18 de marzo de 2010

Armando: ¡QUE TE AGUANTE TU MADRE!

Foto: Marijo Grass


Eso decía la nota: “Que te aguante tu madre”. ¡Estoy flipando! Pero, ¿qué cojones le pasa ahora? ¿Qué clase de madre se larga así, por las buenas, diciendo que se ocupe la suegra?


Ya sabía yo que no tenía que haberle dejado aceptar más trabajo, por mucho dinero extra que cobre porque, les das la mano y ellas se toman el brazo, ¡qué digo el brazo!, te joden entero. Y, ahora, ¿qué se supone que debo hacer? Encima la simplona de la hermana, que tiene menos luces que un cayuco, no suelta prenda. “¡Que te zurzan, Armando!”, me suelta. Estoy seguro que sabe dónde está Merche. Se han conchabado las dos, para putearme pero, ¡de esta se acuerda! ¡Y tanto que se va a acordar! Yo sé que no aguantará mucho sin ver a los niños. 24 horas le doy, como máximo. Ni siquiera su madre responde al teléfono. ¡Vamos!, De juzgado de guardia; para denunciarlas a todas por sinvergüenzas, abandono de hogar o lo que sea. Y la mía ya está mayor, aunque ahora quiera hacerse la moderna y se haya apuntado al gimnasio; que puede venir un día a casa a hacer la comida, pero con su artrosis no le puedo pedir que se ocupe de la lavadora, o que bañe a los críos.


Menos mal que tengo el sueño profundo y no me he dado cuenta hasta esta mañana, cuando Luis se ha puesto a berrear porque no había desayunado y no la encontraba. Yo necesito dormir, que el sábado no madrugo y, ahora estoy hecho una mierda porque no he descansado lo suficiente, y todo este lío me va a jorobar la partida con los colegas.




Foto: Marijo Grass

Llevo una hora rebuscando entre sus papeles el número de la canguro y, ¡no hay manera! Ella siempre alardeando de que lo organiza todo como un campamento y no se le ocurre dejar el número de la canguro en la nevera. ¡Hay que joderse! Y encima Laurita se pone a llorar también porque tenía que ir a las 9 a clase de patinaje y se la ha perdido por culpa de su madre. ¿A qué gilipollas se le ocurre poner una clase de patinaje los sábados a las 9 de la mañana? Ni siquiera sabía que la cría hiciera patinaje. Bueno, que tenía patines sí porque se los compró mi madre para Reyes, pero de ahí a que estuviera apuntada a clase y todo… ¡Y encima los sábados! ¡Coño!, si va a conseguir que se traumatice la niña, o se rompa la crisma con el patinaje de los cojones.





Foto: Marijo Grass


Ya sé que anoche tenía trabajo extra peinando a unas furcias en un espectáculo, que ahora su jefe ha hecho un acuerdo con una agencia de eventos para ampliar negocio y las manda a ferias y teatros, y que, según cómo, esos días acaban a las tantas. También reconozco que nunca leo las notas que me deja en la nevera para que compre leche o lo que haga falta, porque tiene jodida la espalda desde el embarazo del pequeño, y las cosas pesadas como el detergente las voy a comprar yo, cuando me acuerdo y tengo tiempo pero, ¡ahora me hace falta el teléfono de la canguro y NO lo ha puesto en la nevera! ¡JODERRR, qué campamento ni qué leches!


Sólo me faltaba que viniera mi madre a ayudar y, en cuanto los críos se han enchufado a la tele, me ha metido la bronca en la cocina y se ha puesto de su parte. Pero, ¿qué coño les pasa a las mujeres? Ahora que mi viejo está chocheando y ella ha tomado el mando de la casa se atreve con todo. Jamás la había oído quejarse pero, desde que se ha jubilado y le comen la cabeza las amigas del gimnasio, quiere que le pida las cosas con el ¡Por favor! delante. Pues yo voy a cumplir 48, y a estas alturas no me va a cambiar nadie. Ése es el problema. Cuando estás de novio todo son risas y arrumacos pero, cuando consiguen que pases por el altar, empiezan los reproches porque ELLAS están convencidas de que, una vez hecho el nido, te van a cambiar. ¡Coño!, que no os enteráis, que a los tíos no nos cambia ni la madre que nos parió. Si ella no lo ha conseguido, ¿por qué estáis tan convencidas de que vosotras podéis hacerlo? Y a mi viejo, como está jodido con lo de la próstata, no le queda más remedio que aguantar el marrón, pero YO NO, ¡faltaría más!





