27 de mayo de 2010

A CURIOUS NIGHT

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Foto: Marijo Grass


Después de atravesar el caos nocturno de Broadway llegamos a casa del célebre Chip Kidd: un grandioso apartamento en lo alto de un edificio de 1928, en el Upper East Side: la zona donde vive la gente más pija, entre Central Park y el East River. Nos quedamos en la milla de oro de los Museos, cerca de la quinta avenida. Nada más entrar tengo que reprimir mi emoción de palurdo fallero al descubrir su gigantesca colección de tebeos, libros, gadgets de Marvel y todo lo demás. Esta casa es una especie de templo del diseño, con vitrinas atiborradas de tesoros y un mobiliario a-lu-ci-nan-te. Estoy flipando con su colección de juguetes, en especial con los Batman. ¡Joder!, de pequeño sólo me quitaba la máscara para dormir, y Vicente hacía lo mismo con su disfraz de Spiderman. Mi amigo intentaba trepar por las paredes del patio del colegio y yo dibujaba sus hazañas en la clase de mates que teníamos después, así acumulábamos meritos para que nos castigaran con doble ración de deberes para el fin de semana.





Foto: Marijo Grass


Mientras va llegando gente y a pesar de que deseo seguir curioseando, decido sumarme al primer grupo que se ha instalado en el salón; aquí hay otro niñato entreteniendo a la concurrencia con leyendas urbanas que circulan entre el gremio de dibujantes; como lo de las cenizas de Mark Gruenwald, autor de Capitán América, que fueron mezcladas con tinta para la impresión de un cómic. Parece que fue su última voluntad. El editor jefe de Marvel en aquella época decidió usarlas para imprimir “El escuadrón supremo”.





Marc Gruenwald



A raíz de su comentario, otro de los presentes se lanza a explicar toda clase de historias truculentas: como la maldición de Superman, la de Bruce Lee o la archifamosa de las portadas de Playboy. Por lo visto ya son 25 las chicas que la han protagonizado y han muerto prematuramente. Estoy convencido que Marga disfrutaría mogollón de esta tertulia pero a mí jamás me han interesado los “chismes”, como dice mi abuela, así que decido regresar a la cocina a buscar otra copa en el momento en que aparece el anfitrión con su séquito. No sé si estoy lo suficientemente borracho pero tengo la sensación de que esta noche todas las tías se parecen, o han decidido comprar el mismo vestido en las rebajas de Macy´s porque, detrás de una señora emperifollada que acompaña al que le ríe las gracias a Chip Kidd estoy viendo de nuevo a la tiparraca que me destrozó la bicicleta. Deduzco que es ella porque al cruzar nuestras miradas ha cambiado la expresión radiante del Joe´s Pub por la de malas pulgas de nuestro primer encuentro.





Foto: Marijo Grass


Me quedo contemplando las obras de arte que inundan el pasillo con la intención de observar sus gestos por el rabillo del ojo y averiguar algo sobre ella. Me pregunto si es dibujante o tiene relación con el gremio editorial; mi primera impresión es que la señora a la que rinde pleitesía es su jefa. Lo digo por el tono con el que la obliga a hacer llamadas o anotar cosas. ¡Joder!, estamos de fiesta, todo el mundo ha bebido más de la cuenta; son las 2 de la madrugada. ¿Cómo se pueden hacer llamadas a estas horas? Sí se puede. Esto es Nueva York. Un par de tíos empiezan a grabar con una minicámara a Chip Kidd mientras habla de su trabajo, de su vida y del diseño, como si fueran colegas que han decidido improvisar el reportaje en ese momento.








Julius, un puertorriqueño de Queens, con el que he estado charlando en el concierto, sale de la cocina sosteniendo un par de copas; me ofrece una al tiempo que retomamos la conversación.





Foto: Marijo Grass

Mira loco, tú que te disfrazas a diario. ¿Te interesa participar en una acción el jueves por la mañana?— continúa, después de dar un buen trago.

