— ¿No crees que YA es hora de que te centres un poco?
— ¿Qué te parece mi nuevo corte de pelo con perilla?
— ¡¡¡Peter!!!
— Estoy muy bien así, gracias.
— ¡Vas a cumplir 40! No puedes seguir actuando como si tuvieras 20 años menos.
— No te pongas maternal conmigo, por favor. Creía que habías venido a traerme un regalo. ¡Siempre eres la primera!
— Acabarás metido en un lío. ¡Podrían ser tus hijas!, y lo peor es que una de ellas es hija de Carla. ¡Si la conoces desde que era una niña!
— Ali, son universitarias, mayores de edad, con las hormonas a punto de ebullición. Te aseguro que nos hacemos un favor mutuo: compartimos un rato de diversión. Todavía les quedan unos años antes de obsesionarse con tener hijos o una pareja estable. De momento cambian de novio como de zapatos. Yo sólo soy el tipo que está ahí mientras deciden qué se van a poner. Me encanta asesorarlas con la lencería. Y aprendo una barbaridad. ¿Tú tienes un cajón de las bragas? No tenía ni idea que fuera tan importante clasificarlas.
— ¿Y Wen? Casi estás viviendo con ella aunque, a este paso, te durará lo mismo que sus antecesoras. Todas tienen un límite.
— Wen es mi chica: la mejor. No la cambio por ninguna, y conserva su piso. El sábado nos quedamos en casa a montar una estantería en el estudio. Me ponía mogollón verla sudar con el taladro en la mano.
— Y tú ¿qué hacías mientras tanto?, además de contemplar su culo, me refiero.
— Preparar el vermut y decirle lo guapa que estaba rodeada de herramientas. Oye, ¿a qué viene tanto sermón? ¿Acaso rajo yo de tu marido?
— Me utilizas para que encubra tus infidelidades y ni siquiera me lo dices.
— ¿A qué te refieres?
— Wen llamó a casa el domingo por la tarde para dejarte un recado porque no le cogías el móvil. ¡Se supone que llevaste a mis hijos al cine!
— Lo siento, se me olvidó avisarte. Tuve que ir a consolar a Susana. Su gato había desaparecido y estaba muy deprimida. ¡Joder!, eres mi hermana. ¡Deberías estar de mi parte!
— Pues, lo siento, no pienso hacerlo más. La mitad de mis amigas han destrozado sus vidas enamorándose de tíos como tú.
— Pero, ¡si las trato como reinas! Las hago reír, las llevo a cenar a restaurantes cojonudos para que puedan lucir sus compras y, ¡mi secretaria les envía flores por su cumpleaños!
— Yo diría que las utilizas como concubinas, y el que se luce en los restaurantes eres tú, que no es lo mismo.
— Tú utilizas a mamá cada día para que recoja a tus niños; y siempre te deja la cena medio preparada.
— Joder, es su abuela y…yo no gano tanto dinero como tú; no puedo pagarme una canguro ni comer cada día en un restaurante.
— Sea como sea utilizas a mamá. ¿Acaso le has preguntado si no le gustaría más irse al Bingo con sus amigas que estar batallando con dos pequeños monstruos que la vuelven loca?
— Mamá adora los niños. Estaría encantada de hacer lo mismo por ti.
— Bueno, eso que se ahorra. ¿Quién utiliza a quién?
— ¡Eres imposible! No sé cómo consigues que te aguanten las mujeres.
— Vamos, hermanita, no gruñas tanto que dentro de 4 días me pedirás que te regale unas inyecciones de botox por tu aniversario. Y sabes que lo haré encantado. ¿Te apetece un Redbull?
— Prefiero un café doble. Anoche Santi se puso malo y no he pegado ojo.
— ¡Marchando un café doble para la superwoman!
— Hablando de mamá: dentro de 10 días también cumple años. ¿Alguna sugerencia?
— Tú eres perfecta organizando fiestas, y sabes qué le hace ilusión. No te preocupes por nada y envíale la factura a mi secretaria. Pago yo, que tú ya tienes bastante con los enanos.
— ¡Qué generoso! ¿Crees que vendrá Wen, o para entonces tendrás una sustituta? Lo digo para preparar a Mamá, que no le gusta quedar mal como anfitriona y siempre las confunde. ¡Si cambian de nombre y color de pelo cada vez que las llevas a su casa!
