24 de septiembre de 2009

"LAS CHICAS BUENAS VAN AL CIELO, LAS MALAS A TODAS PARTES"

Foto: Marijo Grass


MAE WEST tenía razón. La reina de la comedia inteligente en los años 30 nos legó la cosecha de frases que mejor ha resistido la etiqueta de crianza, reserva y gran reserva hasta el día de hoy; aunque Ute Ehrhardt convirtió su frase lapidaria en título y se hizo con un best seller tan exitoso que tuvo que escribir la continuación:

“La chicas buenas van al cielo, las malas a todas partes. Y son cada vez peores”.

En esta, la autora, entre otros panegíricos, te propone un par de test para averiguar si has desarrollado con éxito el proceso de hacerte mala: cuánto placer te produce y dónde se encuentran tus dudas.
Ante semejante dosis de ingenio me pregunto:

¿por qué he pasado tanto tiempo creyendo que iría al cielo cuando empezara a criar malvas y tuviera una colección de gusanos, como amigos, en el Facebook ?

¡Qué manera de limitar la diversión! Si lo de ir a todas partes es mucho más apasionante y, desde que he decidido “hacerme fan” vivo en “el sitio de mi recreo”, como cantaba Antonio Vega en ese pedazo de canción. Estoy segura que mi desacierto, durante tantos años, se lo debo a la educación oscurantista que recibí en el colegio de monjas donde cursé la primaria.

Yo— ¡Madre!—. No es que fuera mi madre; es que a las monjas las llamábamos así—, ¿Qué es el infierno?
Madre— Un estado de sufrimiento, y el lugar donde padecen terribles tormentos los que se rebelan contra el orden; y que vas a visitar, en menos que canta un gallo, como sigas dibujando caricaturas en clase de matemáticas…


Google Image


Recuerdo con auténtico terror sus amenazas, y la confirmación de que ese lugar tan siniestro podía encontrarse a la vuelta de la esquina…

A los seis años Rosita Roig me arrebató el papel protagonista en la función anual del colegio porque una tormenta inesperada me provocó una afección de garganta y perdí la voz. Yo heredé su rol de árbol al fondo del decorado y ella se puso el vestido de princesa y le dio un beso a Carlitos delante de toda la asociación de padres. Ya sé que debería echar la culpa al servicio meteorológico pero es que, LA LAGARTA, sabía que a mí me gustaba Carlitos— como al resto de la clase—, por eso me regaló esa mirada de regocijo por la que casi provoco un incendio con el disgusto y quemo la moqueta del teatro. Al terminar la función, Carlitos me vino a buscar al vestuario y, en menos de 10 segundos, me dejó al borde del infarto:

— ¿Verdad que no te importa hacerme los deberes otra vez? Es que me voy a la fiesta de Rosita y ¡no me va a dar tiempo!

Este es el primer contacto directo con el infierno que sacude mi memoria, además de ir al colegio los sábados a hacer problemas de matemáticas como castigo a mi devoción por las artes plásticas.


Foto: Marijo Grass


A los 16 empecé a salir con el chico más guapo, divertido y embaucador de mi pandilla, hasta que me abandonó por Genoveva Polifibra: la reina del ladrillo; que era más gorda, más fea y su talento se limitaba a ir de compras con la visa oro de su padre: propietario del mayor imperio de materiales para la construcción de la zona.


Me costó seis meses— y una nueva afonía provocada por el enojo—, darle la razón a mi mamá sobre la suerte que había tenido librándome de semejante zángano. Y a día de hoy, todavía le guardo rencor y devuelvo a Geno la mirada de regocijo al leer con frecuencia en la prensa que la crisis inmobiliaria le ha dado carpetazo al negocio del ladrillo. ¿No es fantástico? La imagino envejecida, con una colección de cuernos más grande que la historia de Jerry Hall y comprando un Top horrendo a las gitanas del mercadillo de Campoamor; nada que ver con mi cazadora tejana con bordados de 5 euros que ha sido confundida con un auténtico Versace por la mayor parte de mis amigas.



Foto: Marijo Grass


Desde entonces mi vida ha cambiado notablemente y, ahora, puedo responder a la pregunta que hace Ute Ehrhardt a sus lectoras en el prólogo del libro:

“ ¿Es ya lo suficientemente mala?” E incluso completar el test, en el que, tras el recuento de letras marcadas, me aseguran:

“ No deja que nadie le quite el jamón de su bocadillo pero, sin embargo, a veces, con demasiada frecuencia, no coloca demasiado en alto su capacidad de planificación. Usted se reserva la entrada en escena llamativa para los enfrentamientos verdaderamente importantes.”

