Hace un par de días, mientras desayunaba temprano, intentando recuperar la rutina, leí en un diario digital: “Los Obama han celebrado la Pascua con el tradicional festival infantil, rodeados de 30.000 personas que consiguieron su invitación a través de un sorteo por Internet”, además de un grupo de celebridades entre las que destacaban: deportistas, actores, escritores o cocineros; quienes amenizaron los juegos leyendo cuentos o enseñando a los niños a comer fruta y verdura en un ambiente saludable, con sesión de yoga y todo.
Me llamó la atención descubrir que, la famosa carrera de los huevos de Pascua
(Easter Egg Roll) fue introducida como fiesta tradicional en la Casa Blanca por el Presidente Rutherford B. Hayes en 1878; se abandonó durante el mandato de Rooselvelt y fue recuperada por la Sra. Eisenhower, quien permitió por primera vez que asistieran niños negros. Los Obama invitan parejas gay y transexuales con sus hijos, aunque parece que no es la primera vez.
Bajo el eslogan ”Ready, set, go”, han hecho de anfitriones perfectos fomentando la campaña que lidera Michelle (Let´s Move), con la intención de combatir la obesidad infantil además de promulgar su compromiso medioambiental; por eso han utilizado comida orgánica en los talleres, y las bolsitas de caramelos que regalaban eran de plástico reciclado.
Los huevos de Pascua conmemorativos, con los autógrafos del Presidente y la Primera Dama, que comercializa la National Park Fundation para sufragar la carrera, se pueden adquirir en la web al módico precio de 7´50$ , y como sobran excedentes del pasado año los liquidan a 4$.
Esta mañana he visto las monas y huevos de chocolate de rebajas en la panadería de mi barrio. Me he encontrado a un amigo recién llegado de Portsmouth, en el Condado de Hampshire, que ha visitado su casa familiar y ha participado con sus hijos en la carrera: la misma tradición americana, sólo que los ingleses pintan los huevos y también compiten por la mejor decoración.
Mientras los invitados a la Casa Blanca disfrutaban de su tradicional Easter Egg Roll y mi amigo pintaba huevos en Portsmouth, yo he celebrado la Pascua con mi familia al estilo español: degustando exquisitas monas, torrijas y toneladas de chocolate, olvidando por completo la comida sana que promueve la Sra. Obama, y regalándome un par de kilos conmemorativos.
También he aprovechado estos días para indagar si, en un lugar en el que las tradiciones se remontan a siglos atrás, mantenemos los rituales por costumbre, por nuestras creencias religiosas, o porque cualquier excusa es buena para gozar de unas pequeñas vacaciones al inicio de la primavera.
Mi investigación empezó el Domingo de Ramos haciendo de turista. Se me ocurrió preguntar, a algunos de los que me crucé en la calle sosteniendo una Palma, por qué lucían semejante adorno.
— Hoy tengo que estrenar un vestido y pasear la Palma que ha comprado mi abuela— me responde una niña, que me hace recordar a la mía, que siempre entonaba aquello de: ”En Domingo de Ramos, quien no estrena no tiene manos”, por eso nos regalaba ese día bragas o calcetines, para no sucumbir a la sentencia del dicho popular.
— Es la tradición. Hay que ir al mercadillo y comprar la Palma a los críos— añade una mujer joven al escuchar mis indagaciones.
— Es un símbolo de fé, por eso llevamos las ramas de olivo, como los fieles que recibieron a Jesús cuando llegó a Jerusalén a lomos de un borrico— afirman dos señoras de mediana edad casi al unísono, al tiempo que reparo en que no llevan olivo sino hojas de limonero.
Al llegar a mi tierra encuentro unas amigas de mi madre, en una terraza asoleada, tomando el aperitivo. Todas maestras de escuela y oriundas del pueblo vecino de Elche— pero afincadas en el mío desde su matrimonio—. Ellas me regalan su conocimiento con placer y sacian mi curiosidad, además de invitarme a compartir el vermut:
— Nena, tenías que haber venido a la procesión de la Burreta, a ver esas Palmas tan bonitas. ¡Si el Ayuntamiento le regala una al Papa, a la Familia Real y al Presidente del Gobierno! Ya verás como el HOLA pone fotos de las Infantas…— suelta Mercedes, la más dicharachera, haciendo honor a su ramalazo cotilla.
