4 de marzo de 2010

Citas Horribles IV. DESCUBRIENDO A PRÍAPO. Segunda Parte

Primera Parte AQUÍ

Foto: Marijo Grass


Mi primera imagen del día, a través de la ventana panorámica de la buhardilla, me ofrecía un lienzo de Magritte con un cielo azul ultramar salpicado de nubecitas espumosas como algodones de azúcar, perfecto para nuestra excursión a Utrecht, donde habíamos decidido pasar la jornada para que Katy me enseñara el lugar que la vio nacer.


Utrecht es una de las ciudades más grandes y antiguas del país, con un casco histórico que data del s.XV. Posee infinidad de iglesias, castillos y una magnífica Universidad de gran prestigio. A primera vista recuerda a Ámsterdam pero más pequeña y acogedora. La oferta cultural es impresionante, y con frecuencia encuentras talleres de artistas por todas partes.





Foto: Marijo Grass

Mi amiga me informó que un domingo al mes ofrecían multitud de espectáculos gratuitos, y que su famoso ARCHIVO, por el que acabábamos de pasar, administraba millones de documentos, imágenes y publicaciones a lo largo de 19 kilómetros.


¡Diecinueve kilómetros!— exclamé sorprendida por semejante barbaridad de historia catalogada.

Cualquier información sobre tus antepasados, tu escuela o lo que se te ocurra que tenga que ver con la ciudad— me aclaró con cierto orgullo patrio; como si los secretos de alcoba de innumerables generaciones estuvieran guardados para que todos pudieran consultar si en su familia habían existido traficantes o prostitutas, y así justificar frente al mundo conservador su famosa permisividad.


Continuamos nuestro paseo por el canal Oudegracht, con la intención de comer algo en uno de los restaurantes con terraza llamado Den Draeck, situado al borde del agua: un lugar pintoresco con una armadura en la entrada y cuyo interior, repleto de escudos, antorchas y mucha madera, te trasladaba a un romántico castillo medieval; pero como estaba atiborrado de turistas decidimos caminar hasta una pastelería de los años 50, que amplió negocio robando espacio bajo al agua, con clientela local y una carta de postres imposible de rechazar.



Foto: Marijo Grass


Lo que más me sorprendió fue que bebían té, café, leche o agua del grifo. Está mal visto que te ausentes del trabajo más de media hora para comer pero, según Katy, es peor si lo haces oliendo a vino o cerveza , ¡ni siquiera tienen zumos o refrescos! Igualito que en España: el país del carajillo, la cañita o el vino de mesa. No me extraña la melopea que se cogen algunos cuando aterrizan en Benidorm de vacaciones y descubren a Don Simón, en tetrabrik de litro, por menos de 1 euro.


Después de probar las delicias de chocolate que ofrecía el establecimiento, decidimos continuar la ruta visitando la catedral y su célebre campanario, desde el que puedes contemplar el fantástico skyline de la ciudad; incluso ver Ámsterdam o Rotterdam, si el día está despejado y tienes energía suficiente para subir los 465 escalones que te separan de unas vistas inmejorables.


Concluimos nuestra jornada cultural en la exposición de un famoso dibujante local llamado Dick Bruna, que estaba repleta de niños escuchando con atención un cuento de su famosa mascota: Nijntje.





Foto: Marijo Grass

Nosotros la conocemos como Miffy: una conejita de trazos simples y colores primarios cuyos libros, traducidos a 40 idiomas, de los que se han vendido más de 85 millones de ejemplares en el mundo, me sabía de memoria después de mi experiencia como canguro pero, en aquella exposición— hoy en día convertida en Museo del autor—, descubrí su faceta como ilustrador de portadas y me encantó.





Imágenes: Bruna Huis Museum

Sus contornos básicos, tintas planas y un acusado sentido del humor, configuraban un estilo único y reconocible, con influencias de Mondrian y Matisse, sobre todo en sus personajes infantiles, diseñados medio siglo antes de que Guillermo García creara en España al simpático Pocoyó.







Una vez finalizado el tour decidimos coger un tren hacia Ámsterdam. Saliendo de la estación nos topamos con un viejo ex novio de Katy: un tipo grandullón y muy seguro de si mismo que, en otra época, la obsequió con una buena colección de desplantes pero, parece que la neurona defectuosa que poseemos casi todas le hizo olvidar los agravios al instante y, como el tipo nos invitó a un helado y no dejó de repetir lo fabulosa que la encontraba, fue suficiente para que mi amiga decidiera perderse con él, dejándome un par de horas para deambular por la ciudad antes de la cita con Peter, al que todavía me interesaba conocer.





Foto: Marijo Grass


Las luces empezaron a brillar bajo un cielo teñido de azul cobalto y los rótulos luminosos, coloreando las fachadas de los edificios, señalaban el comienzo de la noche alegre en la ciudad. Caminé sin rumbo durante un buen rato hasta Warmoestraat, en el famoso barrio rojo: una calle repleta de sexshops, cofeeshops y los célebres prostíbulos-escaparate, que se remontan al 1.200, aunque las vitrinas aparecieron en el s.XVII, según investigué años más tarde.


Me fascinaba esa tolerancia de la que hacen gala los holandeses y, como sabéis que la curiosidad me pierde, decidí sentarme a contemplar el bullicio. De repente me percaté que, al final de la terraza en la que había tomado asiento, se encontraba EL BUENO— del trío español del Rick´s Café—, compartiendo mesa con un alemán con el que intercambiaba impresiones— cada cual en su idioma—, al tiempo que acumulaban jarras de cerveza sobre la mesa, lo que me hizo pensar que la lengua de los borrachos es universal.





