10 de noviembre de 2011

EL MAESTRO DE ESCUELA

Foto: Marijo Grass


Se sirvió una taza de té y colocó una magdalena en un viejo plato de porcelana; una rutina que solo alteraba los domingos, saliendo temprano a comprar la prensa y disfrutando de un chocolate con churros en el bar de Tomás. Empezó a saborearlo al tiempo que observaba, a través de la ventana de su angosta cocina, las primeras luces de la mañana, ocultas bajo un manto de nubes cenicientas, deseosas de llorar la llegada del invierno, anticipándose a las vacaciones de Navidad. Echó un trozo de magdalena en la cuchara y lo llevó a sus labios, anhelando que el sabor desencadenara recuerdos felices, como al narrador de su admirado Proust en la magnífica heptalogía: “En busca del tiempo perdido”. A continuación, cogió un rotulador de punta gruesa y dibujó una cruz en un calendario colgado frente a la encimera. “Un día menos”, precisó para sus adentros.


Foto: Marijo Grass


Se dirigió a su despacho, la pequeña habitación del mirador, que antaño usaba su madre para bordar y escuchar la radio hasta que falleció, y que él tenía abarrotada de libros, entre los que destacaba una buena representación de clásicos de la literatura universal: de Homero a Dante Alighieri, de Fernando de Rojas a Cervantes, Molière, Carver, Joyce, Borges, Kipling, Mann; también Neruda, Goytisolo, Vargas Llosa o Cortázar, por citar unos cuantos. Recogió los textos de sus alumnos apilados sobre el escritorio, deteniéndose una vez más en el de Edward Kagasha, un relato que lo había mantenido en vela hasta bien entrada la madrugada. No era posible que un chico nacido en Uganda, de tez negra y aspecto de delincuente, al que solo había visto dando patadas a un balón en el patio, hubiera escrito algo tan bello, deslumbrante, con una prosa de corte surrealista, dibujando escenas de clara influencia gótica, destacando los perfiles más oscuros del ser humano. Un auténtico homenaje a los grandes escritores del Realismo Mágico. Estaba seguro que se trataba de un plagio, pero no conseguía identificar la fuente y eso le tenía mortificado. Si fuera capaz de bucear en ese mundo inhóspito de Internet y conocer sus entresijos, como la mayor parte de sus pupilos, encontraría al verdadero autor del relato. Temía que se tratara de algún célebre novelista africano del que no tuviera constancia, dada la escasez de traducciones de sus lenguas vernáculas que llegaban a España. Se propuso averiguarlo, puesto que ese chico no era alumno suyo y carecía de datos con los que argumentar su sospecha. Él solo debía seleccionar los aspirantes de su Instituto para el concurso literario, pero no estaba dispuesto a hacer el ridículo aceptando un trabajo que otros pudieran descalificar en público.


Foto: Marijo Grass


A Don Leandro le gustaba el libro impreso, adoraba el olor a tinta, la textura del papel, y se movía con la agilidad de un gato montés en los pasillos empolvados de las bibliotecas, lugares que conocía mejor que la palma de su mano, futuros cementerios de sabiduría condenados al olvido, como el que describía Zafón en “La sombra del viento”, que empezaban a resultar tan obsoletos como él mismo en una sociedad subyugada por la tecnología, y pronto quedarían relegados a capricho de bibliófilos, fetichistas o eruditos. No se veía capaz de reciclarse y disfrutar leyendo en una pantalla, lo que le hacía parecer un dinosaurio delante de sus alumnos. Por eso contaba los días que quedaban para jubilarse y los marcaba en el calendario. Después de cuarenta años enseñando literatura se encontraba cansado, incapaz de conectar con el universo virtual y las nuevas metodologías de enseñanza, que exigían una pericia técnica y audiovisual que él no disfrutaba, sin contar la falta de empatía con esa generación de jóvenes de incierto futuro que llenaban las aulas.