— Oye, que en Elx es una fiesta de Interés Turístico Nacional e Internacional— añade Paquita con orgullo—. Aunque también lo es en Toledo, o en Calahorra.
— Y en Hellín, y en Ocaña— suma Mercedes con notable desparpajo.
— La Palma Blanca se exporta desde hace una eternidad a todo el mundo católico— proclama Rogelia—. Y se hacen talleres y concursos, pero las más costosas las hacen las mujeres. Son muchas horas de trabajo, y la técnica es ancestral. Eso sí que es difícil de enseñar. Los hombres no tienen paciencia para andar trenzando Palma.
— Mira— dice Mercedes agarrándome por el brazo, con su tono de profe de historia local, justo cuando pretendo alcanzar las olivas—. La palmera datilera es hija del sol y de la luna, y amante de los dos…
— ¡Ahh!— exclamo asintiendo, al tiempo que libero la mano que estruja mi brazo y consigo acercar el plato de olivas con éxito.
— De su relación con el sol, al cabo de 9 meses de polinización, y después de la fecundación, maduran los dátiles; y de su relación con la luna, que es la oscuridad por el encaperuzado, al cabo de otros 9 meses surge la Palmera Blanca— continúa con su relato.
— Algunos estudios hablan de su carácter funerario. Dicen que proviene de la mitología clásica— apunta Paquita—. El culto a Proserpina: una antigua diosa de vida, muerte y resurrección. Para los griegos era Perséfone— concluye satisfecha, teniéndome de público entregado: el que no suele disfrutar, con los delincuentes del extrarradio que tiene por alumnos.
— La palmera se ata, se encaperuza, después se recoge, se limpia y se le hace el tratamiento. Las hay de todos los tamaños— interviene Rogelia, retomando la parte práctica del asunto.
— Y, ¿por qué la ponen en los balcones?— pregunto, para rematar mi clase particular.
— Uy, ¡eso es muy antiguo! Antes se decía que en la casa donde se colgaba una palma lisa había un muchacho célibe, y si la ponían rizada se trataba de una joven soltera, pero hoy en día se coloca en el balcón porque ahí no molesta para limpiar— me informa Paquita.
— Y hace bonito con los geranios— añade Mercedes.
Esa misma tarde acompaño a mis padres a ver las procesiones. Nos cruzamos por el camino a los nazarenos, ataviados con sus túnicas y los capirotes colgando del brazo, acudiendo a sus respectivas cofradías. Los colores sirven para diferenciar las Hermandades, y el capucho, desde el punto de vista religioso, simboliza el acercamiento del penitente al cielo. Me sorprende la cantidad de jóvenes y niños que participan: todos con sus alforjas repletas de caramelos.
En algunos lugares de España, en especial en la zona levantina y murciana, es costumbre repartir caramelos. Un cofrade me explica que hacen un gran esfuerzo para realizar la penitencia y deben ingerir hidratos de carbono para evitar la fatiga, pero en algunas cofradías está mal visto; se llaman “austeras”, porque sólo proclaman los valores propios de la Semana Santa en las que interviene el recogimiento y la oración.
Cuando era pequeña los caramelos eran del tamaño de una tableta: tenían un nazareno pintado en el envoltorio y en el reverso guardaban una oración escrita. Hoy en día los niños acuden a la procesión con bolsas del súper compitiendo entre ellos para ver quién la llena primero. Se reparten chucherías y hasta patatas fritas. Alguien apunta que, en Murcia, le dieron morcillas una vez; que allí, antiguamente, los huertanos se desplazaban en burros o carretas a la capital y llevaban la comida en los buches de las túnicas para pasar el día; con el tiempo se hicieron más grandes y se llenaron de monas y caramelos para ofrecer a los amigos que encontraban en el camino.