Foto: Marijo Grass


Minutos más tarde reconocí en la puerta de un escaparate a otro de sus colegas, bautizado el día anterior como EL MALO. Mi asombro se multiplicó al descubrir en el local contiguo a ¡¡¡PETER!!! ¿Peter? Sí, el chico de porte duro y mirada vulnerable con el que tenía una cita esa noche. ¡Y yo que pensé que era tímido! De hecho, parecía otro tío, no sé cómo definirlo, quizás más…¿sociable? Puede que me confundiera la situación pero, ¿qué hacía MI CITA saliendo de un burdel? Pues…, regalando alegría a su cuerpo serrano, supuse de inmediato. ¿Debería acercarme y ofrecerle un saludo, o largarme de allí perpleja, ignorando nuestro encuentro casual? La verdad es que no tenía ningún derecho a censurarlo, ni siquiera suponiendo que si me hacía pasar un buen rato esa misma noche podía obtener el mismo regalo mientras yo sostenía un cartel de rebajas sobre mi frente. Decidí ignorar estas opciones. Desde mi punto de vista la aventura no había hecho más que empezar.


Supongo que, habiendo devorado a Chandler y Hammett, y con una abuela superfan de Agatha Cristie, no me quedaba más remedio que seguirlo y practicar mis dotes detectivescas, cual Philip Marlowe, Sam Spade o la encantadora Miss Marple, para comprobar si esas lecturas me habían servido de algo, además de entretener las vacaciones estivales en una playa de mi ciudad natal, durante mis años mozos.





Foto: Marijo Grass


Saqué de mi bolso una gorra y un ligero foulard y me coloqué el atrezzo con rapidez dispuesta a seguir a mi proyecto de cita, mezclándome entre la gente y a una distancia prudencial. Peter se detuvo frente a un puesto de perritos calientes enormes un par de calles más adelante, donde esperó paciente su encargo mientras echaba un vistazo a un diario local. Mientras, yo lo observaba apostada en la esquina, intentando pasar desapercibida entre los grupos de turistas que abarrotaban el lugar.


Al cabo de 10 minutos, le entregaron su take away en una bolsa enorme y regresó haciendo el camino inverso, dejándome el tiempo justo para esconderme en una tienda y evitar que me descubriera en mitad de la investigación.





Foto: Marijo Grass


Y de nuevo regresó al escaparate del que había salido. ¡Le llevaba la merienda a las chicas! Me quedé atónita contemplando desde la acera de enfrente cómo compartía el festín con tres mujeres ligeras de ropa.


En aquél momento ni siquiera parecían prostitutas en un escaparate sino un grupo de amigas, zampando patatas fritas, con su hermano del alma. O ¿es que su rol de cámara no le permitía pagar el alquiler y hacía horas extraordinarias? ¿Se dedicaba al cine porno y esto era una sesión de trabajo? ¡A lo mejor ayudaba al director de casting! Estuve barajando infinidad de posibilidades mientras observaba la escena pero, la verdad es que resultaba demasiado familiar para tratarse de un cliente a quien minutos antes le habían hecho un servicio. Bueno, quizás era un BUEN CLIENTE, y como no era foráneo existía esa clase de complicidad. El caso es que me quedé allí acechando desde el otro lado del canal hasta que terminaron de comer, y cuando me pareció que se despedían decidí sorprenderlo en la puerta con un:


Hallo!!!, hoe gaat het? ( que creo significa algo como: ¡Hola!, ¿qué tal?)


Pero la sorprendida fui yo cuando me respondió con un par de besos ruidosos, me presentó a sus amigas y ellas me invitaron a tomar el postre. Me pregunto cuánta gente inmortalizó nuestra simpática reunión.

Siempre que me encuentro en un lugar atestado de turistas empiezo a imaginar los álbumes familiares en los que apareceré como figurante anónima. ¿Cómo serán esos álbumes? ¿En qué lugar de su estantería estarán guardados acumulando polvo?¿De qué color será la tapa?¿Al lado de qué gente pasaré a formar parte de su historia? ¿Cuántas veces lo mirarán al cabo de los años? Quizás a alguien le llame la atención mi sombrero y se pregunte quién era la hortera que pasaba por allí cuando efectuaron el disparo. Desde que existe la imagen digital y los móviles con cámara me he hecho ese tipo de preguntas con más frecuencia, si exceptuamos la del color de la tapa del álbum y la acumulación de polvo, solventado hoy en día con el almacenamiento en la red, donde me etiquetarán como “hortera” cuando no les guste mi sombrero.





Foto: Marijo Grass


En aquél momento podía imaginar la escena que co-protagonizaba desde el otro lado del cristal: sentada tras un escaparate de la calle Warmoestraat, comiendo un panqueque con tres mujeres que alquilaban su cuerpo a jornada completa y un maromo que les traía la merienda como si lo hiciera cada tarde de su vida. ¡Menos mal que no existía Youtube!


La cuestión es que lo pasé estupendamente. Peter se reveló como un tío simpático que no cesaba de gastar bromas a aquellas mujeres, a quienes profesaba atenciones al tiempo que flirteaba conmigo. Incluso una de ellas, puertorriqueña de origen y ex bailarina de Chayanne, con la que estuve charlando un rato, me soltó cuchicheando al despedirnos :


Toda mujer fina necesita su dosis de nene cafre, pero este chamaco está bien rico y no quiere vividorear en la calle a cambio de chistesitos.





Foto: Marijo Grass


Con semejante torre de babel a mi alrededor no tuve tiempo para traducir la jerga de la puertorriqueña pero, me dio la impresión de que mi nuevo amigo no era pariente del lobo feroz. Y cuando Peter sugirió enseñarme su jardín, antes de recuperar a Katy, no le dije que no.


CONTINUARÁ