Foto: Marijo Grass


Cuando era pequeño me lo daban todo hecho, y eso no quiere decir que no hiciera nada, aunque mi hermana se quejara todos los putos días de que era La Cenicienta. Lo que pasa es que ellas tenían unas tareas: limpiar, lavar, cocinar, planchar y todo eso, y mi padre y yo otras: lavar el coche, ir al fútbol, encender la barbacoa cuando íbamos a casa de mi abuela al pueblo…¡Lo normal!


Merche siempre se queja de que no colaboro lo suficiente, ni con los niños ni en la casa. Pero que lo hago, que le voy a comprar la leche y el detergente para que no se fastidie más la espalda. ¡Y riego las plantas del jardín! Bueno, no tenemos jardín pero me ocupo de los 3 geranios que hay en la terraza, que si fuera por ella se le habrían muerto hace un siglo. Y también me llevo al crío al fútbol los domingos, así puede planchar tranquila sin que la molesten, que le pone una película a la niña o le saca el cuaderno de pintar y arreando. Y tampoco le pido que me compre las cervezas y el whisky cuando vienen los amigos a jugar la partida. Con que nos prepare unos bocadillos es suficiente. ¡Tanta queja ni tanta queja!





Foto: Marijo Grass


Llevo toda la puta vida trabajando, que yo empecé de mozo, en lo más bajo, y me ha costado mucho llegar a ser el segundo de a bordo en la empresa, y ganarme el respeto y la confianza de mi jefe. Me dejo los cuernos para que podamos vivir en una buena casa, y a los niños nunca les ha faltado nada. ¿Por qué cojones tiene que estar siempre cabreada? El otro día, sin ir más lejos, se puso como una fiera, y eso que estaba en urgencias antes de las siete de la mañana, bien jodida, con un dolor de espalda que no se podía ni mover. ¿Cómo podía pensar que me acordaría de todo vomitándomelo por teléfono desde el hospital? Dijo que estaba en la lista pero, ¿qué pasa si se me olvida mirar la lista de los cojones? Soy humano, ¡se me puede olvidar una lista! Además, me ocupé del desayuno y los dejé en el colegio… Pero claro, por mucho que me esfuerce ella nunca estará contenta, y por la tarde me volvió a llamar cabreada: que si no le había puesto a la cría el chándal para hacer gimnasia, que si Lluis tenía música y no llevaba la flauta en la mochila, que si luego le tenía que dar la merienda y dejarlo en casa de su amigo a hacer un trabajo de Ciencias, que si Laurita tenía cita con el dentista mientras tanto…¡Ni que fuera una máquina! O ¡un ministro!, para soltarme todas las peticiones de golpe.





Foto: Marijo Grass


A ver, yo sé que se pasa el día de pié en la peluquería, y casi no tiene tiempo de comer, que se lleva el Tupper, y cuando lo abre ya está de vuelta en el autobús. Y siempre le digo que no haga el ridículo comiendo de Tupper en el autobús; y ella, que no tiene tiempo, y que tampoco come mucho en el autobús porque aprovecha para leer esas novelitas de Romances que le gustan. Siempre con la misma cantaleta: que no tiene tiempo para ella. Y si no cuando le da por hacer régimen, que nos pone a todos a comer verdura porque , según parece, yo tengo barriga cervecera y eso es un riesgo cardionosequé. Y luego, a media tarde, tengo que pedirle a Conchi que baje al bar y me suba un bocadillo de chorizo, o una hamburguesa.


Conchi es mi secretaria. Bueno, es la secretaria de mi jefe pero también me ayuda a mí organizando la agenda de proveedores y el papeleo, y está de muy buen ver y te dice las cosas sonriendo. Antes trabajaba para un cliente nuestro, que siempre estaba diciendo que tenía los pezones como galletas María pero, el muy gilipollas no la dejó ir a ver a su madre cuando la ingresaron y, se despidió ella misma. Así que yo la rescaté de ese trabajo de mierda, y ella sabe que si su madre se pone mala la dejo ir sin problemas y la apoyo delante del jefe, y también sé que no tiene los pezones como galletas. No sabría decir cómo los tiene pero a mí me alegra la vista, porque con esa delantera— que no es que yo se la mire pero ella va siempre con buenos escotes y uno no es de piedra—, y la sonrisa puesta, se me hace más agradable el trabajo, aunque reconozco que algún pajote me he hecho pensando en ella pero, yo no soy como Paco: mi vecino que trabaja en un concesionario de coches, que hace apuestas con los amigos si consigue tirarse a las clientas, y si no se va derechito al puticlub a que le acaben la faena. A mí no me van las putas pero, la verdad, desde que a Merche le dan trabajos extra en la peluquería, y con los niños durmiendo en el cuarto de al lado, no me deja correrme a gusto, por si nos oyen y todo eso, y encima de mala gana porque está cansada. Y a mí lo de follar en silencio no me pone, ¡vamos!, que me entra el sueño y me duermo, que yo también estoy cansado. Menos mal que por la mañana me apaño en la ducha pero, esto no es vida, ni matrimonio, ni nada.