La polémica aparece cada año entre los defensores y detractores del asunto. Una señora, ataviada con sus mejores galas, zanja la cuestión exclamando:
— Unos vienen por los caramelos, otros por tradición y otros por penitencia. ¡La cuestión es que vengan! Al fin y al cabo, los caramelos atraen a los niños, que son el futuro de las Hermandades, así que para acercarlos a la Pasión nada mejor que darles caramelos.
— Me fastidia que me pregunten quién soy cuando doy caramelos. Yo reparto entre mi familia y algunas chicas que conozco, pero quiero que respeten mi anonimato— interviene un chaval bajo su capucho, al escuchar la conversación que mantengo con su abuela.
El ambiente que se respira es tan jaranero como en las fiestas de Moros y Cristianos que se celebran en verano. Observo cómo algunos costaleros guardan sus petacas de alcohol entre las flores que adornan el Paso (trono), al tiempo que otros se hacen la foto de rigor luciendo sus trajes antes de iniciar la marcha. Nada que ver con el ambiente espiritual, con banda sonora de saetas, que emociona en Sevilla; o el público entregado a su fe, orgulloso de mostrar a los turistas las esculturas de Salzillo en las calles de Murcia. Aquí las procesiones simulan una prolongación del Carnaval.
Y los cofrades parecen de una misma familia; con sus Manolas, que representan las viudas que lloran la muerte y resurrección de Cristo, ataviadas con mantillas negras sobre la peineta, ofreciendo la imagen de autoridad respetable del clan.
A medianoche arrancará la procesión del silencio, que bien podría llamarse de la oscuridad; las calles se apagan y la única luz proviene de sus cirios, las túnicas son de color negro y a mi me resulta bastante siniestro, quizás porque tengo un recuerdo terrorífico de mi infancia al verla pasar, acompañada de esos tambores que consiguen que vibre el suelo bajo nuestros pies con su BOOM, BOOM, BOOMM..
Llevamos varias horas de pie y continúan saliendo procesiones, pero los niños y los mayores están cansados así que decidimos regresar a casa.
El Jueves Santo, la Iglesia Católica conmemora la institución de la Eucaristía en la Última Cena, y en la parroquia se celebra una misa en la que representan el lavatorio de pies, que es el momento en que Jesucristo llega al cenáculo y lava los pies a sus Discípulos uno a uno. Mi madre comenta que este año lo harán niños en vez de los abuelos del asilo, que siempre se pone malo alguno con la trapisonda. Como ella está metida en asuntos sociales, y este es un evento al que acuden todas las autoridades locales, me pide que asista con ella.
Allí me encuentro de nuevo a sus amigas, y también a mis compañeras de Primaria. A algunas me cuesta reconocerlas porque tienen hijos mayores y han decidido adoptar el aspecto de sus madres. La mediana de “las Marías” me saluda al terminar la celebración. Compartí colegio con Clara María, Ana María y Luisa María. Durante dos cursos me tocó el pupitre contiguo al de Ana, que se declaraba atea, con 12 años, para fastidiar a su familia: conservadora y, en apariencia, muy religiosa. Le pregunto qué tal le va y si ha retomado su educación católica o viene a Misa porque es un evento social que reúne a toda la comunidad. Me responde que, viviendo en un pueblo participas de cualquier celebración si no quieres que te señalen con el dedo y te pongan etiquetas, aunque ella pasa una semana en un Monasterio budista cada año, pero no se lo ha dicho ni a su marido ni a sus hijos, que creen que se va a un balneario con sus amigas. Y que ya tiene bastante con sus hermanas, que han sido protagonistas de las habladurías durante el último año.
Como no quiero mostrar mi curiosidad por sus desgracias familiares no le hago ningún comentario al respecto, pero la acompaño a La Paraeta, a comprar chuches a su hijo menor y unos cigarritos sueltos para ella. Siempre declaró que no fumaba pero nunca ha abandonado la costumbre de comprar cigarrillos sueltos, que consume en ocasiones especiales y guarda celosamente en una pitillera que le regaló un novio adolescente, y que todavía conserva.
La Paraeta es un kiosco cercano a la Parroquia que siempre está abierto. Era nuestro punto de encuentro al salir del colegio y allí comprábamos pipas, chicles, sobres sorpresa o caramelos, y las mayores cigarritos sueltos. También se cambiaban cómics o libros, y parece que lo siguen haciendo.
