15 de octubre de 2009

MURAKAMI´S WORK



Foto: Inma Grass


En una de sus célebres y escasas declaraciones, Murakami, el escritor— no el que ha estampado flores en los bolsos de Louis Vuitton—, afirmaba:

“ Las cosas que se pueden comprar con dinero es mejor comprarlas sin pensar demasiado si ganas o pierdes. Es mejor ahorrar las energías para aquellas cosas que no pueden comprarse con dinero”

— Cielo, no te preocupes y piensa que estamos bien, sólo nos han robado. Ya lo recuperaremos— dice mi novio, que es un amor.
— Joer, ya lo sé, y no me importa el móvil, la cámara y todo lo demás pero, la libreta noooo, ¡eso no puedo perderloooo!— replico con una extraña mezcla de cabreo y confusión.


Acto seguido, antes de anular el teléfono, mi novio llama a los ladrones a mi móvil y les deja un mensaje: “ Tíos, necesitamos recuperar la libreta, ¡es muy importante! Os doy pasta, quedaros con lo demás pero necesitamos la libreta…Llamad a este número, por favor”



Foto: Marijo Grass

Me siento tan conmovida, ¡esto es un novio de verdad!, enfrentándose a unos delincuentes que roban en los parkings mientras te entretienen con alguna sandez.

El gesto hace que gane un montón de puntos de repente— de eso entendemos mucho las mujeres—, y que empiece a desdramatizar la situación y olvide la pasta que nos va a costar la broma porque en ese bolso iba media vida, aunque lo único que lamento de verdad son las ideas perdidas. ¡Qué gran confusión! Intento visualizar en mi cabeza los últimos diálogos y tramas manuscritas. A lo mejor debería aparcar esa historia…¡A lo mejor es una señal!

Cuando se lo cuento a Sele por la noche exclama:

— Ay, mami, tú lo que nesesitas es un despojo porque, primero lo del coche y ahora esto parese cosa de brujería. ¿Quieres que te envíe un Babalao buenísimo que anda por aquí estos días?

Selene es como una hermana de corazón; nuestras hijas juegan a peluqueras con las Barbies e imitan a las protagonistas de la serie australiana H2O, que son sirenas y tienen poderes sobrenaturales; ella me inspiró un personaje de mi primera novela. Unas semanas atrás le comuniqué que un amigo común— que conocimos hace un par de años en un concierto de latinjazz—, había estrellado mi coche. Por fortuna él está entero; y yo he recuperado la bicicleta que contamina menos.

—Me parece que ya he tenido bastante despojo. Lo que necesito es un amarre para lo que me queda; empezar otra historia y olvidarme del asunto.
— Claro que sí, mi amol; pero sigo pensando que deberías haser una limpiesa.

Entonces aparecen en mi cabeza las declaraciones de Murakami, el escritor, no el artista de anime a quien el Guggenheim le ha dedicado este año una interesante exposición.

“ El destino es algo que se debe mirar volviéndose hacia atrás, no algo que debería saberse de antemano”



Foto: Marijo Grass

Tiene usted razón, señor Haruki, si recuerdo el despiste del que hacía gala cuando se produjo el hurto diría que lo llevaba escrito en la cara: “ Aquí una mema, soy amable contigo; mientras tanto tu amigo me puede robar el bolso”.

Olvidado el mal trago, después de esperar cuatro horas en la calle a un cerrajero de guardia en mitad del puente de la Hispanidad, empiezo a cuestionarme cómo una simple anécdota puede cambiar tu vida, tus relaciones, tu percepción del mundo o tu trabajo de creación y, como tengo a Murakami entre manos, continúo leyendo con atención:

“ Decidí ser escritor el 1 de abril de 1978 a las 13:30 h.”

Siempre me ha fascinado descubrir los motivos que invitan a la gente a hacer lo que hace y, esta declaración tan precisa como un story line merece toda mi atención. Necesito detalles: qué ocurrió ese día, a esa hora, dónde y con quién…
Wikipedia se encarga de despejar la incógnita:

“…Tuvo la revelación de que quería dedicarse a escribir mientras veía un partido de béisbol. Durante una jugada clave, en el instante preciso en que un jugador de los Yakult Swallows bateaba un home run a los Hiroshima Carp”.