Esta mujer va muy bien encaminada en sus pronósticos porque el bocadillo me lo como yo, especialmente si es de jamón. En cuanto a la falta de planificación, reconozco que soy más de improvisar. Y lo de reservarme la entrada triunfal como una celebrity me lo estoy currando desde que he descubierto mi nueva diversión: la venganza del escribiente; donde pongo de vuelta y media a Lagartonas y Peter Panes de cualquier condición, y así me luzco con una represalia creativa, a pesar de haber olvidado a MAE WEST en mi novela.

Y ahora que la recuerdo, la admiro tanto que me voy a regalar otra de sus frases sin parangón:

“ Cuando soy buena, soy buena. Cuando soy mala, soy mucho mejor”.



Google Image

17 de septiembre de 2009

OH, MY GEORGE!!!

Foto: Marijo Grass



¡QUÉ ESPANTO!
—¿Qué pasa?, ¿no te gusta el corte? Yo te veo muy mona.
—Pero, una va a la peluquería a mejorar su aspecto, a celebrar un cambio en su vida, a olvidar un novio inconveniente…, no a enterarse de cosas que NO quiere saber, y menos aún a que le jodan las fantasías.
—No sé de qué me hablas pero, no te queda tan mal; a lo mejor te has puesto un color demasiado oscuro; te endurece las facciones un poco pero, tiene arreglo. La próxima vez te tiñes más clarito o te haces mechas y ya está.
—¿Es que no te has enterado? Si me ha dado la congoja y todo.
—Me parece que has tomado demasiado vino en la comida…
—Que no, ¡que no es esooo!
—¿El qué?
—Pues que ahora dicen que es GAY, o bisexual ¡o lo que sea!
—¿QUIÉN?
GEORGE, quién va a ser, ¡MI GEORGE!
—Y, ¿quién narices es TU GEORGE? No sabía que estuvieras saliendo con ningún George. ¿Te lo has ligado en Mallorca este verano o qué?
¡Clooney!, joderrr, ¡Clooney!



Google Image


—Y, ¿desde cuándo Clooney es TU GEORGE?
—Desde que hizo Urgencias, aunque yo caí en sus redes con Mr.Ocean y, además , NO es solo mío. Lo comparto con millones de mujeres en el mundo. De todas las edades. Eso no se hace: matar las fantasías de tantas féminas de un plumazo. Y, encima, que nos enteremos así, a bocajarro; y que salga el guaperas del amigo sentenciando que se casará con la Jolie el día que George salga del armario. ¿Te lo puedes creer? Eso ni es amigo ni nada.
—Oye, no te metas que a mí me pone Brad y mis fantasías están en paz.
—Pues, ¡menudo es tu Brad!; como le gusta jugar a arquitecto de altos vuelos, ahora hace prácticas construyendo un palacio para ratones. Menudo despilfarro. ¡Con la crisis que hay en el mundo! También me he enterado en la pelu, porque entre color y corte me da tiempo a hacer un Master: del poderío del HOLA al Aarg!!! del CUORE. Si me presentara a un concurso de la tele me llevaría el premio gordo. ¿Por qué no entran estos asuntos en el temario de la oposición? Debería existir un Ministerio de la Blasfemia y el Trapo Sucio; podría acceder al cuerpo de funcionarios echando un vistazo cada semana al quiosco de la esquina. ¿Te imaginas? Un examen de conocimientos locales y, si pasas la prueba, una segunda parte internacional. Por ejemplo: Familias Ilustres de España.

Tema 1: Ambiciones o, el ocaso de los Janeiro. Combate Esteban-Campanario 1-0.

Tema 2: Los hijos de la Dúrcal: la reina de la ranchera. ¿Conseguirán enviar al trullo a su padre y quedarse con el pastizal que dejó su madre en un paraíso fiscal? ¡Ay Dios!, si Rocío levantara la cabeza y viera en qué se ha convertido su familia perfecta. Y eso que ella cantaba lo de Amor eterno, con el que tuvo tanto éxito.

Tema 3: La Casa de Alba. El amor censurado de la duquesa octogenaria.

Tema 4: Tita Thissen, sus vástagos, su nuera y su legado: Patrimonio Surrealista de la Humanidad.