Ana enciende un cigarrillo, se despide de su hijo, que va a participar en la siguiente procesión y, quizás porque el tiempo y la distancia me han convertido en una extraña, decide desahogarse contándome los sinsabores que azotan las vidas de sus hermanas.
Al parecer, Clara, que es la mayor, siguiendo los designios de la familia, estudió arquitectura técnica como su padre, aunque jamás ha ejercido. Se casó con un marmolista, amigo de él, cuyo tren de vida, a pesar de ganar mucho dinero con la construcción, siempre estuvo por encima de sus posibilidades. Con la crisis su negocio se encuentra a las puertas de la bancarrota; su colección de amantes, más numerosa que la de Tiger Woods, se ha hecho pública, y el tipo ha vendido casa y coche para hacer frente a sus deudas, pero conserva su moto de gran cilindrada y no renuncia a sus excursiones a los puticlub de la zona como ha hecho siempre. Ella, después de buscar inútilmente trabajo como secretaria, se ha colocado de cajera en la tienda de congelados de su tía, y mantiene la relación con el padre de sus hijos, del que nunca estuvo enamorada pero le sirvió para contentar a su familia, porque no soporta la idea de vivir sola, y acostumbrarse a otro hombre le parece imposible, aunque la señalen por la calle como la cornuda mayor del pueblo. Supongo que para una mujer que ha vivido con dos asistentas, dedicando sus esfuerzos a las causas benéficas, ha debido resultar un buen golpe.
Luisa, la pequeña de las tres, protagonizó hace poco el último escándalo. Parece que se estaba tirando desde hacía años a su jefe: presentador estrella de la televisión local y felizmente casado con una abogada de éxito. El marido de Luisa, que siempre le profesó una devoción poco común, la descubrió el día que se dejó olvidado el móvil en el baño, y no se le ocurrió otra cosa que llamar en directo al programa y soltarle los perros retándolo para pegarse guantazos, como si fueran matones en una película de vaqueros, además de despotricar contra ella llamándola putón de feria, en horario infantil, con sus hijos presenciando el programa en el comedor de su casa. Luisa, enfurecida, lo acabó de estropear contestando al marido en directo, y soltando que era un flojo, aburrido, ermitaño y mal follador, y que estaba harta de hacer siempre lo mismo.
Como resultado, sus hijos no quieren ir al colegio para evitar las burlas de sus amigos, pero el programa ha alcanzado una audiencia que incluye a los pueblos vecinos, y les llueven contratos publicitarios. A ella le han ofrecido un espacio propio doblándole el sueldo, y el presentador estrella continúa con su abogada de éxito, felizmente casado, y su popularidad ha ganado enteros.
Ana me explica que está harta de sus hermanas. A ella, que también es abogada como su marido, le va muy bien porque la crisis les ha proporcionado mucho trabajo liquidando empresas, y además es feliz con sus rutinas y escapadas a la India secretas. Dice que su espíritu rebelde se murió cuando tuvo a sus hijos, y que en el budismo ha encontrado la paz, y en él se refugia cuando lo necesita.
Me despido de ella con un montón de interrogantes en mi cabeza. Sigo sin entender por qué algunas personas se aferran a relaciones que no les llenan, a tradiciones que ni conocen ni les interesan, pero las asumen como legado de su educación, su cultura o lo que sea. Me pregunto por qué resulta tan complicado salir del huevo, modificar las costumbres o crear otras nuevas, dejar atrás el pasado e intentar ser uno mismo actuando en consecuencia.
Recupero a mi madre a la salida de la Iglesia. De camino a casa nos cruzamos con una banda de música ensayando en una plaza, algo bastante frecuente en estas tierras. Decidimos sentarnos en un banco a escucharles, porque amamos la música y siempre ha estado presente en nuestras vidas, y ese es un legado que ambas queremos conservar porque nos enriquece y nos llena.
33 comentarios:
Me hago la misma pregunta que tú al final, sobre todo en lo referente a las relaciones. Supongo que es complicado ser un@ mism@ porque a la mayoría nos influye la imagen que damos a los demás, lo que pensarán de nosotros...
