7 de octubre de 2010

PÁNICO ESCÉNICO


Foto: Marijo Grass


Me siento como el auténtico hombre araña, pero nadando a contra corriente en un Hudson de tebeo. Quiero salir a flote, pero no puedo. Las torres monumentales de Manhattan, que se elevan hacia el infinito y más allá, se tambalean sobre mi cabeza anulando mis superpoderes para inmovilizar al enemigo; como si Camaleón, a instancias del Duende Verde, hubiera creado a esos guionistas para vengarse y hundirme. Vamos, que estoy jodido.




Chameleon. Stan Lee & Steve Ditko


Un poco más tarde, al salir de las oficinas de Marvel, llamo a Vicente, que siempre le quita hierro a las situaciones dramáticas y me aguanta las neuras desde que éramos niños.


— Pero, tío, ¡eso mola un huevo! ¡Serás una estrella del tebeo! ¡Harán una película! ¡Te irás a Hollywood! Y yo contigo, por supuesto…
— No es un encargo de la editorial: me han dado plantón. Esos tipos quieren proponer un personaje como el que hice con Marga: la súper villana. Están convencidos que sería un éxito.
— Marco, la peña va de triunfadora y eso mola; es la clave, tío; al final lo consiguen. A ver si te lo crees de una vez.
— Acabo de hacer el ridículo delante de un par de principiantes que quieren superar a Stan Lee.
— ¡Eres un puto crack! Seguro que cuando regresen los jefes y vean tus originales te llaman.
— Ni siquiera he podido hablar con Flash. Está ilocalizable…
— ¿Cuánto hace que no pegas un polvo? Ese es tu problema. ¡Tírate a una pava de Nueva York y lo verás más claro!
— Marga llega en un par de horas…
— ¡Que le den, tío! No se te ocurra quedar con ella. ¡Creía que lo habías superado!
— No te preocupes: Marga es historia.
— Tío, estás en el centro del mundo: la ciudad con más tías buenas por metro cuadrado. ¿Se puede saber por qué no estás disfrutando?



Foto: Marijo Grass



— ¿Quién ha dicho que no disfruto?
— Pues, eso, tío. Utiliza el mal rollo que te ha regalado Marga para dibujar la villana más poderosa que jamás ha parido el cómic.
— Estoy harto de villanas. ¡Quiero dibujar superhéroes!
— ¡Córrete una buena juerga, joder! Y no vuelvas cocido a casa sin una perica que te deje como nuevo. Eso nunca falla.


Foto: Marijo Grass


Vicente es un pedazo de cabrón, de boquilla. Hablar con él siempre me levanta el ánimo, aunque esté convencido que los problemas, o el miedo incontrolable al juicio ajeno, se solucionan por arte de magia si vas bien servido, de sexo, por supuesto.



He empezado a caminar sin rumbo. En este momento agradezco no tener un lío sentimental. Estaría intentando consolarme o pretendiendo que celebre algo que no estoy seguro deba celebrar, por mucho que Vicente lo vea como una oportunidad. No me atraen las mujeres que ignoran el momento en que uno necesita estar solo, pasear hasta perderse en el bullicio de las calles, pensar, o no pensar nada en absoluto. Algunas se empeñan en incordiar todo el rato porque se lo toman como un desplante, o una señal inequívoca de que no las quieres; y lo único que sucede es que ellas no saben estar solas, y yo necesito soledad para crear. Marga no era así, le gustaba su independencia; supongo que por eso nos llevábamos tan bien; además, ha sido la única de mis novias que ha tenido claro cuándo me tenía que dejar en paz.





Foto: Marijo Grass


Recuerdo a Osvaldo y Malena. Con él compartí apartamento en Londres, un otoño que me instalé en Kings Cross para hacer unos cursos de aerografía y mejorar mi nivel de inglés, al tiempo que servía copas en un bar.




Foto: Marijo Grass


Osvaldo era de Córdoba, pero la de Argentina. Parece que la vida me regala la compañía de un argentino cada vez que me instalo lejos de casa, porque conocer a Osvaldo resultó tan entrañable como coincidir con Mauro en Nueva York. Él era dramaturgo y director; bastante bueno pero, en aquél momento, tuvo un patinazo con una obra; la falta de presupuesto le obligó a trabajar con actores que no daban la talla y se estrelló en el King´s Head Theatre: el pub-teatro más antiguo de Islington, en el que compañías independientes, con propuestas originales, encuentran su lugar; uno de los templos del Off-West End, como el Almedia o el Warehouse Theatre.