—Oye, que se te olvida la Obregón…
—Aparece en el temario de Historia Antigua.
— Y, ¿en internacional?
—Bueno, tendría que empezar por mi George, y eso me abruma ahora mismo. ¡Si lo leí también en La Vanguardia!, que es un periódico muy serio, de tirada nacional; y encima lo escribía un crítico desde el Festival de Venecia. Y yo NO creo que un respetable crítico de cine se dedique a publicar rumores. ¡Aseguran que tiene una relación de cinco años en el Lago de Como!
—Entonces, ¿qué pasa con las estilosas camareras que pasean a su vera luciendo palmito? ¿Acaso son un complemento a sus trajes de Armani en la alfombra roja?
—¡No puede ser verdad! Está claro que son ligues de temporada pero, me niego a creer que NO se las tira.
—A lo mejor le gusta la carne y el pescado…
—Ahora hablas como mi abuela y sus amigas del Club del Jubilado. Ellas son doctoras Cum Laude desde hace una eternidad. El otro día las puse a prueba. Se me ocurrió preguntarles cómo era el traje de boda de Grace Kelly en la portada del HOLA el día de su boda.



Google Images

—¿Y?
—Como si tuvieran la foto delante. Luego ninguna se acuerda de las pastillas que tiene que tomar pero, eran capaces de describir con todo lujo de detalles una foto de los años 50.
—Eso se llama memoria selectiva.
—Lo que tú digas pero, a mí no se me va a olvidar el disgusto que tengo con lo de mi George.
—Tía, que es un montaje, ¡para vender la película! Clooney parece del tipo bromista, y sus amigotes le siguen el juego.
—¿Tú crees?
—Pues claro, boba. La gente famosa hace lo que sea para mantenerse en el candelero. Acuérdate del numerito en el Twitter de Ashton Kutcher y Demi Moore.
—¿Qué numerito?
—El que montaron cuando él colgó una foto de su culo en pompa, en bikini, mientras se supone que plancha en un hotel.


Google Images


—¡Anda ya!, ¿alguien va a creer que Demi Moore se plancha la ropa? ¡Y en un hotel!
—Bueno, el asunto es que ella se cabreó con él, y él le pidió a sus tropecientos mil seguidores de Twitter que le enviaran un mensaje a Demi para que lo perdonara.
—Parece un juego de niños.
—Pues a mí me parece una estrategia de marketing fabulosa.
—Pero, ¿él no hacía un programa de bromas a famosos en la MTV?
Punk´d
—Eso.
—Faltaba la broma familiar. Además había retado a Larry King, que es un presentador estrella de la CNN, a conseguir un millón de seguidores en un tiempo record. Ahí lo tienes. La jugada perfecta de sus publicistas. Ashton y Demi SON el producto.
—Entonces, ¿era un montaje?
—Por supuesto, igual que el de tu George.
—Pues eso no se hace. Jugar con los sentimientos de las fans. Estaba pensando en quedarme con Hugh.
—¿Con Hugh?
—Con Hugh Hackman, el lobezno, aunque si lo pongo en mis fantasías será como en la peli de Australia. Y yo haré de la Kidman. ¿Crees que debería teñirme de rubia?
—¡Qué va!, tú de morena estás genial. A lo mejor un poco más castaña, o con mechas.
—¿Nos tomamos unos vinitos para celebrarlo?
—¿Celebrar qué?
—Lo de mi George, que no es gay, que es una broma de los de Marketing.
—Vale, pero no vuelvas a criticar a Brad.
—Hecho.



Foto: Marijo Grass

10 de septiembre de 2009

UN PEINADO DE ESTRELLA

Foto: Marijo Grass


Mañana me caso
. Ya sé que he escogido el peor momento porque hace seis meses que Robert se quedó sin trabajo; ¡y eso que era el mejor agente de la compañía! Pero las cosas están como están, y mi abuela siempre decía: “A mal tiempo buena cara”, y ella era una mujer muy sabia y, además, fue la única de mi familia que apoyó mi relación:

—Nena, es un hombre fuerte y trabajador. Y está por ti, que es lo que importa. Si lo quieres, adelante. Es tu vida y no tienes que dar explicaciones a nadie; son otros tiempos… No como antes, que tenías que cargar con uno porque el matrimonio no era asunto de amor sino de interés y tradición…Y eran ellos que te escogían en las fiestas del pueblo; Y tú aceptabas resignada, porque el que te gustaba se había liado con otra para contentar a su familia. Lo de contentar a la familia, qué quieres que te diga… Eso es una, ¿cómo dice tu prima?, ¡una gilipollez!
—¡Abuelaaaa!
—Y una pérdida de tiempo. Cada cual que haga de su capa un sayo.