Ya no me acordaba de la palabra "paraeta" que yo de pequeña siempre íba a la paraeta a comprarme las chucherías... ahora voy al kiosco.. por cierto acabo de comprobar que en el Diccionario de internet no está registrada la palabra paraeta...se habrá quedado obsoleta...
Un texto genial.
Besitos.
Estaba pensando lo mismito que te has preguntado tú después... ¿Por qué demonios la gente se empeña en vivir vidas que no les llenan? Supongo que eso se nota más en las relaciones sentimentales, pero yo creo que lo abarca todo. Como la gente que mencionas que va a eventos sociales para que no les "señalen". No sé, no les entiendo...
Ya me había preocupado al no ver la entrada ayer por la mañana, ¿eh?, je, je...
CLAIRE: a mí parece excesivo que en los tiempos que corren se mantengan las historias que no funcionan por miedo a qué dirá la gente. No me explico cómo funcionan esos parámetros de vida tan decimonónicos.
Supongo que La paraeta es un clásico y deben existir unas cuantas en otros lugares aunque lleven un nombre diferente, jajaja
besitos y buen finde
JUAN: lo terrible es que funcionan a todos los niveles, no solo en las relaciones sentimentales, también en las costumbres, tradiciones, modelos de familia, maneras de trabajar, compromisos con los amigos. ¿Por qué cuesta tanto librarse de las ataduras y del qué dirá la gente sobre lo que hace Vicente? Yo, por mi parte, he traspasado la barrera. Me la repantinfla. Bastante trabajo me cuesta ser fiel a mí misma.
Besotes y buen fin de semana
Publiqué tarde porque regresé lunes de madrugada y se me acumuló el trabajo. Tampoco he conseguido solucionar lo de las actualizaciones, Parece que no haya colgado nada en 3 semanas.
Más besos
hola Jo, pues sí, magnífico texto, pero oye que lo iba leyendo y me iba acordando de la familia del Cuéntame cuando van a Sagrillas, su pueblo natal, y pensaba que han pasado treinta años pero en los pueblos muchas tradiciones siguen vivas y el qué dirán también... los que vivimos en ciudades grandes creo que esto lo vemos como ancestral, como de otra época, pero hay mucha gente anclada en todos esos convencionalismos... mi madre siempre está pensando en el que dirán, y me pone de los nervios, pero eso que traspasar la barrera y salir del huevo implica esfuerzo, a mí me salió natural porque si no llego a salir de mi casa a los 23 años me muero del aburrimiento, quería y necesitaba ver mundo, era una necesidad vital, pero me doy cuenta de que a muchas que estudiaron conmigo no les pasó eso y siguen en la misma ciudad y casi casi que en el mismo barrio de su infancia... algunas más felices y otras menos, pero todo eso hace que me sienta a años luz de ellas, ni por encima ni por debajo, simplemente lejos... ahora ya lo he superado, pero los primeros años de vivir fuera de casa (otro país incluso) cuando volvía a mi ciudad natal es que me daba la sensación de que volvía a otra vida y a otra yo, ahora ya no siento la dualidad, soy yo en todas partes... la paraeta!!! qué cantidad de recuerdos!!!
Per la meva zona, aprofitem "la mona", per a poder veure a la família, utilitzem una excusa semblant a la teva entrevistada, la dels caramels, que venia a dir que al cap i a la fi l'important és que hi hagi força gent i que las tradicions continuïn, doncs nosaltres alguna cosa similar, però sovint em de fer mans i mànigues perquè vingui sobretot el jovent, però és el que hi ha. A més, sempre ve de gust menjar-se un pastís de xocolata, encara que l'operació “bikini” estigui molt a la vora. Les fotos les trovo acertadísimes, avui més que mai. Petons guapa, des de la costa brava.
