18 de junio de 2009

TODO POR UN SUEÑO

Lo sabía, ¡lo sabíaaaa!... y además lo certifica mi horóscopo en el 20 minutos. Sabía que los astros gozan de cierto altruismo y no podían fastidiar el día de mi cumpleaños; ¡o mi descumpleaños!, como asegura mi madre sentando cátedra:

— Nena, a partir de los 35, cumplir años es de mala educación.

Foto: Marijo Grass


Me sumo a su máxima y, ¡hala!, a descumplir sin remordimiento alguno, creyendo a pies juntillas lo que vaticina una tal Amalia en el diario, que hoy parece más inspirada que de costumbre; o su maestra en la escuela esotérica le enseñó que los buenos augurios se dedican a los que tienen la luna en su signo; o quizás le ha sentado bien el inicio de la primavera; o su jefe le ha dicho que aunque se hunda el negocio y recorten plantilla su puesto quedará indemne, porque en tiempos difíciles la gente se agarra a un clavo ardiendo, y con esperanza parece que duele menos. De manera que Amalia, siguiendo las instrucciones de su mentora, me ha regalado una dosis de ilusión para conseguir mi sueño:



“ La vida está llena de sorpresas. La carrera te plantea nuevos retos. Tu suerte, tu presente y tu futuro se hayan unidos al extranjero. Los viajes te vaticinan prosperidad. Trabaja con tu personalidad interior.”



Y yo, a trabajar con mi personalidad interior, a ver si los nuevos retos me regalan viajes al extranjero, y puedo sacar mi trolley del armario para lucir mis modelazos por esos mundos de Dios. Pero lo que me ha puesto a levitar, incluso a bailar sardanas en el patio de mi casa, que es particular, ha sido una llamada de mi hermana, a quien se le ocurrió enviar mi manuscrito a un experto del gremio editorial.


— ¡Dice que se puede publicaaaarrr!— exclama, con la euforia que provoca el regocijo por un triunfo familiar.

— ¿Cómooo? — interrogo, subiendo con torpeza el volumen de mi teléfono por si la he entendido mal.
— Pues eso, que se puede publicar. Bueno, sólo ha leído dos capítulos pero considera que está bien escrito y encaja en los parámetros del género a la perfección.
— ¿De verdad ha dicho eso? Y, ¿sólo ha leído dos capítulos?— interrogándola sin dar crédito.

— Dice que escribes como piensas y eso le confiere una frescura inusual…

— ¡Frescura inusual!— interrumpo con un suspiro.

— …pero supone que no tienes ambición literaria.

— ¡Uh hum!— exclamo, imitando a ”Vickie el vikingo”: una serie de mi infancia en la que un niño llamado Vickie, resolvía los contratiempos del energúmeno de su padre gracias a su ingenio.

— …que no vas de García Márquez por la vida, ni aspiras a ganar el premio Cervantes, ni nada de eso. Yo le he dicho que lo tenías claro, que lo tuyo era puro “entertainment”.


Por un instante mantengo la mueca sopesando sus palabras: “..que no tengo ambición literaria…”, pues depende de cómo se defina la ambición literaria, porque yo quiero escribir y que me lean. Y para comprobar si “eso” es “literario”, demostrando que tengo tan buenas ideas como Vickie el vikingo, me voy volando a WordReference.com a despejar mis dudas y cliqueo en sinónimos de “literario”, donde encuentro dos ítems.

El primero incluye: culto, retórico, poético e intelectual; el segundo: pedante, rebuscado y afectado.
Pues, ¡no me identifico en absoluto!, así que llego a la conclusión de que el chico tiene razón porque, bajo estos parámetros, no me interesa la ambición literaria. Pero los antónimos señalados en rojo despiertan mi atención porque apuntan adjetivos como: pedestre, familiar, humilde y sencillo. De repente suspiro porque creo haber encontrado mi sitio; y acto seguido la apreciación de mi hermana me despierta el instinto: “ Es puro entertainment” . Y de nuevo cliqueo en el WordReference y me siento identificada por completo cuando leo: distracción, diversión, pasatiempo, esparcimiento, jolgorio, placer, recreo…Y me queda claro que el antónimo que aparece en la línea inferior: aburrimiento, no me hace justicia, ni de lejos.