Nada que ver con la opinión de mi madre:

—¿Cómo se te ocurre liarte con ese energúmeno? Cuado pasen los años y no le funcione ESO le saldrá el animal; y te va a costar Dios y ayudas domarlo; por no hablar del disgusto que le estás dando a tu padre, que ya tiene bastantes problemas con la finca para que venga su única hija a quitarle la ilusión de casarla con un hombre de provecho.

Si hay una expresión que me ha sacado de quicio toda mi vida es esa: un hombre de provecho; a esos les sale el animal, como al protagonista de la última novela de Marian Keyes: This Charming Man. ¡Menudo elemento!

Pero mi Robert es un amor. Mira que con su aspecto engaña porque es grande y fuerte, pero con traje parece un ejecutivo de altos vuelos. A mí me da igual porque yo estoy enamorada como el primer día, y de eso hace ya una eternidad…

Nos conocimos en un concierto de Madonna, el del Drowned World Tour que la trajo a Barcelona. Como pasó lo que pasó no he olvidado la fecha: 9 de junio de 2001; desde entonces lo celebro como si fuera el día de mi boda, que en realidad va a ser mañana, pero eso ahora no importa, porque yo seguiré celebrando el 9 de junio, llueva o truene, porque me gusta.

Quedé con mis amigas de la facultad para ir al concierto. La idea fue de Sofía, que siempre estaba dispuesta a tomarse un respiro entre tanto examen y nos convenció para que fuéramos en grupo. La verdad es que aluciné con el espectáculo: rollo lucha samurai, con Madonna de morena volando como en Matrix mientras cantaba Sky fits heaven. Durante esa canción me fijé en él. Bueno, mis amigas lo hicieron primero, porque estaba con un grupo de tíos que parecían armarios; no es que fueran muy altos (bueno, él sí que es enorme), pero se les veía tan fuertes y tan machos que nos partíamos al ver cómo cantaban y bailaban. Acabamos compartiendo cervezas con ataques de risa floja hasta la madrugada. Pensé que no lo volvería a ver pero al día siguiente tenía un mensaje en el móvil invitándome a salir y me pareció increíble. Unos meses después me confesó haber perseguido a Sofi aquella noche hasta conseguirlo.

La cuestión es que llevamos ocho años juntos y tenemos un hijo. Y ahora me caso porque él está un poco depre por lo del trabajo; mi padre ha conseguido superarlo gracias al nieto que le hemos dado ofreciéndose a pagar la boda; y yo, que pasaba de firmar papeles, voy a sellar nuestro compromiso en una ermita, como gesto de amor hacia Robert, para que sienta que mi apoyo es total, y de paso mi padre nos dejará en paz. Espero devolverle la ilusión por sus hobbies; ¡incluso ha dejado de jugar al rugby con sus amigotes!

Yo no entendía nada de rugby hasta que me convertí en su novia y me invitó a ver un partido. No era más que una liga entre amigos pero me fascinó que se lo tomaran tan en serio, ¡y emularan a los equipos famosos!, que tenían unas costumbres rarísimas, pero a mí me encantaba verlos.

De Robert decían que era un clon de un tal Sebastien Chabal: un famoso jugador francés, conocido como Atila— entre otros apodos ilustres— y, desde mi punto de vista, igualito que Sandokan. Era el único que plantaba cara de verdad a los ALL BLACKS, que es el equipo de la selección nacional de Nueva Zelanda, famosa porque antes de empezar un partido bailan un HAKA: una danza maorí que ejecutan en el campo para intimidar a sus rivales, y que mi Robert y sus amigos han imitado siempre; y a mí me gustaba más ese numerito que verlos jugar dándose ostiones todo el tiempo, que el rugby me parece muy violento, pero eso no se lo he dicho todavía.






Y ahora resulta que me caso con Bob: Mister increíble. El superhéroe que me ha dado un vástago igualito que él. Y yo los quiero tanto que me voy a vestir de blanco, con todo el tralalá que conlleva el bodorrio, y solo pienso en que mañana me convertiré oficialmente en Elastigirl, o eso es lo que desea mi hijo, que me hace llegar a los sitios dando saltos y lleva tres días con el disfraz de Dash: el niño de la película; y no hay manera que se pruebe la ropa que le ha comprado mi madre para la ceremonia.