Foto: Marijo Grass


Una vez ordenado el maletín, salió al recibidor, se puso su sempiterna gabardina de color mostaza, cogió un paraguas y cerró la puerta del minúsculo apartamento que había heredado de su madre: la portera del edificio, ubicado en el ático. Se dispuso a recorrer el largo camino que lo separaba de su lugar de trabajo, con antelación suficiente para no tener que mezclarse con la algarabía de estudiantes concentrados a las puertas del recinto, a quienes él tildaba en silencio de ignorantes, sin una pizca de curiosidad por aprender algo más que intercambiar mensajes con frases incomprensibles desprovistas de vocales, en sus modernos teléfonos de diseño.


Foto: Marijo Grass


Durante el trayecto no dejó de pensar en el relato de un autor desconocido que escribía con el corazón en la mano. Caminando despacio, bajo una ligera cortina de lluvia, observaba los múltiples cambios que había experimentado su barrio, en otro tiempo repleto de negocios familiares o talleres en los que se practicaban oficios en vías de extinción, como herreros, ebanistas o sastres. Se sentía vencido, navegando a contracorriente y rodeado de extraños. Esas mismas calles, que conocía a la perfección desde niño, pertenecían a gente de otras culturas que las habían hecho suyas, con su jerga y costumbres, su comida, su prole y hasta su aire emponzoñado.


Foto: Marijo Grass


Al entrar en la sala de profesores encontró a Doña Elvira, responsable del departamento de inglés, traductora y amiga, la única con la que mantenía una estrecha relación al margen del ámbito académico, que también solía llegar a primera hora para preparar sus clases.

—Buen día, Leandro. ¿Y esa expresión taciturna que le acompaña? ¿Acaso le pasa factura el mal tiempo?

—Supongo que no he descansado lo suficiente. Esta noche intentaré irme a la cama más temprano.

—¿Mucho trabajo? Si necesita que le eche una mano con el ordenador no tiene más que pedirlo.

—Le agradezco el gesto. Ya sabe que no me manejo bien con esos chismes; la simple tarea de introducir las notas trimestrales me lleva un buen rato.

—Debería usted apuntarse a uno de los cursos de reciclaje que ofrece la institución. Se imparten después de las clases y son gratuitos para los docentes. Además, el chaval que tienen de profesor es muy majo.



Foto: Marijo Grass

—Tiene usted razón pero, me temo que soy demasiado mayor para modificar mis hábitos; además, éste será mi ultimo año.

—Pues, yo estoy segura que se arrepentirá si no lo hace. Por cierto, ¿qué tal los relatos para el concurso? ¿Los ha seleccionado?

—Esa es la razón de mi aspecto cansado. Hay uno en especial que no me ha dejado pegar ojo.

—¿Tan terrible era?

—Todo lo contrario.

—Entonces debería usted lucir mejor semblante. Descubrir un talento en ciernes siempre es motivo de satisfacción para un maestro.

—Es que estoy convencido que el manuscrito no es original.

—¿Qué quiere decir?

—Demasiado bueno.

—¿Por qué no puede ser así de bueno?

—Podría tratarse de un plagio. Ya sabe usted lo que hacen los chicos hoy en día, copiar y pegar trabajos ajenos en Internet, como ese sitio que llaman el rincón del vago. Quizás pueda usted facilitarme alguna pista. Creo que es alumno suyo. Lo que si tengo claro es que el fútbol y los libros son incompatibles.

—Se está convirtiendo en un viejo gruñón desencantado y dogmático. Acabará por enfermar en cuanto se jubile. Y echará de menos la docencia. Acuérdese del día en que se lo digo. Debería asistir a mi club de lectura. Estoy segura que pasaría un buen rato.

—No sé, Elvira, no quiero que un adolescente de 16 años me tome el pelo.

—Se refiere usted a Edward. Edward Kagasha: el autor que lo tiene confundido.

—Ahora es usted la que me sorprende.