¿A qué te refieres?

Se me prendió el bombillo, nene. Puedes hacer de Cazafantasma, ¡en la Biblioteca Pública!

¿De qué va eso, tío?

Irrumpimos en cualquier lugar y realizamos una performance. ¿conoces el flashmob? Acciones espontáneas donde la gente participa.

Sí, algo ha llegado a España: como lo de congelarse en un Museo delante de un cuadro o viajar en metro sin pantalones.

Es un quitao. Vamos a encantar la Biblioteca. Hacemos ruido y ellos ahorran en publicidad. Se crea una buena repercusión mediática, en redes sociales y todo lo demás: una campaña low cost para fomentar la lectura y el uso de la Biblioteca.

Y, ¿cuál es tu papel en esta historia?

Trabajo con la gente de Improve Everywhere. Estuve haciendo cursos de improvisación y escritura de sketch cómicos en el Upright Citizens Brigade Theatre, y acabé colaborando con mi profesor: Charlie Todd, un jodido genio.

Suena cojonudo. Cuenta conmigo.










Mientras escucho al puertorriqueño no le quito ojo a la chica, que continúa atendiendo a su jefa mientras esta lo hace a su vez con el amigo de Chip Kidd, como si fuera una cadena de asistentes con diferente rango.

Julius me sugiere salir al exterior donde se encuentra la gente con la que empecé la noche. ¡¡Ostiaaaa!!, ¡qué cabrón!, es verdad que estamos en Gotham City. No me importaría nada vivir en esta terraza.





Foto: Marijo Grass


Mola un huevo. Voy a ver si me adopta este hombre, o me convierto en su paseador de perros, aunque no he visto ninguno por aquí; también podría hacer de machaca en su estudio. La cuestión es seguir oKupando su terraza. ¡Vaya!, la trituradora de bicicletas acaba de hacer su aparición. ¿Estará disfrutando del coffee break de las 4 AM? Debería abordarla ahora mismo, antes que desaparezca de nuevo o el alcohol que corre por mis venas me impida articular palabra.


Hey, ¿qué tal?— le suelto, acercándome a ella después de meterme el resto de la copa de un trago.

¡Que te jodan!

Creía que querías disculparte por destrozarme la bici.

Eso era antes. Ahora me da lo mismo.

Oye guapa, no te pongas borde conmigo, que yo no soy la bruja que te da órdenes sino la víctima de tu torpeza como conductora. Siento haberte dejado con la palabra en la boca antes. Sólo quería que lo supieras.


Se queda contemplando las vistas, ignorando mi presencia, pero al momento reacciona y se dirige a mí en Español.


Ahorita no me voy a dar un agarrón contigo. Llevaba una furgoneta cargada y me esperaban todos en Bergdorf Goodman

Ya me pareció que andabas bastante estresada; igual que en este momento— le respondo en tono conciliador, acompañado de una gran sonrisa. Ella me regala otra, y casi puedo asegurar que lo hace con cierta coquetería. Parece que por fin se relaja un poco y recupera el atractivo.

Oye, ¿eres mexicana? ¿Te apetece otra copa? — pregunto de forma atropellada, con la intención de continuar la charla y saciar mi curiosidad.

Ni modo. No sé si he terminado de trabajar, y no me gusta chupar.

Pues a tu jefa parece que sí. No para de darle al tequila.

Es one hundred por ciento chicana. Sostiene el vaso porque le da seguridad, pero jamás la vi ahogada, y hace casi un año que soy su achichincle.

¿Su qué?

Su jodida ayudante.

Ahh!


Y la jodida ayudante me regala otra sonrisa resignada al escuchar la voz de la bruja chicana repitiendo su nombre desde la puerta de la terraza, obligándola a acceder al interior.


Por cierto, soy Marco.