Foto: Marijo Grass



La verdad es que se me hace raro estar en la cama con Robert la noche antes de nuestra boda. Hemos pegado un polvazo para ahuyentar el mal fario que otorgan al sexo las que se han casado. Estoy observando mi vestido colgando de la puerta y, hasta de ese misterio hemos pasado. ¡Si vivimos juntos hace un siglo!, ¡qué más da si él ya lo ha visto! De todas formas le he pedido que se vaya temprano con su familia y se lleve al niño, para que mi madre, que sí es supersticiosa, no me dé la tabarra con ese lío.

He quedado también con Marta, que es peluquera y buena amiga de la infancia. Tiene su negocio en Reus, pero mañana no abre porque me ha prometido peinarme como a Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes: con ese moño divino y una diadema, con forma de corazón, forrada de cristales Swarovsky, que es su regalo.

— Pero, ¿todavía estás así?, sin maquillar ni peinar, tomando un café como si fuera un sábado cualquiera. ¿Estás bien, hija? Y…¿dónde está Marta?
— No sé, mamá. No te pongas nerviosa. ¿Quieres una tila? Marta ha pinchado en la carretera y está esperando que llegue alguien de su seguro de asistencia.
— Pues, ¡mira qué bien! No se le ha ocurrido pinchar una rueda más que el día de tu boda. A Martita ¡¡siempre le pasan esas cosas!!
— Mami, no te estreses. Tómate algo y empezamos nosotras con el maquillaje.
— ¡Ay, señor! ¡Si ya sabía yo que tenía que contratar una profesional!
— Mamá, Marta es mi amiga y es una gran peluquera.
— Pues ahí la tienes, tirada en la carretera a 100 kilómetros de aquí.

Menos mal que soy yo la que se casa, porque si fuera ella me largo por la ventana. Pero el tiempo apremia y Marta no aparece. Mi madre está al borde del infarto lamentando una y otra vez no haberse encargado ella; así tendría un equipo de profesionales disfrazándome de estrella. Menos mal que me llama mi prometido, que intuye el grado de histeria de su suegra y me echa un capote.

— Cariño, da igual. Tú eres bella te pongas lo que te pongas, pero si no salís volando tendremos problemas con el cura y la comida. Te quiero, mi heroína, nos vemos enseguida.




Foto: Marijo Grass



Reconozco que me hacía ilusión llevar ese moño tan bonito y sentirme reina por un día, con corona y todo; pero después de hablar con Robert me da lo mismo. Ese hombre sabe siempre lo que necesito, y yo no me voy a molestar por una cosa tan trivial como un peinado de estrella.

— Pero, es tu boda. ¿Cómo te vas a casar sin peinar?— insiste mi madre, mientras respiro profundamente para no soltar una animalada.
— Mamá, ¿por qué no me haces una cola?
— ¿Cómo vas a llevar una cola vestida de novia?, ¿dónde se ha visto eso?
— Mami, me da lo mismo si soy la primera en llevar una cola el día de su boda. Me encantaría sentir el cepillo deslizarse por la melena; igual que hacías cuando era pequeña. Por favor, mami, dame ese gusto, que yo a ti , ya te he hecho abuela.

Mi madre rompe a llorar a moco tendido, estropeando su maquillaje de fiesta. Me siento en la terraza y empieza a desenredarme canturreando la misma canción que entonaba mi abuela.

Un poco más calmadas y con 30 minutos de retraso llegamos a la ermita. Marta está de camino, consternada después de arreglar el pinchazo; se siente culpable y cree que me ha hecho una faena. Le digo que me ha peinado mi madre y que no se apure, que estoy feliz y me veo estupenda.

Nada más llegar al recinto me recibe mi hijo, vestido de Dash, el niño de Los increíbles, que no ha consentido quitarse el disfraz ni con las amenazas de mi suegra.



Foto: Marijo Grass



— Vamos mami, ¡salta!, ¡por aquí! Yo te enseño el camino…




Foto: Marijo Grass


Y así aparezco en mi boda, saltando un seto para hacer feliz a mi hijo, que se cree un superhéroe en misión especial, porque todo el mundo está diferente: como si tramaran algo y, además, ha descubierto unos malhechores que están cocinando en el jardín de atrás, y tienen ollas que echan humo y él va a descubrir dónde preparan la pócima para secuestrar a su papá, que hoy también se ha vestido un poco raro, para disimular.



