gustaba su independencia; supongo que por eso nos llevábamos tan bien; además, ha sido la única de mis novias que ha tenido claro cuándo me tenía que dejar en paz.





Foto: Marijo Grass


Recuerdo a Osvaldo y Malena. Con él compartí apartamento en Londres, un otoño que me instalé en Kings Cross para hacer unos cursos de aerografía y mejorar mi nivel de inglés, al tiempo que servía copas en un bar.




Foto: Marijo Grass


Osvaldo era de Córdoba, pero la de Argentina. Parece que la vida me regala la compañía de un argentino cada vez que me instalo lejos de casa, porque conocer a Osvaldo resultó tan entrañable como coincidir con Mauro en Nueva York. Él era dramaturgo y director; bastante bueno pero, en aquél momento, tuvo un patinazo con una obra; la falta de presupuesto le obligó a trabajar con actores que no daban la talla y se estrelló en el King´s Head Theatre: el pub-teatro más antiguo de Islington, en el que compañías independientes, con propuestas originales, encuentran su lugar; uno de los templos del Off-West End, como el Almedia o el Warehouse Theatre.

Aquello le dejó KO una temporada; su manera de superar el mal rollo y las críticas fue refugiarse con un libro en el Poet´s Corner, en la Abadía de Wetsminster, como si fuera un turista; o pasear entre las calles arboladas de Hampstead, donde residió, en otra época, gente que admiraba; como D. H Lawrence o H.G. Wells.




Foto: Marijo Grass


La cuestión es que la plasta de Malena perdió el norte y lo estuvo atosigando de tal forma que acabó con su relación. Y eso que Osvaldo estaba colgado hasta la médula, pero no pudo soportar semejante acoso, ni su forma de tratarlo como a un perrito de circo, abandonado por su público, tras romperse una patita en mitad de la función. Además, nosotros vivíamos entre la estación de King´s Cross y St. Pancras, que en ese momento estaban atiborradas de currantes y curiosos por el rodaje de Harry Potter y la cámara secreta, porque es el punto de partida del Expreso de Hogwarts y, como Malena era fan de la saga, además de bastante mitómana, casi se había instalado en nuestro piso para seguir de cerca el rodaje, justo cuando Osvaldo necesitaba perderla de vista. En fin, por lo menos su ruptura no tuvo un episodio de cuernos de por medio, como la mía con Marga; y ahora que noto su presencia sobrevolando la ciudad, me siento el mismo idiota que salió huyendo del Salón del Cómic con el “Corazón partío”, como cantaba Alejandro Sanz.

Creo que será más productivo callejear; sacar mi libreta y tomar apuntes de los personajes que circulan por la ciudad; una buena colección de recursos para un dibujante en crisis.




Foto: Marijo Grass


Eso es lo que más me gustó la primera vez que recorrí la Gran Manzana: la cantidad de rostros interesantes que me inspiraban para dibujar… Acababa de cumplir los 16 y a mi padre le di un disgusto tremendo; pensó que me había largado de casa en un arrebato, después de discutir con él por cualquier gilipollez que no consigo recordar. Yo solo quería pasar unos días comprando tebeos que no llegaban a España. Creo que estuve ahorrando desde los 7 años para darme ese capricho pero, al final, mi madre y mi tía Maruja me regalaron el billete. Ellas siempre creyeron que tenía talento con los lápices y estaban dispuestas a complacerme. Al fin y al cabo, nunca fui un crápula ni me convertí en delincuente, como algunos de mis amigos; jamás me metí en un lío muy gordo, lo suficiente para que llegara a sus oídos o no pudiera resolver por mis propios medios. Por eso mi madre regala los álbumes que he publicado a sus amigas, a quienes el cómic no les interesa un carajo, pero la hace sentir ganadora en la batalla que libró con mi padre, el día que me piré, solo y sin despedirme, a visitar la ciudad de los superhéroes.




Foto: Marijo Grass


A mi regreso me mostré inflexible con mi futuro de dibujante y, para que no me dieran la tabarra, acabé el instituto y me matriculé en Bellas Artes, que era lo único que no me desviaba del camino. Casi todos los valencianos que habían triunfado en los 80, como Daniel Torres, Micharmut o Mique Beltrán, pasaban en algún momento por la Facultad; y yo había devorado sus cómics siendo un crío. Me fascinaba el personaje de Roco Vargas, álter ego de Torres, y sus escenarios futuristas con aires retro, o las "Mujeres Fatales" de Mique y Max. Quizás debería recuperarlas ahora que debo concentrarme en las chicas malvadas.




Micharmut/Daniel Torres/ Mique Beltrán & Max


Empiezo a caminar por la Avenida, completamente absorto en mis pensamientos, después de llamar de nuevo a Flash. Necesito que haga de agente y despeje mis incógnitas, pero su teléfono continúa fuera de cobertura. Me acuerdo de nuestro último encuentro, cuando afirmó que había enseñado mi trabajo en Marvel y les interesaba hablar conmigo.