Aquello le dejó KO una temporada; su manera de superar el mal rollo y las críticas fue refugiarse con un libro en el Poet´s Corner, en la Abadía de Wetsminster, como si fuera un turista; o pasear entre las calles arboladas de Hampstead, donde residió, en otra época, gente que admiraba; como D. H Lawrence o H.G. Wells.




Foto: Marijo Grass


La cuestión es que la plasta de Malena perdió el norte y lo estuvo atosigando de tal forma que acabó con su relación. Y eso que Osvaldo estaba colgado hasta la médula, pero no pudo soportar semejante acoso, ni su forma de tratarlo como a un perrito de circo, abandonado por su público, tras romperse una patita en mitad de la función. Además, nosotros vivíamos entre la estación de King´s Cross y St. Pancras, que en ese momento estaban atiborradas de currantes y curiosos por el rodaje de Harry Potter y la cámara secreta, porque es el punto de partida del Expreso de Hogwarts y, como Malena era fan de la saga, además de bastante mitómana, casi se había instalado en nuestro piso para seguir de cerca el rodaje, justo cuando Osvaldo necesitaba perderla de vista. En fin, por lo menos su ruptura no tuvo un episodio de cuernos de por medio, como la mía con Marga; y ahora que noto su presencia sobrevolando la ciudad, me siento el mismo idiota que salió huyendo del Salón del Cómic con el “Corazón partío”, como cantaba Alejandro Sanz.

Creo que será más productivo callejear; sacar mi libreta y tomar apuntes de los personajes que circulan por la ciudad; una buena colección de recursos para un dibujante en crisis.




Foto: Marijo Grass


Eso es lo que más me gustó la primera vez que recorrí la Gran Manzana: la cantidad de rostros interesantes que me inspiraban para dibujar… Acababa de cumplir los 16 y a mi padre le di un disgusto tremendo; pensó que me había largado de casa en un arrebato, después de discutir con él por cualquier gilipollez que no consigo recordar. Yo solo quería pasar unos días comprando tebeos que no llegaban a España. Creo que estuve ahorrando desde los 7 años para darme ese capricho pero, al final, mi madre y mi tía Maruja me regalaron el billete. Ellas siempre creyeron que tenía talento con los lápices y estaban dispuestas a complacerme. Al fin y al cabo, nunca fui un crápula ni me convertí en delincuente, como algunos de mis amigos; jamás me metí en un lío muy gordo, lo suficiente para que llegara a sus oídos o no pudiera resolver por mis propios medios. Por eso mi madre regala los álbumes que he publicado a sus amigas, a quienes el cómic no les interesa un carajo, pero la hace sentir ganadora en la batalla que libró con mi padre, el día que me piré, solo y sin despedirme, a visitar la ciudad de los superhéroes.




Foto: Marijo Grass


A mi regreso me mostré inflexible con mi futuro de dibujante y, para que no me dieran la tabarra, acabé el instituto y me matriculé en Bellas Artes, que era lo único que no me desviaba del camino. Casi todos los valencianos que habían triunfado en los 80, como Daniel Torres, Micharmut o Mique Beltrán, pasaban en algún momento por la Facultad; y yo había devorado sus cómics siendo un crío. Me fascinaba el personaje de Roco Vargas, álter ego de Torres, y sus escenarios futuristas con aires retro, o las "Mujeres Fatales" de Mique y Max. Quizás debería recuperarlas ahora que debo concentrarme en las chicas malvadas.




Micharmut/Daniel Torres/ Mique Beltrán & Max


Empiezo a caminar por la Avenida, completamente absorto en mis pensamientos, después de llamar de nuevo a Flash. Necesito que haga de agente y despeje mis incógnitas, pero su teléfono continúa fuera de cobertura. Me acuerdo de nuestro último encuentro, cuando afirmó que había enseñado mi trabajo en Marvel y les interesaba hablar conmigo.