Foto: Marijo Grass


Mi padre se ha emocionado. Supongo que al hacerte mayor te ablandas un poco y, hasta le ha hecho gracia ver a mi hijo vestido de Dash.

Todo el mundo disfruta de un catering estupendo. Robert está guapísimo, y yo creo que me voy a desmayar. Nuestros amigos han hecho una colecta y nos regalan un viaje al Caribe. Esto si que es una sorpresa, porque no estaba previsto en el pack.
Hasta me han colocado al niño, que ha dicho que acepta quedarse con los abuelos con la condición de seguir llevando el disfraz.

Mi madre comenta que algunas arpías criticaban mi peinado; estoy segura que eran “sus amigas”, porque las mías me han felicitado por crear tendencia y, a veces, hasta una emergencia como esta, si la digieres con humor y tu hombre te mira con deseo, no te importa el peinado, ni el traje, ni las supersticiones de mal agüero.

Y nosotros nos vamos al Caribe, a pasear como tortolitos nuestro viejo amor que ahora parece nuevo; aunque hemos dicho al niño que se trata de una misión secreta y él debe quedarse a investigar lo de la pócima, no sea que nuestros enemigos pretendan envenenar el pastel que ha quedado para merendar mañana después de la boda.



Foto: Marijo Grass

3 de septiembre de 2009

De ARROCES y otros GOZOS del JAMAR

Foto: Marijo Grass

Mi tierra está considerada el reino de los arroces. Aquí se valoran tanto como obras de arte. Entre las poblaciones de costa e interior podemos sumar más de 500 variedades.

En Valencia y Castellón se han quedado el mérito de la paella; los murcianos y sus playas del Mar Menor con los calderos, pero la lista interminable de arroces autóctonos en Levante es inagotable; y las disputas ancestrales sobre el origen de los manjares tan legendarias como las batallas de moros y cristianos en las fiestas populares.

La abuela dice que los madrileños que aterrizaban en nuestras playas cuando empezó el boom turístico, allá por los sesenta, se llevaban todos los ingredientes para cocinar en sus casas; incluida el agua, que portaban en grandes garrafas.
Aquí están convencidos que hay otros factores tanto o más importantes que el tipo de arroz, el caldo o los ingredientes; especialmente el sofrito, el recipiente y el fuego. El tipo de leña y el control de la cocción es esencial. Los maestros de la zona aseguran que ni cocinas eléctricas ni de gas; eso es una herejía si quieres comer un arroz de verdad.

El tío Pepe— oriolano de cuna y madrileño de adopción— y, Ramonet— amigo de la familia y originario de Elche, población cercana a nuestro valle de las uvas—, discuten por el tipo de fuego:

— Ahí vamos a encender un buen sarmiento y verás el regustillo de las longanizas.
— La leña que tengo aquí es mejor para el conejo, con la pinaza se prende rápido; queda ahumado y le da un saborcico bueno, bueno.

Debería apuntar que el arroz con costra se considera el rey en Elche, pero los nativos de la Vega Baja del Segura hacen su versión; lo preparan en una cazuela de barro, que aquí son así de puristas y, si se te ocurre utilizar una olla de acero inoxidable o una placa de inducción son capaces de sacar el sable que empuñan en su comparsa y desafiarte.

He decidido sumarme al grupo que trocea verduras para la parrilla porque, ha ganado la receta del ilicitano;: la que lleva conejo; y no puedo soportar el momento gore de darle un sopapo al pobre animal y despellejarlo. Es uno de mis escasos traumas infantiles, acontecidos en esta casa, que no he podido olvidar…


En aquella época tendría unos cuatro años; solíamos pasar en este lugar casi la mitad del año. Todo el mundo tenía en su finca conejos y gallinas, además de un pequeño huerto, para abastecerse de productos básicos.
Los niños tratábamos a todos los animales como mascotas, daba igual si eran perros, lagartijas, caracoles o gatos. Yo adopté, como favorito, un conejito gris y blanco, bautizándolo con el nombre de Bunny, en honor al protagonista de unos cuentos de Richard Scarry, que me leían a diario: Las aventuras de “Conejín y Botijón”.