“No tenía a nadie que me enseñase a escribir— apunta el autor—, así que tuve que basarme en lo que sabía, que por entonces era la música…”



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Yo no decidí empezar a escribir— aunque en los últimos tiempos sueñe con ello a diario—, y mis conocimientos giran en torno a la fotografía, el cine y el arte, en general. Unos cuantos amigos habían sembrado esa idea en mi cabeza con cierta insistencia y, recuerdo bien en qué momento se fraguó mi primera novela…

Un viernes de invierno con lluvia ligera, un fallo en la conexión telefónica me dejó sin ADSL, así que me planté en el bar de la esquina dispuesta a consultar mi correo. Me senté con un café al final de la estancia: un lugar bastante acogedor iluminado por una tenue luz cálida, frecuentado por estudiantes y oficinistas desde primera hora de la mañana. Al cabo de un rato un ligero cansancio me obligó a pedir una segunda taza; la lectura de Tokio Blues (Norwegian Wood) me había mantenido despierta hasta la madrugada; en ese momento empezó a sonar en mi portátil Monsoon, de Tokio Hotel. La aparición de la camarera me obligó a apartar la vista de la pantalla descubriendo a un grupo de adolescentes que charlaba de sus cosas mientras desayunaba.



Foto: Marijo Grass

Sin dejar de escuchar la música empecé a observar sus gestos y, no pude evitar que en mi mente apareciera mi vida pasada: instantáneas de otra época donde enfocaba rostros y situaciones que podía describir con precisión fotográfica, pero no era capaz de poner nombre y apellidos a muchos compañeros con los que compartí aula; ni siquiera confirmar si todo aquello que imaginaba como propio había formado parte de mi “leyenda personal”, como apunta Paulo Coelho.

En medio de ese mar de recuerdos me sorprendió una voz desde el fondo de mi cabeza. Era una voz irónica y divertida; me explicaba una historia con unos personajes que no identificaba pero reconocía, en las mujeres que luchan a diario por ser ellas mismas. Aquella voz me sedujo de inmediato; sin pensarlo demasiado abrí un documento nuevo y, completamente cautivada por su elocuencia, empecé a transcribirla.

Me fui de aquél lugar con diez páginas y una sonrisa. No sabía si aquella voz o su dueño volverían. Afortunadamente se quedó conmigo y desde entonces le rindo pleitesía.

El sábado me robaron el bolso con la libreta que contenía la última parte de mi segunda novela. En general siempre llevo una conmigo donde voy escribiendo lo que me sugieren las imágenes que me hacen tirar del hilo y los diálogos que brotan en mi cabeza en el momento y lugar menos adecuado. Me gustan con espiral y hojas blancas, como las que venden en MUJI, pero en esta ocasión mi cuaderno era un diseño del otro Murakami, exitoso artista e ilustrador. La compré en el Museo Guggengheim de Bilbao después de visitar su exposición. Allí me sorprendió el llanto de una niña al despertar de un sueño reparador que, al encontrarse de pronto frente a uno de sus simpáticos diseños cambió el llanto por la risa, presa de la emoción.


Foto: Marijo Grass


Y entonces reconocí tras mi cámara su éxito arrollador:

“ Me hice artista al ver de niño un cuadro de Goya con un monstruo que se comía a una persona y que me creó mucho trauma. Desde entonces quiero tener como público a los niños”— declaraba el autor.


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Me ha encantado reunir a dos célebres Murakami´s por obra y gracia del destino: el que según Haruki no hay que saber de antemano y, gracias a Takashi y sus animes enanos decido escuchar al que habita en mi cabeza para que siga dictándome historias que arranquen una gran sonrisa a mis futuras lectoras.



Foto: Marijo Grass. Fragmento obra de Murakami.


Este semana los medios de comunicación no han dejado de exponer las estadísticas en los informativos diarios: 80.000 hurtos al año en Cataluña. Un robo cada 7 minutos en el centro de Barcelona. ¡Ala!, ¡ya formo parte de la estadística!

FUCKING ROBBERS!