—Me alegra que haya dado resultado.



Foto: Marijo Grass


—Disculpe, mis neuronas no funcionan al 100% si no descanso.

—Dígame una cosa, Leandro. ¿No le ha parecido excepcional?

—Si quiere que le sea sincero, demasiado. Me cuesta creer que un chico foráneo, a quien admiran por su destreza con el balón, se exprese de esa manera, con excelencia.

—En nuestro idioma no, todavía; pero en el suyo es brillante.

—¿Entonces?

—Me he permitido el lujo, en este caso el placer, de traducirlo para usted.

—¿Qué quiere decir?

—Que el texto lo escribió en inglés. Es su lengua materna. Ya sé que no debería incluirlo en el concurso. De hecho, Edward no sabe nada. Su padre ambiciona que lo descubra algún oteador del Barça, a ver si gana un buen dinero y consigue sacar al resto de su familia de Uganda; pero a mí me parece un desperdicio que no vaya a la Universidad, y ese don que Dios le ha dado se pierda para siempre. ¿Sabe que domina varias lenguas africanas?

—Me deja usted pasmado.

—Leandro, ese muchacho es como una piedra preciosa que hay que pulir para que muestre su belleza. Una rara avis. Se me ha ocurrido que podría usted adoptarlo.

—Se está convirtiendo en una excéntrica. ¿Adoptarlo, dice?

—Como pupilo, ofreciéndole clases particulares para enseñarle gramática española, además de nuestros tesoros literarios. Usted está deseando jubilarse; le vendría bien una ocupación para matar el aburrimiento cuando eso ocurra.

—No se preocupe que me quedan libros por leer y lugares que visitar hasta que me vaya al otro barrio. Aburrimiento es una palabra que no se ajusta a mis planes de futuro.

—Ese chico ama los libros tanto como usted. Le sorprendería descubrir lo mucho que ha leído y la facilidad que tiene para el aprendizaje de la lengua.


Foto: Marijo Grass



—¿Debería interpretar sus palabras como un cumplido?

—Solo ser consecuente con lo que ha predicado en las aulas durante décadas.

—Y, ¿qué es lo que sugiere?

—Que hable con el chico y lo ayude a convertirse en un escritor de verdad.

—Eso es como poner una pica en Flandes, y yo estoy lejos de poseer la tenacidad de Carlos V.

—Disculpe que dude de sus palabras. No he conocido a nadie más capacitado que usted para llevar a buen puerto un asunto como este.

—Eso era en otros tiempos. Ahora me tachan de dinosaurio.

—Yo solo le ruego que tenga la amabilidad de entrevistarse con el muchacho.

—¿Ha investigado usted de dónde proceden sus fuentes de inspiración?

—Tendrá que averiguarlo, si resulta de su interés.

—Está bien. No le prometo nada. Lo pensaré —declara Don Leandro, recogiendo sus papeles, tras escuchar el timbre que anuncia su primera hora de clase.

—¿Conoce esa película, Finding Forrester? Es relativamente reciente, de un director que se llama Gus Van Sant —pregunta Doña Elvira, haciendo un último intento para convencer a su colega y que preste atención a la joven promesa.

—No veo mucho cine, y ya sabe que a mí me gustan las películas antiguas.


Finding Forrester. Gus Van Sant. Columbia. 2000


—Trata de un escritor retirado, interpretado por Sean Connery, que ayuda a un estudiante y jugador de baloncesto del Bronx a mejorar su trabajo, porque el muchacho tiene un don, igual que nuestro Edward. Debería echarle un vistazo. Creo que la encontrará en la mediateca. Fue esa película la que me proporcionó la idea de encomendarle esta misión.

—¿Misión?

