22 de octubre de 2009

Comer SANO ES Comer BIEN

Foto: Marijo Grass


Esta mañana, de camino al colegio y como cada miércoles desde que empezó el curso, mi hija lo ha vuelto a pedir.


—Mami, ¿puedes decírselo a Ramona?
—¿Estás segura? ¡Hoy dan helado de postre!
—Jo, mami, ya lo sé pero, es que hoy toca macarrones. Y tú sabes que con esos macarrones no puedo.
—¿Te acuerdas cómo se puso la semana pasada? Al final va a pensar que eres una niña caprichosa y yo una mala madre que te consiente todo.
—Mamiiiii, que yo me como la verdura y la ensalada que no quiere nadie pero, a esos macarrones le ponen una salsa asquerosa y, tienen mucha grasa y, no puedo; y de segundo hay hamburguesa. De verdad, mami, que NO, que luego me duele la barriga; ¿por qué no vienes un día al comedor y los pruebas?
—Vale, vale. Se lo digo, pero tendrás régimen hasta el viernes, que ya sabes que si lo pido te lo dan tres días seguidos.
—¡Qué bien!

Esto así, sin más, resulta sorprendente: una niña de nueve años— con una figura estilizada y atlética por la que muchas venderíamos nuestra alma al diablo—, prefiere un plato de arroz con pollo y una manzana a unos macarrones con carne, hamburguesa y una tarrina de helado, de las que NO saben a helado.

Las madres de sus amigas me señalarán como culpable del desorden alimenticio-emocional que muestra mi hija quien, por voluntad propia, renuncia al menú que triunfa en el comedor escolar; aunque lo que le pesa es la sobredosis de colesterol que le produce malestar estomacal; pero las cosas no son lo que parecen, o a mí me parece que no parecen lo que son.


Hace una semana, Ramona me recibió de esta guisa:

—¿Otra vez la tienes mala de la barriga?— interroga, con un tono de censura mezclado con manifiesta desaprobación.
— Bueno, algo así— le respondo, sin intención de ampliar el discurso que justifique por qué solicito que le den menú de régimen en el colegio. Además, ¡a ella qué más le da! Su trabajo consiste en apuntar las incidencias. No sé por qué le preocupa que la niña prefiera arroz hervido a un plato de macarrones. ¡Si me van a cobrar lo mismo por el menú!
—Y, ¿qué le ha dicho el pediatra?, ¿ le parece normal que le duela tanto la barriga? ¿No será que tiene cuento?, para no comer, me refiero.
—Mi hija come de maravilla, pero está acostumbrada a platos más ligeros. El pediatra dice que jamás había tratado tantos niños con desórdenes alimenticios o sobrepeso como en los últimos años y que es una suerte que se haya acostumbrado a comer sano.
—¡A todos los niños les encanta la comida que ponemos! Si hay madres que me dicen que en casa ni la prueban… y aquí quieren repetir.
—Siempre hay excepciones; mi hija debe ser una de ellas.
—Y, ¿a usted le parece normal poner a régimen a una niña tan flaca?—. No es que mi hija esté flaca, es que a ella le sobran unos veinte kilos y supongo que eso altera un poco la percepción de la gordura.
—Oiga, yo no he puesto a régimen a mi hija, entre otras cosas porque no lo necesita; pero está acostumbrada a comidas más ligeras porque tiene el estómago delicado y, si no le sientan bien los macarrones con esa salsa tan pesada, pues le da arroz hervido y sanseacabó. No veo dónde está el problema. Además, no le estoy pidiendo nada especial; apunte a mi hija en la lista de niños enfermos y ya está.
—¡Pero su hija no está enferma!, que yo la veo en el patio saltando a la cuerda y dando volteretas. ¡Eso es!, seguro que lo que le sientan mal son las volteretas que da en el patio después de comer y usted le echa la culpa a los macarrones, que todos se comen la mar de bien…
—Bueno, pues a ella la enferman; así que tiene todo el derecho a estar en esa lista.
—¡En mi vida he visto nada semejante! Convencer a su hija que está enferma, luego no se queje si a los quince se hace anoréxica.
—Oiga que yo no…



Foto: Marijo Grass


Esta es una típica conversación entre besugos, porque desde que los miércoles se han convertido en el día de los macarrones y la hamburguesa, me empiezo a parecer a Mrs. Moley, y Ramona a Groucho Marx; y lo peor del caso es que debería ser al revés:

Mrs. MoleyEsto ya me lo contó ayer.
GrouchoYa lo sé, pero me dejé una coma.


Es evidente que ha conseguido sacarme de quicio. Me empiezo a preguntar por qué interpreto a un besugo cuando lo único que debería hacer Ramona es apuntar el nombre de mi hija y al lado: régimen, ¡y ya está! Me está entrando el complejo de madre coraje a lo Belén Esteban con su “andreítacoñocómeteelpollo”, pero esta vez es:

” Le da usted el pollo a mi Andreíta o le monto la de San Blas y le traigo a la prensa, que se van a enterar porque MI HIJA ES LO MÁS GRANDE QUE TENGO, y yo, por mi hija, MATO!”