MANUELA: a mí me pasó lo mismo, con el agravante de que me largué de allí con 14 años porque mis estudios de música me obligaban a desplazarme con frecuencia. Durante mucho tiempo, al regresar me sentía a años luz de lo que acontecía por allí y de el rumbo que tomaba mi vida frente al de mis amigas. Me sigue sorprendiendo encontrar tanta gente que parece que sigue viviendo en una línea horizontal, que no se plantea retos, que consume sus años mirando por una ventana, haciendo lo que otros creen que se debe hacer, sin plantearse siquiera que a lo mejor no es eso lo que quieren , pero no hacen nada para salir de ese círculo vicioso y tremendamente aburrido.
Besos. Felíz fin de semana
AYXA: imagino que tú también te has puesto morada de monas de xocolata, jajaja Me encanta que te gusten las fotos.
Petons
A mi me pasó al revés: De la ciudad me fui a un pueblo pequeño con mucho aprecio a las tradiciones. Al volver a mi cuidad natal... En fin, podeis imaginaros la impresión.
La cuestión es que en el pueblo donde vivo ahora sienten un gran amor por la Semana Santa. De echo, las dos cofradias del lugar se pasan el dia discutiendo por ver quien hace las mejores procesiones.
Ah, y por cierto, Ayxagirona. Yo he entendido perfectamente lo que has puesto en tu entrada, porque también soy catalana. Pero entiende que un blog es algo público donde puede entrar todo el mundo, y que no todos saben catalán, por lo que si pones una entrada en nuestro idioma es una falta de respeto a todos ellos, ya que es posible que no lo entiendan
Nada, solo decir eso. Adios ;)
¡Ay!, lo que me ha apetecido un vermut en esa terraza asoleada...
Es sorprendente que la mediana de las Marías tenga que ocultar su semana budista incluso a su familia. ¡Qué rabia me dan los cotilleos de barrio!
Precioso cuadro costumbrista.
Besos
Lo que he aprendido con este post, Jo. Y sí, las procesiones de Murcia capital suelen ser bastante provechosas para el que las contempla, y no sólo por el bello espectáculo visual que suponen. En ellas se reparten (o al menos se repartían hace algunos años cuando era asidua a ellas) variedad de alimentos: bocadillos, monas de pascua, habas frescas…, caramelos, por supuesto, y algún traguito de vino también. O sea, que muy bien podías comer o cenar entre paso y paso.
Maravilloso relato, lo tiene todo: es educativo, dramático y cómico a la vez (vamos, me he reído bastante imaginándome la parte de Luisa, mientras que la de Clara me ha parecido muy triste). ¡Ah! Que se me olvida, muy grande el dialogo durante el aperitivo.
Pero pongámonos serios, un poquito por lo menos, sobre lo que (te) preguntas al final. Es más fácil dejarse llevar y hacer lo que se espera de nosotros mismos que tomar las riendas de nuestra propia vida.
Nos has contado una semana santa distinta de la de siempre. Eres un as de las letras Jo.
En cuanto al "que diran", llegó un momento en mi vida hace ya muchos años (desde que yo soy yo), que paso de comentarios ajenos. Conozco a mucha, pero mucha, gente que vive insatisfecha pero por no dar que hablar seguirán como están hasta el fin de sus dias.
Te mando besitos y te leo muy muy a gusto. Lola
Leerte siempre en un placer porque siempre me haces pensar mucho.
A mi me gustan las tradiciones creo que es una estupenda forma de que la gente se comunique, y ahora con las prisas, el trabajo y la vida a veces no nos damos cuenta de que no hablamos de verdad con nadie.
Lo peor es ir por el qué dirán.
Uy uy uy... que me parece que tú y yo vivimos más cerca de lo que creía!! Jajajaja!!!
Pues tienes razón, muchas veces seguimos las tradiciones sólo por que sí, sin plantearnos si nos gustan o su significado real.
Me ha encantado cómo has descrito la semana santa de por aquí... es real como la vida misma. Nada que ver con la pasión que se ve en otras, verdad??
Un besitooo
PD: Muchas gracias por lo de la taza :)
XOBOLINA: pues ya ves que hay de todo. En las procesiones de mi pueblo me dio la sensación de asistir al carnaval.
Besos
SK: me encanta que lo describas como un cuadro costumbrista porque de eso se trataba, jajaja A veces sorprende la cantidad de cosas que la gente hace por miedo al qué dirán y otras las que esconde por el mismo motivo.