—Si, una auténtica labor de apostolado literario, con un joven que necesita de su sabiduría y consejos —El viejo profesor hace un gesto con la cabeza, frunciendo el entrecejo, y desaparece por la puerta entre el bullicio habitual que se ha instalado en el pasillo. Antes de entrar en el aula, se detiene unos instantes frente al ventanal desde el que puede observar el patio, donde todavía quedan algunos grupos de alumnos rezagados; la mayoría no se comunica entre ellos sino a través de esos teléfonos inteligentes que se han convertido en una prolongación de sus manos.” Ese chico tiene que haber embrujado a Elvira con algún ritual de sus antepasados. Nunca la había visto defender la valía de un alumno con semejante entusiasmo. Creo que los años también empiezan a pasarle factura”, pensó mientras entraba en su clase cabizbajo.




Foto: Marijo Grass


CONTINUARÁ

41 comentarios:

The Cool Hatter dijo...

Qué bonita historia, Jo y la narración, un privilegio. He visto la historia tan de cerca que hasta he podido saborear la magdalena ;)
Me ha hecho pensar en mis antiguos profesores, no todos ellos maestros...
Deseando leer la continuación!!
Besos, guapa!

Anónimo dijo...

Como siempre... alucino con tus fotos y tus historias!

Nieves Martín dijo...

La peli de la que hablas, Finding Forrester, es una de esas películas que no tienen mucha publicidad y cuando la ves te dejan huella, a mi me la dejó, me encantó el argumento y los actores que bordan su papel...

Tu historia es preciosa, tan bien contada que te sumerges en ella sin darte cuenta.

Espero la continuación.

Besos ;)

Juan Rodríguez Millán dijo...

¡No sabes cuánto me he alegrado de ver ese continuará al final de la entrada! Es que veía que se acababa el espacio, y quería más... Me gusta muchísimo la historia, y me encantan las fotos (¡qué novedad!). He disfrutado leyendo esta parábola en contra de los estereotipos, una lucha que mantengo desde hace muchos años. Y porque hay pocas como Elvira, la verdad, y por eso espero que también tenga un papel en la conitnuación...

¡Genial como siempre, Jo! Bueno, como siempre no, un poco más, porque ya sabes que echaba de menos leerte...

raindrop dijo...

Asombra un poco la terca rididez mental del profe de literatura.
En cualquier caso, si se tiene dudas sobre un producto, lo mejor es acudir a la fuente. En una entrevista directa con el chaval se puede saber si ha copiado o no.
Lo que se copia y es ajeno no forma parte de uno mismo, ninguna persona crea de la nada... pero lo que sale de dentro de uno, saldrá una y mil veces más.

Esperando la continuación ^^

besos

Adriana dijo...

No veas lo bien que me sientan los "cafeses" mientras te leo. Para los profesores ha debido ser muy duro la adaptación hacia las nuevas tecnologias, todo va demasiado rápido. Disfrute un montón, y no es por regalarte los oidos pero cada dia... mejor, menudo nivelazo. Besos guapa.

juanjo dijo...

Me ha gustado tu historia porque me gusta todo aquello que refleja el amor y la pasion por la lectura
Besos

Sandra dijo...

Solo he podido leer la mitad, lo siento!!!, cuando acabe de leer la historia entera, te comento como esta mandao ;)

Sandra dijo...

Vale, lo he terminado antes de tiempo, me ha enganchado, aqui hay varias opciones o hay gato encerrado.

Elvira sabe algo del chico que Leandro no sabe. Tambien me da impresión de racismo, el prfesor no cree que un chico negro pueda escribir semejante joya, y ademas creo que es un poco antiguo, que esta anclado aun en las normas del pasado.

Jum jum, espero la segunda parte porque me has dejado con la intriga ;)

pseudosocióloga dijo...

Demasiado bonita para ser real.

pseudosocióloga dijo...

Demasiado bonita para ser real.

Lola Mariné dijo...

Muy bonito relato.
Con un punto melancólico y mucha esperanza.
"Descubriendo a Forrester" es una de mis pelis favoritas.
Besos, preciosa.