— Pues tiene razón— le contesto, presa del más absoluto convencimiento—. No tengo ambición literaria; sólo quiero entretener a la gente y que me lean en el metro; que se distraigan un buen rato y se olviden del capullo de su jefe o de un marido inconveniente; que se rían de sus miserias y se reconozcan en nuestros complejos…—.
Y me quedo tan ancha, con una taquicardia incipiente, deseando que el profesional que tiene mi manuscrito mantenga su opinión después de leerlo.


Al cabo de un rato, todavía rememorando palabra por palabra la conversación que ha puesto el broche de oro a mi aniversario, me detengo en una apreciación en la que no había reparado: “ Dice que escribes como piensas y eso resulta ágil y fresco”. Me siento emocionada, porque es exactamente lo que deseo.


Recuerdo las palabras de Mireia —que impartía clases de guión—, contestando a la pregunta de uno de nuestros pupilos:


—¿Por qué las pelis americanas, aunque sean una bazofia, resultan tan verosímiles?
Su respuesta despeja la incógnita.
—Porque los americanos escriben como hablan, y cuando necesitan un texto literario se lo piden a los ingleses.
—¡ Ahh!— exclamamos el alumno y yo al unísono.

Ahora lo veo claro, porque sufro lo que Woody Allen haciendo de Zelig: el hombre camaleón. Y cada vez me parezco más a la protagonista de mi novela: una lagartona en potencia, convencida que el éxito la espera a la vuelta de la esquina, sin demasiado esfuerzo. Y, para celebrarlo, me imagino en un cartel como el que empapelaba el metro de Londres hace unos meses promocionando la última novela de


Marian Keyes; donde aparece ella, tan mona, apoyada en su nombre, del que cuelgan la colección de piropos más notable con la que una novata como yo jamás ha podido soñar. ¡Te odio Marian Keyes!, que sepas que de mayor quiero ser como tú. Y que los de marketing escriban esas cosas que suenan tan bien… Y en inglés, que suenan mejor:


“ Mesmerising, Hilarious, Gripping, Addictive, Cracking, Classic”
.

Pero es que soy española y mediterránea, y tengo que hacer honor al pecado nacional: la envidia cochina, que nos caracteriza como pueblo y nos convierte en artistas del “rajar”; de lo divino y lo humano, pero “rajar” al fin y al cabo.

Y si no que se lo cuenten a los que alcanzan el éxito sin parangón —exceptuando los ases del deporte—, todos con el karma a cuestas, convertidos en el blanco perfecto de los que subsisten a base de despedazarlos en los programas de sobremesa; ¡envidia cochina! Es lo que hay.



Supongo que hemos exportado el pecado mejor que el aceite de oliva, porque si de algo se queja la Keyes, después de convertirse en la segunda mujer más rica de Irlanda, con millones de ejemplares vendidos en el mundo y diez libros a sus espaldas, es que la crítica siempre la ha tratado fatal. Pero, ¿eso qué importa, querida Marian, si has conseguido entretener a tantas mujeres en el mundo mundial? A mí, de momento, sólo me resta soñar, y por eso me arropo en las apreciaciones de los amigos que han leído el manuscrito: “ De lagartonas y Peter Panes”, en el que asumo el mea culpa porque la protagonista, con la que cada día me identifico más, se dedica todo el tiempo a “rajar”.

Y no pierdo la esperanza de entretener a mis lectoras, porque el soporte incondicional de la gente que me quiere es más que suficiente para empezar:


SAN ( guionista y realizador de cine y televisión; auténtico culpable de mi afición a este tipo de entretenimiento):

“ Muchacha, lo sepas o no, tienes alma y maneras de escritora: detallista en las observaciones, psicologista a la hora de describir acciones y conductas. Y lo que más me gusta: tienes humor, que en mi opinión es un rasgo sublime de sentido y sensibilidad”. Tras leer sus palabras no me queda más opción que hincharme como un pavo y escribir una novela.

Unos meses más tarde, después de sufrir la primera versión me contesta: “ Eres buena, mujer luminosa, pero necesitas depuración. Te vendría bien escaletar la trama. Revisión, revisión y depuración, eso es, depuración; PD. Me he reído en muchas ocasiones ”.


A partir de ese momento me dedico a la depuración, convirtiéndola en mi nueva rutina nocturna, recordando los piropos que me hacen soñar en el papel de la Marian Keyes del Mediterráneo español.

Otra víctima a quien endosar el manuscrito:

GUILLEM (según su perfil en Facebook: filmmaker, script-writer, cult director), amigo talentoso e incondicional:

—Te he traído un ejemplar descatalogado de
El arte de escribir, de Stephen King, para que te animes y decidas poner manos a la obra.