AMBER LAKE: me gusta que resulte didáctico. Debe ser por deformación, por haber impartido muchas clases en mi vida, aunque no tengan nada que ver con esto, claro. Tú conoces bien la Semana Santa murciana. A mí me sorprende muchísimo que den comida, jajaja
Besitos
SR NOCIVO: y, ¿por qué resulta tan atrayente lo fácil? A mí me ocurre al revés. Sigo sin entender que uno prefiera que lo lleve la corriente a tomar las riendas de tu propia vida. Me alegro muchísimo que hayas disfrutado.
ACOOLGIRL: bueno, pues si estamos cerca conoces bien el asunto, jajaja Cuenta con la taza, lo que no te puedo decir de momento es cuando voy a ir, pero la tendrás.
LOLA: querida Lola, no sabes cuánto me alegra que pudieras deshacerte de esa terrible convención de tener que preocuparte por el qué dirán. Viniendo de una mujer de tu generación me parece un triunfo tan grande como escalar el K2.
Un fuerte abrazo
WELZEN:tienes razón, y es cierto que lo pero de todo es que ni siquiera sirven para que la gente se comunique. Vivimos en una sociedad egoista, desinteresada, individualista, y que sólo se mira su propio ombligo.
Me gusta que mis textos te hagan pensar, es como si tuvieran "utilidad" además de entretener un rato.
QUERIDA JO!!!
GRACIAS POR ESTE DETALLE, TE HE ENVIADO A LA DIRECCIÓN DE CORREO ELECTRÓNICO QUE ME HAS DEJADO EN EL BLOG, MI DIRECCIÓN COMPLETITA PARA EL ENVIO DEL LIBRO DE MARIAN KEYES....
BESOS...
Yo creo que hoy dia las celebraciones religiosas no son mas que una excusa para estar de fiesta y homenajearse un@ mism@ (ponerse morad@ a comer), aunque supongo que habrá quien las celebre con verdadera fe (no es mi caso, que no soy atea desde los 12 pero casi). Pero dudo mucho que los caramelos atraigan a l@s niñ@s a ser cofrades en el futuro.
Besos, guapa.
Aquí en Bilbao se le llama "la procesión del borriquito" y es tradicional llevar a los niños a verla. Me ha encantado el kiosket que cambia novelas (creía que ya no quedaban. Y la foto del Sagrado Corazón, también.
ALEJANDRO: vale, lo miro que nunca recuerdo que tengo ese correo.
LOLA MARINÉ: esa es la sensación general, que se trata de escusas para festear un rato. Yo tampoco comulgo con la opinión de la señora que piensa que los caramelos va a convertir a los niños cuando sean adultos.
NOEMÍ PASTOR: lo del intercambio de novelas y tebeos de La Paraeta me dejó muerta. La verdad es que me hizo tremenda ilusión que todavía lo hicieran. La de veces que yo utilicé su servicio cuando era pequeña, jajaja
en españa las tradiciones estan muy arraigadas.. unas por la iglesia, otras porque la iglesia las copio a los paganos, otras porque a la iglesia no le importa, etc, etc. Yo en pascua suelo ir el lunes de mona a eso: a comerme la mona en la pinada que tengo cerca de mi pueblo, antes con mispadres ahora con colegas, alcohol etc.. xD pero este año me comi otra mona.. asi que tuve comida sana cocinada por mi y ejercicio ^^
es una tradicion que por im no dejaría que se extinguiese xD
JUAN CARLOS. es cierto que este es un país de tradiciones y costumbres, algunas estupendas y otras realmente caducas. Yo también he comido la mona durante toda mi infancia en una pinada.
Me alegra encontrarte por aquí.
estaba leyendo el blog de Juanjo y pensé que es verdad te dedicas a la fotografía profesional, expones alguna vez en Barna? porque si es así me encantaría ver algo tuyo...
MANUELA: la verdad es que hace mucho que no hago una exposición, entre otras cosas porque no tengo tiempo para prepararla, y ahora sueño con letras, aunque sean las imágenes mi fuente de inspiración.
ok! entonces esperaremos a que se publique la novela...