Foto: Marijo Grass


Y ahora se ha cabreado más de la cuenta y ha decidido desaparecer y joderme la partida del sábado porque mi madre no quiere quedarse con los niños. ¡Si a ella le dan vidilla los niños!, ¿por qué no puede quedarse con ellos hoy, que no está mi mujer? Dice que no los conozco, y que ya va siendo hora de que me los lleve a algún sitio y me ocupe de ellos pero, ¿cómo no voy a conocer a mis hijos? Y, ¿por qué tengo que llevarlos a algún sitio el día que tengo mi partida?


Merche se distrae trabajando en la peluquería porque allí van todas a rajar de los maridos, y yo sé que a veces sale a tomar un café con el maricón ese y la gorda que trabaja con ella, pero la partida de los sábados es sagrada, por eso lo ha hecho, para joderme vivo, y que quede como un calzonazos delante de mis amigos.



Foto: Marijo Grass


No entiendo nada, me acaba de llamar Fernando diciendo que él tampoco viene a la partida, que anoche se fue con la mujer a un Restaurante y después a bailar a la Discoteca, y que se tomaron unas copas y hasta se fumaron los puros que le habían regalado en el Restaurante; pero, ¿se ha vuelto loco o qué? Eso lo hacen las parejas de novios pero no la gente con obligaciones y con familia. ¡Mira que salir a emborracharse con la mujer! Y hoy se van a dar un masaje de no sé qué gaita china para relajarse; que tienen que aprovechar, que el crío está el fin de semana de campamento. Pero, ¿Qué cojones le ha dado a todo el mundo con los campamentos?





Foto: Marijo Grass


Se me ha hecho rarísimo colgar el teléfono y no escuchar ni una mosca. Estoy acostumbrado a la radio que pone Merche en la cocina, cuando prepara la comida mientras yo veo los deportes, o al sonido de la Nintendo de los críos. Laurita se ha encerrado en la habitación con su hermano y están ordenando los juguetes. Le he preguntado si estaban enfermos o algo. Dice que van a hacer todas las cosas para llenar de puntos la plantilla, y así seguro que a su madre se le pasa el enfado y vuelve a casa. Dice que yo tendría que hacer lo mismo. La verdad es que esas ideas de Merche sí que parecen de campamento. Ella lo llena todo de listas pero yo nunca me fijo ni las leo. Las de los críos las han hecho juntos, con cartulinas y dibujos al lado de cada cosa: hacer los deberes, recoger la toalla del baño y tirar la ropa al cesto, poner los juguetes en su sitio, llevar los vasos sucios al fregadero, dar de comer al hámster, lavarse los dientes…y un montón de cosas así cada día. Si lo cumplen, ella les pone una pegatina al lado y, cuando suman muchos puntos les compra cromos o se van ganando su regalo de cumpleaños y, si no lo hacen, les quita puntos y se quedan sin cromos y sin fiesta. Cada cosa vale un nº de puntos. A mí también me hizo una plantilla de esas pero sólo me ha puesto una pegatina por regar los geranios. Tampoco es que me vaya a comprar cromos pero me castiga haciendo verdura para comer o dejándome sin echar un polvo. Ella viene con el cuento del cansancio pero yo sé que no quiere follar conmigo porque no me ha puesto las pegatinas de los cojones, ¡vamos!, que en esta familia hay que ganárselo todo a pulso.





Foto: Marijo Grass


Al final se ha anulado la partida, Merche no aparece y mi madre ha decidido apuntarse a un taller de pintura con sus amigas, así que me he quedado en casa con los críos.