Foto: Marijo Grass


Me fastidia que después de tanta campaña institucional para acostumbrar a los niños a la comida sana y reducir el porcentaje de obesidad infantil— que ya está por el 1-4 según parece—, tenga que justificar que a la niña le sientan mejor los espaguetis con aceite de oliva y unas briznas de parmiggiano o el pescado a la plancha con una picada de ajete y perejil.

Ayer mismo escuché a una madre, al salir de la piscina, que una investigadora de la Universidad de Navarra había enviado una propuesta al Ministerio de Sanidad para que suban los impuestos a la comida rápida y se apliquen subvenciones a la dieta mediterránea porque, estando como está la economía, los Mc Donalds y Burger King están haciendo el agosto todo el año. Y ya sabéis que soy una auténtica seguidora de todo tipo de estudios o propuestas rocambolescas que se realicen en las Universidades de aquí a Kuala Lumpur…


En fin, que no es que yo esté obsesionada, más bien se trata de herencia familiar. Mis padres, siempre adelantados a su tiempo, predicaban con el ejemplo. Recuerdo perfectamente a mi mamá inventando personajes que nos invitaran a comer sano: como “Vista de águila”, que se ponía morado de zanahorias, que mejoraban la vista y tenían vitamina D: la mejor para desarrollar superpoderes. Supongo que el organismo se acostumbra y se repiten los patrones. Ahora mi hija prefiere una tortilla con tomatitos cherry o palitos de pepino a una hamburguesa con patatas.

—Que sepas que tu niña intercambia las albóndigas por la ensalada con Pedrito. Ambos están encantados con el trueque porque aquí no se levanta nadie hasta que ha terminado de comer— me decía la cocinera de educación infantil cuando tenía cuatro años—. ¡Es lo más raro que he visto nunca en un niño de esa edad: ¡cambiar la carne por un trozo de lechuga!
—Pues estoy segura que dejará de serlo— le respondo con total convencimiento—. En la próxima década el menú de los pequeños será BIO, todos reciclaremos la basura y dejaremos de considerar lo ajeno mejor que lo nuestro; por algo nos gastamos un dineral en exportar nuestra deliciosa gastronomía y triunfamos en el mundo deportivo. Hasta se extinguirá la familia Bush y los americanos acabarán teniendo un presidente negro… o hispano. ¿Qué te apuestas?
—¡Anda ya! Lo de la comida tiene que cambiar, que hay muchos niños con sobrepeso, pero no es la que les damos aquí sino la bollería industrial que les compran cuando salen del colegio…Pero lo del presidente negro, jajaja. ¡Eso no lo verán ni mis nietos!


¡Pero qué clarividencia!, si yo anticipé el futuro con un lustro de antelación. Deberían felicitarme y todo… Y pensar que Rappel y la bruja Lola se han forrado prediciendo memeces que eran vox populi antes que ellos las convirtieran en predicción; como que a Lady Di le ponía los cuernos el soso del príncipe Carlos con una señora sin el más mínimo glamour. Esto si que es agua pasada porque al final se convirtió en tragedia de proyección planetaria; la guapa perdió la vida huyendo de los paparazzis y se ganó la inmortalidad mediática; y la fea se quedó con el príncipe, que por algo era tan feo como ella; y a mí, que siempre me pareció un adefesio sin pizca de gracia me empieza a gustar y todo, después de probar unas galletas buenísimas que me han hecho descubrir su imperio alimenticio; y ahora resulta que ha ampliado el negocio con otra guapa celebridad elaborando más productos macrobióticos.



Foto: Marijo Grass


La supermodelo-actriz- productora Liz Hurley, casada, o quizás ya no, con un riquísimo y auténtico Marahá de la India, está a partir un piñón con Carlitos: “ Su Alteza Real, el príncipe de Gales, es una inspiración para mí…”— apuntaba orgullosa, subida a unos tacones de vértigo durante la presentación. Parece que: “ han unido sus esfuerzos lanzando al mercado una nueva línea de comida orgánica, saludable y moderna”. ¿Moderna?, ¿desde cuando la comida inglesa es moderna? Duchy Originals: delicious organic meats, Biscuits and desserts, que es la marca principesca, lo es; elabora comida moderna con los cerdos, vacas y gallinas que tiene la Hurley en sus 400 hectáreas de Gloucesterhire.



Foto: Marijo Grass


La noticia que, para variar, he leído mientras pelaba cebollas en un diario antiguo desata mi curiosidad de inmediato y me obliga a buscar información en su web, donde descubro las excelencias del negocio y el príncipe insulso empieza a caerme bien; porque no es asunto real involucrarse en un modo de vida saludable, que también. Lo más importante es su compromiso con el medio ambiente y sus obras de caridad y, por encima de todo, la demostración de que con ideas brillantes puedes triunfar; y no es su condición de príncipe sino su astucia empresarial :

“ Sometimes the simplest ideas can have a profound effect”— apunta en su declaración de intenciones

Y yo reafirmo mi postura ante la censura semanal de Ramona:

—Querida, ¡comer sano es comer bien!



Foto: Marijo Grass


Por cierto, las cebollas asadas al horno con piel y después laminadas y con aliño de: aceite de oliva, jugo de lima o limón y una pizca de sal, pimienta y orégano, resultan una deliciosa guarnición.

BON PROFIT!