Jo dijo...

Ya estaba yo ansiosa con leerte
a veces tenemos tanto prejuicio hacia profesiones... no se diga con la de los profesores...

creo que de las personas que siempre nos marcan en nuestra vida en algun momento reluce uno


sobre todo los de literatura


besos! jo!

Lola dijo...

No me ha gustado...¡me ha encantado! Me ha parecido cortísimo el relato y estoy deseando la siguiente entrada.
Ya era hora de tenerte por aquí. Un beso muy fuerte. Lola
¡Y las fotos estupendas!

Marisa dijo...

Inicias otro relato que me sorprende, ya no por su maestría (a la que me tienes habituada) sino por la historia tan hermosa y real que tratas. No sé exactamente por dónde irán los derroteros en torno a la actitud de Don Leandro, pero precavido sobre plagio debe serlo (te lo digo yo, ;-) ) para ser justo con el resto de participantes. Si sus motivos van por otros cauces que tienen que ver con el color de la piel... mal asunto.
Estoy deseando que siga la historia, Jo. Como siempre: estupenda.
¡Ay esa foto primera que dejas...! Preciosa sería un adjetivo rácano con ella..

Besos y besos, Jo.

Cantares dijo...

Que bella historia, me quedo con la idea de ver la pelicula y comer una magdalena:)
Besos

Chechu Rebota dijo...

Enganchado me he quedado con ese "continuará", me muero por saber como será el encuentro entre Edward y el profesor y como esto marcará sus vidas.

Nina Maguid dijo...

A mí también se me ha volado el tiempo, será porque lo pasé fuera de mi casa, en el despacho y en la calle y en el instituto. Siempre me metes en los mundos que creas.
Y encima, un bonus: no he visto la peli y la pongo ya mismo entre las tareas urgentes.
Espero la continuación con muchas ganas.
Un beso, maga.

Anusky66 dijo...

que bien has reflejado el choque generacional y tecnológico entre el viejo maestro y sus jovencisimos alumnos.Son dos épocas antagónicas , me encanta la posibilidad de crear ese puente entre ambas gracias a la literatura.
Deseosa que continúe.
casi me olvido !!!
Deliciosamente recreado el desayuno , literalmente ,se me hacia la boca agua con cada pedazo de magdalena.

Unbesazo

Anónimo dijo...

Si es que siempre prejuzgamos a la gente simplemente por su apariencia... :(
Besotes!!!

Montse dijo...

Un relato muy bonito , y si, hay talentos ocultos , a los que con un pequeño empujon se les puede ayudar. La pelicula la vi, y es una maravila , espero la continuidad,,,, besitos.

VAN dijo...

Como siempre, me ha encantado!! un beso fuerte xoxxooo

Sergio DS dijo...

Me he quedado gratamente impresionado por el relato, el hilo de la historia, las precisas fotografías que acompañan, los personajes. Supongo que todos guardamos recuerdos y enseñanzas concretad y de algún profesor en particular. Tuve la suerte de ir a un colegio que en Valencia fue un CEP (centro experimental piloto) donde se compartía clase con niños con algún problema, alguna clase que no era "normal " en la época y gran educación en valores. La mejor inversión que pudieron hacer mis padres.
No conozco la película. La buscaré.
Gracias, estoy pendiente de nuevas entregas.

Jo Grass dijo...

The cool hatter: me alegra que la historia resulte tan sugerente como para saborear la magdalena!
Qué importante puede resultar un buen profesor en tu vida. Yo recuerdo mucho y bien a mi profe de Historia del Arte, y acabé estudiando BBAA!
Besitos

DANYGIRL: ojalá encientre algún día un editor/a que alucine como vosotros, jajaja

Jo Grass dijo...