¡Luisito es la ostia! Me ha enseñado a jugar con la Nintendo y me ha ganado todas las partidas; y Laurita ha preparado Crepes de chocolate para merendar, aunque al mío le ha puesto chorizo, que sabe que me gusta más. No tenía ni idea de que supiera cocinar, ¡si sólo tiene 8 años! Pero bueno, yo he encendido la cocina y he vigilado la sartén para que no se queme, que ella me ha explicado que lo hace así con su madre. Y me ha estado contando chistes mientras hacía los Crepes. Dice que los sacado de un libro que le regaló su tía. La verdad es que tiene arte la chiquilla para contar chistes, coño. Me he reído tanto que casi me pongo el crepe de sombrero al darle la vuelta a la sartén. Después hemos ido a comprar palomitas al súper— de esas que se hacen solas en el microondas—, y hemos visto una película que a ellos les encanta: “Los increíbles” y, me ha hecho gracia porque Luis ha dicho que yo me parezco al padre de la película y su madre a la mujer, pero con el pelo al revés que yo soy moreno y su madre rubia. Y luego ha añadido que nosotros nunca hacemos nada que sea “increíble”. Entonces se ha puesto muy serio y se ha ido él solo a la cama sin despedirse.





Foto: Marijo Grass


Cuando está su madre siempre me da un beso de buenas noches antes de irse a la cama ¡porque se lo dice Merche! Laurita se ha quedado conmigo un rato en el sofá, y luego me ha dado las gracias. Yo le he preguntado que por qué me daba las gracias y ella me ha dado un beso y me ha preguntado si mañana podía llevarla a patinar al parque, que yo podía leer el periódico sentado en un banco. Le he dicho que vale, porque me ha gustado que me diera un beso de buenas noches sin que se lo pidiera su madre.


La mía ha llamado esta mañana para preguntar por los críos. Laurita le ha contado que nos íbamos al parque y ella ha colgado el teléfono sin hablar conmigo. Al final ni he visto las carreras de motos ni he leído el periódico. La niña ha estado patinando y Luis y yo hemos jugado al fútbol. Después hemos comprado un pollo al ast con muchas patatas y nos lo hemos comido los tres juntos. Ellos han recogido la mesa y yo he fregado los platos. Creo que debería arreglar el lavavajillas de una puñetera vez. A lo mejor consigo que Merche me ponga una pegatina de esas.


La verdad es que la echamos de menos, aunque ellos no han dicho nada pero, al ver lo bien que se han portado y que han recogido la mesa y los juguetes sin que yo se lo pidiera, me ha hecho pensar que lo hacían por ella. El pollo estaba bueno pero todos sabemos que el de su madre está para chuparse los dedos, por no hablar de las croquetas. Laurita se ha puesto a hacer los deberes y luego ha ayudado a su hermano a bañarse mientras yo preparaba la cena. Bueno, sólo he hecho espaguetis, con un bote de salsa que había en la despensa para las emergencias, pero se podía comer, que es lo que importa.




Foto: Marijo Grass


Ya se han ido a la cama y yo me he tumbado también porque no me apetece ver la mierda de programas que echan en la tele. No hago más que pensar en ella. Creo que debería hacer algo más para llenar mi plantilla de pegatinas, y llevarla a algún restaurante fino para que se ponga ese vestido tan bonito que le regalaron sus amigas por su cumpleaños y no ha estrenado todavía, o a un sitio de esos de los masajes chinos para que se relaje un poco.


He estado hablando con Fernando. Dice que se siente más joven después del fin de semana que ha pasado de picos pardos con la parienta. Al final le he contado lo de Merche, aunque a mí no me gusta hablar de mi vida con nadie. Me ha dicho que era un dinosaurio y que no le extrañaba nada que mi mujer se hubiera largado con lo puesto; que entiende que a nosotros no nos educaron para compartir las cosas de la casa o de los críos pero que él intenta ser un hombre nuevo cada día, aunque le cueste, porque la satisfacción es tan grande que le hace recordar por qué se enamoró de la mujer que tiene, que vale su peso en oro.


Yo tampoco quiero perder a Merche. Ella siempre ha estado apoyándome, y no quiero acabar como mi padre, que de tanto mandar y gruñir no hay Dios que lo aguante.


Mañana no voy a ir al bar después del trabajo. Recogeré a los críos y seguiremos haciendo cosas de la lista. Si conseguimos llenarla de pegatinas puede que Merche vuelva y, a lo mejor, podemos hacer algo “increíble”, todos juntos, como la familia de la película. No puedo prometer que cambie y me convierta en un hombre nuevo pero, no me gusta que me llamen dinosaurio y, le he dicho a los críos que lo intentaría.





Foto: Marijo Grass