MANUELA: me encantará enseñarte mis fotos, seguro que encontramos la oportunidad, pero tú sabes bien lo que ocurre cuando te conviertes en mami y te ves obligada a relegar el arte a un segundo plano porque lo que te da de comer es el encargo comercial.
besos
Lo primero..cielo tu blog no se actualiza en mi blogroll..me he pasado porque todos los días veía qu eno actualizabas y ahora veo que nos has fallado ni un solo jueves..
Lo segundo..nena vayas dotos de investigadora que tienes!..la mayoría de las cosas que has comentado ni las sabía quizá porque lo único que hago en éstas fechas tradicionalmente es comer torrijas como locas y torta de nueces y pasas con mucho chocolate jaja..pagana que es una..
Cuidate mucho preciosa;)
Como siempre estupendo, pero es que tengo un cabreo que ni te cuento. ¿Por qué no en mi blog no me sale tu actualización? Si no me da por curiosear no me entero.
SIMONE, YOLI: chicas, no consigo arreglar el asunto de las actualizaciones y he probado todos los consejos que daban en los foros. Llevo así muchas semanas, hace tres añadí una categoría de relato nueva para hablar de chicos y se arregló de repente, después ha vuelto a pasar lo mismo hasta el día de hoy. Además, cuando voy a publicar una entrada siempre me dice que tengo errores de html, yo pincho en ignorar y lo publico pero, parece que con el Explorer salen todos esos errores hasta el punto casi de hacer ilegible el post. Ya me lo dijo la Vane y Sandra. Yo lo veo bien con SAfari y Firefox porque no tengo instalado el Explorer , pero tampoco sé cómo solucionarlo. Cualquier consejo o sugerencia será bienvenida. De momento seguiré publicando todos los jueves como de costumbre, aunque no se entere nadie si no pasa a saludar, jajaja y...¡¡¡ socorroooo!!! ya es jueves. Voy a terminar un relato que tengo a medias a ver si mañana lo puedo colgar en algún coffee breack.
Besos y mil gracias a las dos.
Hola!
te puedes creer que yo todavía no he ido a ninguna procesión? Y eso que me gustaría hacer algún reportaje... Tengo que ponerme a ello para el año que viene.
Hoy tengo un día tonto la verdad, de estos en los que ni fu ni fa, en los que estás aplatanao, en los que ni chicha ni limoná, qué horror. Tengo poco que contar y poco que comentar!
En fin... me alegro de notarte cerca ;)
Un abrazo muy grande,
Dani
EL TIEMPO PERDIDO: Pero Dani, no puedo creer que tú no hayas visto ninguna procesión. Imagino que te refieres a este año sólo. En fin, espero ver tu reportaje el que viene.
Me alegra muchísimo encontrarte por aquí. Todos tenemos días anodinos y poco creativos. No te preocupes que siempre te levantas al día siguiente y todo ha cambiado. No hay más que poner otra óptica en tu cabeza y ¡listo!
Besos
Aunque ya han pasado unos días, que me parecen meses, me reconforta ver a mi familia, cuando sea, cualquier momento es bueno, aunque tenga que aguantar una larga procesión y escuchar mil saetas, lo importante es sentirte arropadita, es importante estar con los tuyos aunque sea en. un templo budista... menuda idea¡¡, será mi propuesta para las próximas vacaciones familiares, aunque no me imagino a mi suegra por la labor, pero ya veremos, jajjaja.Besos guapa.
yo creo que la gente coge esas ataduras y se revuelcan en ellas, se anudan porque así están más protegidas de todo sin darse cuenta de la gran mentira que están viviendo
ADRIANA: a mí también me reconforta regresar a casa y disfrutar de mi familia. A lo mejor no es necesario que te lleves a tu suegra a unas vacaciones con yoga incluido, jajaja
EL ARTE DE SENTIR: es muy probable. A veces la gente tiene miedo a soltar amarras, o se autoengañan constantemente. Hoy, precisamente leía sobre la última peli de Woody Allen que se proyecta en Cannes y él decía que versaba sobre eso precísamente sobre aquellos que parecen los más felices de la historia porque viven en el autoengaño permanente.
besos
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