Ella hace un ligero aspaviento con los brazos como para subir el volumen y escuchar a la bruja a voz en grito: ¡¡¡GABRIELAAAAA!!!


— Gaby, soy Gaby— me dice, al tiempo que se apresura a alcanzar a su jefa.





Foto: Marijo Grass


La pierdo de vista otra vez y me quedo ensimismado observando una pared de pizarra atiborrada de rótulos y grafitis que va dejando la gente que circula por la casa. Me siento aturdido. Creo que estoy rozando mi límite con el alcohol, pero una fuerza inusitada me obliga a levantarme y empezar a dibujar. Y de repente, del trozo de tiza que mueve mi mano a toda velocidad aparece ella, tal y como la interpreta mi cerebro. Uff, mal asunto. No quiero repetir la historia de Marga. Debería largarme a dormir la mona y olvidarme de esta chica. ¿Cómo era eso? ¿Lo que mal empieza mal acaba?


Decido salir de allí antes de perder el sentido y hacer el ridículo vomitando en casa de una celebridad. Al atravesar el salón no veo a Gaby ni a su jefa por ninguna parte. En su lugar me encuentro a mi nuevo amigo: el agente de dibujantes, a quien todo el mundo llama Flash, conversando con Chip Kidd. Este me dirige la palabra por primera vez en toda la noche cuando me despido y casi no sale un sonido de mi boca, de la tajada que llevo encima.


Marco, ¿no? De España.

Ejem, sí. Yo mismo.

Me han dicho que tienes algunos álbumes publicados.

Mmmm, sí.

Me gustaría ver tu trabajo. Pásate algún día por el estudio.

Mnnn, OK. Lo haré.


Me siento completamente gilipollas. Salgo del lujoso apartamento dando tumbos y maldiciendo mi estado de embriaguez. Mierda, tengo una oportunidad de oro para promocionarme y la jodo por completo. HURK! Parezco el perro de Eric Bezdek, a punto de echar la pota por todas partes.





HURK by Eric Bezdek


No sé qué hora es ni como he llegado a casa. ¿Me habrá traído alguien? Arggg, apesto. Voy a pegarme una ducha y a preparar un café con tres cargas. El que dan aquí en los bares tiene demasiada agua.

Subo a la azotea con mi mug de Spiderman humeante y me encuentro a Mauro sobando en una hamaca, enrollado como una momia en una manta.


Hey, tío.


Recibo un gruñido por respuesta. Le acerco la taza a la cara para que pueda oler a café recién hecho. Parece que empieza a reaccionar.


La reconcha de tu madre. ¿No tienes un pomo que haser tan temprano?

Tío, son las 6 de la tarde.

Callate pelotudo.

Toma, bebe un poco. Me parece que lo necesitas tanto como yo.


Me acomodo en otra hamaca desvencijada a contemplar el Hudson. Al cabo de un rato resucita mi amigo. Intentamos recordar cómo acabó nuestra noche. El dibujo de tiza que hice en la terraza de Chip Kidd aparece en mi cabeza de nuevo. Mauro dice que la mina le pareció re-linda, refiriéndose a Gaby. Cree que está haciendo algo para Bergdorf Goodman. La resaca le impide rememorar lo sucedido con claridad. Ahora todo está borroso en mi cabeza pero me suena. Bergdof Goodman es una marca de lujo que tiene tiendas en la quinta avenida, enfrente de Tiffany´s , al lado de Central Park. No me imagino a esa chica en un lugar tan sofisticado. En fin, ya lo averiguaré. Tengo la sensación de que nos vamos a cruzar de nuevo. De momento, necesito comer algo y creo que Mauro también. Mi estómago me recuerda la sopa Thai que me ofreció Lynn, la japonesa. Debería llamarla, o visitar su taller de origami en el Museo. La verdad es que parecía encantadora. Espero que nos volvamos a ver, pero antes necesito recuperarme de esta curiosa noche en la ciudad.





Foto: Marijo Grass



CONTINUARÁ