Foto: Marijo Grass

Scarry
fue un ilustrador americano cuyos trabajos llegaron a España en los 60 y 70 del siglo pasado. Publicó más de 300 títulos que vendieron millones de ejemplares traducidos a 30 lenguas. ¡Me encantaban sus conejitos…!
Supongo que a mis padres, interesados en impulsar el amor a la lectura, les parecían de lo más adecuado porque, en muchos de ellos, los personajes adoraban los libros y, con frecuencia, ejercían de lectores o bibliotecarios.



Google Images

Además, resultaban ejemplares, encarnando valores como: la amistad, el respeto, la ayuda incondicional o el trabajo. Y, en la colección que tenía de esa época vivían aventuras increíbles y se convertían en auténticos superhéroes pero, sin poderes extraños ni disfraz mágico.

Yo jugaba y alimentaba a Bunny como si fuera un miembro más de la familia; así tratábamos a nuestras mascotas; por eso nunca cuestioné por qué las abuelas se preocupaban si no estaba engordando.



Foto: Marijo Grass

Aquél día de un caluroso verano, celebrábamos una gran reunión familiar a la que también se sumaban amigos y paisanos. Desde primera hora de la mañana todos andaban arriba y abajo, ocupados en los preparativos y sin hacernos demasiado caso.
Aprovechando el despliegue de los mayores, saqué a Bunny de su jaula como otras veces, aunque me lo habían prohibido, por si se escapaba; pero todos sabemos que no hay más que censurar a un niño para aumentar su curiosidad y que haga lo contrario. Pasé más tiempo del habitual a su lado, acariciándolo en mi regazo y otorgándole atención y cuidados. Más tarde lo dejé sigilosamente en su morada, como hacía siempre, cuando mis hermanos me reclamaron a la hora del baño.

Cuando salimos de la piscina me quedé observando a los hombres un rato. Se ocupaban del fuego y eso siempre me ha fascinado; hasta que vi a Carmenchu— una señora con su sempiterna bata azul que ayudaba a mi madre en la casa—, dirigirse con paso firme a la jaula de los conejos. Al principio pensé que iba a limpiarla pero, de repente, la vi agarrar a Bunny por las orejas y llevárselo como un trapo. Empecé a gritar su nombre porque me pareció que le estaba lastimando; pero lo peor no había llegado todavía porque, en ese momento, alzó al conejo con una mano y con la otra le dio un golpe seco en el cuello— como en las películas de Jackie Chan—, que seguro le hizo mucho daño. Mi drama se agudizó cuando quise acercarme a ella corriendo, resbalé al borde de la piscina y me dí un porrazo. Cuando acabaron de curarme las heridas y salí al exterior cojeando me pareció ver la piel de Bunny en el suelo, como un trapo. La siguiente imagen es de Bunny troceado dorándose en el sofrito.
La expresión abatida de mi rostro y el llanto me duró el resto del verano.

Nunca he comido conejo porque, cada vez que veo alguno pelado, se reproduce en mi cabeza esa imagen terrorífica y, he pensado que a mi padre, que ama a los animales, le debió pasar lo mismo porque desde que tengo uso de razón es vegetariano.


Estamos en la parte trasera de la casa, las fuentes alineadas en una gran mesa improvisada, repletas de: berenjenas, pimientos, calabacines, tomates, cebollas , espárragos y otras verduras de temporada.
Hemos conseguido reunir un batallón de amigos y familia para despedir el verano pegándonos el atracón acostumbrado. Yo he pasado del arroz a pesar de la insistencia de Ramonet. Me quedo con la mojama, las ensaladas y toda la colección de verduras a la brasa; así me olvido del pobre Bunny.



Foto: Marijo Grass

A media tarde, cuando nos disponemos a empalmar la sobremesa con la merienda, aparece Natalio: panadero desde los 14 en el mismo horno de leña y, su mujer. Nos ha instruido sobre los secretos de una buena torta para hacer gazpacho; pero el manchego, no la sopa fría andaluza que inmortalizó Almodóvar en “ Mujeres al borde de un ataque de nervios” : un potaje de invierno que incluye esas tortas con carne.