— Te has vuelto muy irónica. ¿Te folla bien ese marido tuyo? Estoy empezando a pensar que, en el fondo, estás harta de tu vida, ¡que añoras un poco de diversión!
— Puede que sí añore un poco de diversión, o levantarme un sábado a las 12 de la mañana y desayunar tranquilamente leyendo la prensa, pero: adoro a mis hijos y a mi marido, que es mi compañero y le gusta compartir su vida conmigo; asumo la responsabilidad, y sé que disfrutar de mi familia supone renunciar a otras cosas. Si lo pongo en una balanza me quedo con lo que tengo, aunque los niños nos despierten dando saltos sobre nuestra cama el domingo de madrugada, o se pasen la noche vomitando por culpa de una bronquitis aguda. No puedes imaginar el placer que produce contemplar a un niño descubrir cosas nuevas, ayudarle a alcanzar sus logros, aunque sólo se trate de vestir una muñeca, o pintar un dragón que se parezca a un dragón y no a un cocodrilo; inventar un cuento en el que el lobo feroz no es malo sino que le toca siempre hacer el personaje de malo, y por eso nadie lo quiere ni le invita a las fiestas, para que deje de ser una pesadilla y pueda descansar tranquilo. No sabes lo divertido que es buscar una respuesta a sus incógnitas: ¿por qué la leche es blanca si las vacas comen hierba? Y cosas así. Me emociona que me regalen un dibujo con un monigote al que le faltan pies y manos, y un garabato, que simula unos labios de color rojo, y se titula: “Mi mamá es guay”
— Te estás poniendo tierna. ¿Te has embarazado otra vez? A mí me parece otra clase de egoísmo lo de perpetuar la especie. A ti te reconforta el amor de tus hijos y a mí me satisface tener muchas amigas.
— Me das pena, hermano. Vas a terminar más solo que la una. Con 60 tacos intentando ligar en los bares de moda con niñatas que podrían ser tus nietas. Patético.
— Yo no ligo en los bares, eso es para estudiantes. Prefiero los museos, los restaurantes, los aeropuertos…, y por supuesto en ZARA y lugares así.
— Tú no compras en ZARA.
— Pero ellas sí. Sólo necesitas observar a una indecisa con dos prendas en la mano y sugerirle la que mejor le sienta, luego la invitas a tomar algo y ¡voilà!
— ¡Qué fuerte! No puedo creer que vayas a ZARA, ¡¡¡a ligar!!!
— A veces compro algo, sobre todo en la sección de Hogar. Esa puede ser la segunda parte, para afianzar la cita; pedirles que te devuelvan el favor ayudándote a elegir una funda nórdica. ¡Les encanta!
— Pero, ¿no te cansas de cazar nunca?
— Eso es precisamente lo que me divierte: la emoción del principio. Resulta muy creativo.
— Te doy la razón en que los principios son divertidos y emocionantes pero, cuando conoces bien a alguien a quien puedes sorprender porque sabes de sus anhelos y algunos de sus secretos, porque se establece una complicidad, no sé, porque empiezas a proyectar cosas en compañía…¡Eso es más gratificante que estar todo el tiempo empezando a conocer gente!
— Pero, si yo no necesito conocerlas, me basta con disfrutarlas. ¡Me encanta tener tantas amigas!
— ¿Amigas? Pareces uno de esos futbolistas famosos que los pillan de revolcón mientras sus mujeres están de parto, y ellos aseguran que sólo salen a tomar algo “con sus amigas”.
— Yo no tengo mujer de parto, así que no me compares. Soy un hombre soltero y sin compromiso. Puedo hacer lo que me dé la gana.
— Y, ¿Wen?
— Uff, ya estamos. Wen es mi chica: la que me cuida, me monta un armario o se acuerda de recoger mis trajes en la tintorería. La única que tiene cepillo de dientes y ropa de recambio en casa. Con Wen tengo una relación. Me gusta, y mientras no se meta en mis asuntos o empiece a sonar su reloj biológico nos irá muy bien.
— No tienes remedio.
— Alicia, querida, todas las mujeres tienen algo, y yo, ¡necesito descubrirlo!