— Trabajar para Marvel es como jugar con los Lakers; te pueden convertir en una estrella pero también te puedes estrellar más pronto.
— Bueno, Gasol lo ha conseguido.
— Pues, tienes que convertirte en el Gasol de Marvel, tío. Necesitas ser muy disciplinado, entregar los originales a tiempo, y con una calidad superior a la media.
— La disciplina y el tiempo no me preocupa. Lo que no tengo claro es si estoy en ese listón: superior a la media.
— Si tienes capacidad de adaptación, ganas de aprender y, por supuesto, eres más que bueno, te quedarás.
— ¿Qué significa para vosotros capacidad de adaptación?
— Que te pongas las pilas con los requerimientos técnicos y el estilo del cómic americano. Que tengas claro que la historia es lo primero, y el enfoque y los movimientos de cámara hay que currárselos, además de la perspectiva, los fondos, la anatomía y todo lo demás. Doy por supuesto que eres humilde y tu disciplina de hierro. Todo debe ser perfecto y entregado a tiempo.


Me fascina lo mucho que sabe este cabrón y lo bien que conoce el negocio; y eso que no dibuja. ¡Y solo tiene 17 años! ¿Qué carajo hacía yo a su edad? Ya sé, estaba a punto de irme a Londres a aprender a utilizar el aerógrafo y conocer a Osvaldo, que me llevaba 10 y deslumbraba con su sabiduría, como hace ahora mi agente: el niñato. Debe ser que, en América, maduran más rápido.



Foto: Marijo Grass


Tengo la sensación de llevar horas caminando. En este tramo de la Quinta Avenida, al lado de Central Park, siempre hay un constante trasiego de turistas admirando los escaparates de las firmas de lujo, además de mujeres llamativas, con exceso de maquillaje, pieles y tacones de vértigo, que entran y salen de las tiendas, dispuestas a reventar su Black Card: la famosa American Express Negra, disponible para un selecto y reducido grupo de mortales, que gastan un mínimo de 250.000 $ al año y con la que pueden adquirir un yate, un avión privado o un Ferrari, aunque aquí vienen a por bolsos, joyas y vestidos, igual de inaccesibles. Es fácil encontrar modelos y celebridades, parejas de enamorados buscando un recuerdo en Tiffany, o secretarias dispuestas a conseguir una recompensa en especias, por la dedicación extra a sus jefes durante el almuerzo. A Marga le divertía mucho conocer estos detalles, supongo que por el gen cotilla que todas llevan incorporado. Le gustaba imaginar las vidas de la gente que se cruzaba a nuestro paso; improvisar guiones con personajes anónimos que ella elegía al azar. Yo me sumaba al juego porque resultaba un excelente ejercicio de memoria visual.




Foto: Marijo Grass


Marga se encaprichó del director de la película en la que trabajaba; pasaban tantas horas juntos que la combustión y el desahogo espontáneo tenían que llegar. Sé que el rollo terminó una vez estrenada la película. Me lo explicó en un correo que jamás me digné a contestar. Decía que me echaba de menos. En aquél momento seguro que se sentía sola y sólo fue una señal de debilidad, porque ella no es de las que pierden el tiempo lamentando sus decisiones.


Ahora mismo debe estar llegando al JFK. Hace un rato he pasado cerca del Waldorf Astoria: el hotel donde se va a alojar; por eso la tengo instalada en el cerebro; hacía tiempo que no me quitaba el sueño, pero sé que Marga es irresistible; si quedo con ella intentará seducirme por aquello de los viejos tiempos, y caeré en su red, y seré yo el que se ahogue en el Hudson en vez de Gwen.




Foto: Marijo Grass


Me voy a acercar al Planetario. En la parte trasera del Museo de Historia Natural, en la 81, entre Central Park West y Columbus Avenue, se encuentra el Rose Center of Earth and Space: lo que cualquier neoyorkino conoce como The Hayden Planetarium. Se trata de un cubo gigantesco de cristal, de 36 metros de altura, que alberga, en la parte superior, un Planetario con capacidad para 420 personas. En la parte inferior existe un gran anfiteatro donde se expone, a través de pantallas e instalaciones, la teoría de la explosión cósmica que dio origen a todos los planetas.




Foto: Marijo Grass


He comprado un ticket para la sesión de Cosmic Collisions, narrada por la inconfundible voz de Robert Redford, que me llevará de viaje a través del tiempo, examinando cómo el impacto de los asteroides en el espacio está cambiando el universo. Sólo quiero aislarme del mundo, olvidarme del pánico escénico que he sufrido, tras hacer de novato en las oficinas de Marvel, y dejar de pensar en los putos cómics, en Marga, o en lo que me depara el futuro.

Hacía tiempo que no tenía el ánimo en el centro de gravedad de la tierra. Espero que contemplar planetas y asteroides me distraiga un rato y me devuelva el juicio.




Foto: Marijo Grass