— Trabajar para Marvel es como jugar con los Lakers; te pueden convertir en una estrella pero también te puedes estrellar más pronto.
— Bueno, Gasol lo ha conseguido.
— Pues, tienes que convertirte en el Gasol de Marvel, tío. Necesitas ser muy disciplinado, entregar los originales a tiempo, y con una calidad superior a la media.
— La disciplina y el tiempo no me preocupa. Lo que no tengo claro es si estoy en ese listón: superior a la media.
— Si tienes capacidad de adaptación, ganas de aprender y, por supuesto, eres más que bueno, te quedarás.
— ¿Qué significa para vosotros capacidad de adaptación?
— Que te pongas las pilas con los requerimientos técnicos y el estilo del cómic americano. Que tengas claro que la historia es lo primero, y el enfoque y los movimientos de cámara hay que currárselos, además de la perspectiva, los fondos, la anatomía y todo lo demás. Doy por supuesto que eres humilde y tu disciplina de hierro. Todo debe ser perfecto y entregado a tiempo.


Me fascina lo mucho que sabe este cabrón y lo bien que conoce el negocio; y eso que no dibuja. ¡Y solo tiene 17 años! ¿Qué carajo hacía yo a su edad? Ya sé, estaba a punto de irme a Londres a aprender a utilizar el aerógrafo y conocer a Osvaldo, que me llevaba 10 y deslumbraba con su sabiduría, como hace ahora mi agente: el niñato. Debe ser que, en América, maduran más rápido.



Foto: Marijo Grass


Tengo la sensación de llevar horas caminando. En este tramo de la Quinta Avenida, al lado de Central Park, siempre hay un constante trasiego de turistas admirando los escaparates de las firmas de lujo, además de mujeres llamativas, con exceso de maquillaje, pieles y tacones de vértigo, que entran y salen de las tiendas, dispuestas a reventar su Black Card: la famosa American Express Negra, disponible para un selecto y reducido grupo de mortales, que gastan un mínimo de 250.000 $ al año y con la que pueden adquirir un yate, un avión privado o un Ferrari, aunque aquí vienen a por bolsos, joyas y vestidos, igual de inaccesibles. Es fácil encontrar modelos y celebridades, parejas de enamorados buscando un recuerdo en Tiffany, o secretarias dispuestas a conseguir una recompensa en especias, por la dedicación extra a sus jefes durante el almuerzo. A Marga le divertía mucho conocer estos detalles, supongo que por el gen cotilla que todas llevan incorporado. Le gustaba imaginar las vidas de la gente que se cruzaba a nuestro paso; improvisar guiones con personajes anónimos que ella elegía al azar. Yo me sumaba al juego porque resultaba un excelente ejercicio de memoria visual.




Foto: Marijo Grass


Marga se encaprichó del director de la película en la que trabajaba; pasaban tantas horas juntos que la combustión y el desahogo espontáneo tenían que llegar. Sé que el rollo terminó una vez estrenada la película. Me lo explicó en un correo que jamás me digné a contestar. Decía que me echaba de menos. En aquél momento seguro que se sentía sola y sólo fue una señal de debilidad, porque ella no es de las que pierden el tiempo lamentando sus decisiones.


Ahora mismo debe estar llegando al JFK. Hace un rato he pasado cerca del Waldorf Astoria: el hotel donde se va a alojar; por eso la tengo instalada en el cerebro; hacía tiempo que no me quitaba el sueño, pero sé que Marga es irresistible; si quedo con ella intentará seducirme por aquello de los viejos tiempos, y caeré en su red, y seré yo el que se ahogue en el Hudson en vez de Gwen.




Foto: Marijo Grass


Me voy a acercar al Planetario. En la parte trasera del Museo de Historia Natural, en la 81, entre Central Park West y Columbus Avenue, se encuentra el Rose Center of Earth and Space: lo que cualquier neoyorkino conoce como The Hayden Planetarium. Se trata de un cubo gigantesco de cristal, de 36 metros de altura, que alberga, en la parte superior, un Planetario con capacidad para 420 personas. En la parte inferior existe un gran anfiteatro donde se expone, a través de pantallas e instalaciones, la teoría de la explosión cósmica que dio origen a todos los planetas.




Foto: Marijo Grass


He comprado un ticket para la sesión de Cosmic Collisions, narrada por la inconfundible voz de Robert Redford, que me llevará de viaje a través del tiempo, examinando cómo el impacto de los asteroides en el espacio está cambiando el universo. Sólo quiero aislarme del mundo, olvidarme del pánico escénico que he sufrido, tras hacer de novato en las oficinas de Marvel, y dejar de pensar en los putos cómics, en Marga, o en lo que me depara el futuro.

Hacía tiempo que no tenía el ánimo en el centro de gravedad de la tierra. Espero que contemplar planetas y asteroides me distraiga un rato y me devuelva el juicio.




Foto: Marijo Grass