— Oye, Natalio. ¿Cómo haces las madalenas con trozos de chocolate para que suba tanto la masa?— pregunta mi hermana al recién llegado, después de ofrecerle una brocheta de frutas con una bola de helado.
— Espera que rebobine que lo tengo en automático— responde Natalio rascándose detrás de la oreja y deslizando a continuación un dedo por debajo de la nariz; como haciendo una llamada a su inspiración.
— Es que me pasa lo mismo con la coca de aceite: la de sardina o la de pisto. Siempre me queda la masa muy fina…— continúa mi hermana al tiempo que se sirve una infusión de tomillo, recolectado por la mañana en la loma sobre la que se asienta la finca.
— A la coca le tienes que poner el aderezo antes de que suba— añade Natalio gesticulando
— ¿Cómo dices?
— Tú amasas, extiendes y pones el relleno antes de que suba; la tapas con un paño y la dejas reposar 20 minutos. Después a hornear otros 15 o 20 a 200ºC y ya la tienes— concluye Natalio sentando cátedra.
— Y, ¿qué me decías de las madalenas?— continúa mi hermana con su interrogatorio reposteril.
— A ver: media docena de huevos, un vaso de leche, medio vaso de aceite de girasol, que con el de oliva te queda un sabor un poco fuerte pa meterle luego las frutas o lo que sea; 100 gramos de azúcar, medio de harina, 2 yogures, ralladura de limón y la gaseosa.
— ¿Qué gaseosa?
— La de 2 colores; lleva un sobre blanco y otro azul.
— Y, ¿dónde compro eso en Madrid?: ¡gaseosa en sobres blanco y azul!— exclama mi hermana con un bufido, imaginando si en el bazar de la china, que hay cerca de su oficina, atestado de cosas inverosímiles, podrá encontrarlo.
— Pues aquí en la Mari: la de la charcutería del mercado. Los de Polo, de la panadería, también tienen, y Sacramento: la del puesto que trae los murcianos de cabello de ángel— suelta la tía Pepica, que hasta el momento se ha dedicado a asentir después de cada anotación de Natalio.

En ese instante empiezan a tirar petardos en la finca de al lado. Son los nietos de Ramonet, que todavía tienen un excedente de la pasada Nit de l´ Albà.

— No sé cómo les quedan ganas después de las quemaduras que se hicieron esa noche— suelta Asunción, la mujer de Ramonet y abuela de los carretilleros.
— Eso son heridas de guerra, las enseñarán con orgullo hasta que se mueran— añade Pepica, que siempre ha gozado de todas las tradiciones de los pueblos cercanos—. Yo no me lo pierdo por nada del mundo. Cuento los días para respirar el olor a pólvora. ¡Viva la Mare de Deu!— finaliza pletórica de emoción.



Foto: Marijo Grass

A mí me fascina el fuego, y en estas tierras cualquier excusa es buena para encenderlo, pero a la Nit de l´Albà, que se ve tras la montaña desde mi casa, hace años que no me acerco. Supongo que por quemarme los pies con las carretillas a los 6 años. No pude bañarme el resto del verano.

La nit de l´Albà (noche de la alborada, o del amanecer) se celebra en Elche el 13 de agosto. Es una fiesta de luz y sonido en la que los pirotécnicos visten de día la noche en la ciudad. Dicen que la tradición se remonta a la Edad Media, cuando todas las familias agradecían a la Virgen con un cohete por cada hijo. Empieza alrededor de las 11 hasta casi la media noche, en que se hace el silencio y empieza a sonar el “Gloria”: himno de la Coronación del Misteri d´Elx: una representación religiosa proclamada por la UNESCO como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, que yo recomiendo presenciar si te encuentras alguna vez por esos lares, porque resulta fascinante y te conecta con tu lado espiritual.

La conversación se interrumpe con la aparición de Encarna, que vive en la casa de al lado, portando unos cafés en las tazas que solo utiliza para las grandes ocasiones, que son herencia de familia y para ella tienen gran valor sentimental.

— Aquí les traigo, café, café, para quien le guste bien fuerte. Si quieren me queda una toña recién hecha para acompañar.



Foto: Marijo Grass


El sonido de las cigarras se intensifica entonando coros de un lado a otro de la pinada. La puesta de sol se acerca lentamente dibujando sombras inclinadas. La niñas se bañan de nuevo. Mi madre y la hija de Carmenchu— que continúa con la familia—, ponen a secar las cazuelas en un margen. Mi abuela prepara tomates para secar en unas tablas. Los hombres charlan a la sombra de un algarrobo, y las mujeres escuchan con atención los secretos de los rollitos de anís que hace Natalio.

Yo decido dar mi último paseo estival porque mis vacaciones han terminado; y empiezo a despedirme del paisaje y sus gentes cuando pasa Ricardo— el de la leña—, que me saluda como cada tarde al finalizar el reparto.



Foto: Marijo Grass