Unos meses después…

Yo — Creo que Stephen King podría usarme como ejemplo de ¡todo lo que no hay que hacer en una novela!
Guillem— Cariño, es que tú eres muy “verborreica”, pero ahí reside tu gracia. Me lo he pasado en grande. Ahora deberías escribir la segunda parte con Yaneisy de protagonista. Por cierto, ¿dónde está exactamente el restaurante del capítulo 12? Me dijo Pau, que comió allí con Bardem el otro día, que las paellas están de muerte. Debería patrocinar tu libro el departamento de turismo . He tomado buena nota de un montón de localizaciones. Mil gracias. Por lo demás coincido con San, lo jodido no es escribir sino depurar…


Pues a seguir depurando…


JAVIER ( investigador y documentalista, experto en Buñuel. Autor de una colección de ensayos cinematográficos ) Se ha tomado la molestia de sugerir correcciones y aconsejarme la compra del “Diccionario panhispánico de dudas”:


— Se ve que, a medida que vas metiéndote en el ajo de escribir, adquieres confianza y soltura. Y lo importante es el tono general, no tanto las anécdotas. Creo que tienes una voz propia, y encontrar tu voz es lo más difícil para un escritor. Desde mi punto de vista debes tener esperanza.

No está mal, se supone que he escrito un libro para TÍAS, de esos que los hombres no se molestarían ni en leer la contraportada, y resulta que hasta el momento mis lectores no forman parte del target ni en pintura…Pero, ¡lo han pasado bieeen!
Continúo con ánimo para seguir depurando.


ANGELA ( escritora, poetisa y cantautora). Amiga de la infancia. Ganamos un concurso de grupos de rock en el instituto. Ella sí tiene ambición literaria, y le gustaría compartirla conmigo:


—¡Tienes que aprender a poner las comas en su sitiooo!
— Pero, ¿qué te parece? Necesito saber si funciona; después le pediré a un corrector de estilo que me ayude con las comas y todo lo demás.

— Es el primer libro chick lit que leo en mi vida; no sé pero, engancha; y debo reconocer que nos retrata muy bien; y la risa está asegurada. Recomendaría su lectura como terapia alternativa, siempre y cuando aprendas a poner las comas en su sitio.


No puedo creer que mi target de público se preocupe por las comas en este momento. Seguiremos depurando, que es gerundio.

MI HERMANA (directora de comunicación en el sector discográfico más moderno e innovador):


— Le he preguntado a los tíos de mi oficina si sabían lo que era un Peter Pan. ¿Quién?, ha sido la respuesta universal. A continuación he añadido ¿Y una Lagartona? De esto entienden mucho porque todos han empezado a hablar a la vez: “Joer, pues claro. Yo conozco unas cuantas, menudas son”. A lo mejor deberías pensar en un título alternativo, tenemos que estudiarlo.

¡Manda huevos!, pienso, emulando al grosero de Federico Trillo cuando presidía el Congreso de los Diputados hace más de una década. No entienden de Peterpanismo pero conocen Lagartas por doquier. Esto confirma que mi libro es necesario, y no sólo para las féminas. Debo seducir a los machotes para que le roben su ejemplar a la parienta mientras se hace las mechas en la peluquería.

MI NOVIO ( el poco tiempo que tiene para leer lo dedica a tostones relacionados con el mundo financiero. Aun así, como le parezco la mujer más divina de la tierra —¡Mira que me ha costado años y patas de gallo echarme un novio que no se parezca a Peter Pan ni por el forro!—, se lee la primera impresión del manuscrito de una sentada y me vaticina un futuro en el que puedo comprarme tantos zapatos como Marian Keyes ).


Eso es amor, puro y verdadero; y es “Todo lo que quiero”, como rapea TOTEKING:

“…Todo lo que quiero son frases, vivo enganchao a contar lo que hace…tengo mucho que escribir…pase lo que pase, yo todo lo que quiero es disfrutar así…”

Y aquí estamos, en el patio de mi casa, que es particular, celebrando mi descumpleaños mientras imagino que a un editor iluminado le gusta el libro y, aunque mi versión de Lagarta no se parezca a la Kidman, haciendo de mujer ambiciosa con delirios de grandeza, capaz de montar un planazo para cargarse al marido, le robo el título a Gus Van Sant y propongo un brindis de aniversario elevando mi copa: “ Todo por un sueño”. Y, a continuación, suena un agudo
“ chin,chin”.

Foto: Marijo Grass