MUERTE ROJA: me encantó esa peli. Me acordé de ella mientras escribía esto, por eso decidí incuirla, por el paralelismo con la propuesta de Elvira.
Besos

JUAN RODRIGUEZ MILLÁN: no sabes cuanto me emocionan tus palabras. Todavía no he pensado en el resto de la historia pero tendré en cuenta a Elvira. No sabía que aparecería cuando empecé a escribir, pero Leandro me pedía a gritos a alguien que pusiera un poco de luz en su vida. Y por supuesto me emociona que eches de menos mis textos cuando no aparecen el jueves. Ya sabes que si no lo hago es por falta de tiempo; ganas e ideas no me faltan, por fortuna!
besitos

Jo Grass dijo...

RAINDROP: yo no pensaba en rigidez sino en un hombre que reacciona así porque se siente perdido, desubicado, porque el mundo ha cambiado demasiado y teme lo que ignora. Conozco a muchos más jóvenes en la misma tesitura.
Besitos

ADRIANA: ese es uno de los problemas más importantes a los que se enfrenta, por eso desea que acabe el curso, para jubilarse. No le queda valor para introducir retos como el de la tecnología en su vida!
Besos

Jo Grass dijo...

JUANJO: el amor y la pasión por la lectura es algo que yo deberia agradecer a mis padres.

SANDRA: este hombre, como muchos de su generación y más jóvenes, está cargado de prejuicios. ojalá que Elvira lo ayude y Edward le sorprenda. Tendré que pensar en ello, hum!
Besitos

Jo Grass dijo...

PSEUDOSOCIOLOGA: como no es real nos entretenemos con ella, jajaja

LOLA MARINÉ: la esperanza es muy importante, para los personajes y para el lector. me alegra que te haya gustado. La peli genial!

Jo Grass dijo...

JO: un porfesor tiene muchos puntos para dejar huella en un alumno, tanto positiva como negativa; su influencia puede ser crucial. Los que trabajan con materias cuyo germen es la creatividad lo tienen más crudo porque siempre existe un punto de vista subjetivo dificil de valorar!

LOLA: ay, Lola, lamento disponer de tan poco tiempo para el blog. Continúo soñando con convertirme en escritora. Soñar es gratis. Requetebesos

Jo Grass dijo...

MARISA:estaba segura que conocías bien el contexto de esta historia. La mayoría de nosotros, a pesar de no ser nativos digitales, hemos incorporado muchos cambios en nuestras vidas, pero un profesor de casi 70 años, me temo que lo tiene más dificil, aunque hayan excepciones, pero no es común. A eso hay que sumar que ahora existen múltiples opciones de entretenimiento que antes no existían y la oferta de ocio se ha diversificado: música, videojuegos y mil cosas más. Antes la gente se contentaba con libros y algún cine. Este hombre, que probablemente creció en una España deprimida, en plena posguerra y viviendo su vida en un enorno cargado de prejuicios, entiendo que muestre dificultades para manejarse en la realidad de hoy y se sienta fuera de juego.
Besitos. Espero escribir una continuación digna y no decepcionarte!

CANTARES: estoy segura que la peli te va a gustar! Y espero que lo que escriba después también!

Jo Grass dijo...

NINA MAGUID: me emociona que el texto permita sumergirse en la historia. la peli te la recomiendo!

NOCIVO: encontré tu comentario en la bandeja de spam. El Sr. blogger haciendo de las suyas, supongo!
Pues eso, yo también creo que la relacion entre Leandro y Edward puede marcar sus vidas! Eso espero, por lo menos, siedmpre que yo consiga escribirlo, jajaa

Jo Grass dijo...

ANUSKY: eso es exáctamente lo que quería reflejar!!! me parece que hay muchos maestros, incluso más jóvenes, que acusan el problema a diario.
besitos

IPODGIRL:otro de los pecados de los que nadie se libra. Todos lo hemos cometido alguna vez!
MONTSE: a ver si Leandro lo consigue! La peli me encantó!
besitos

Jo Grass dijo...

VAN: gracias, bella. Me alegro muchísimo!

SERGIO: también guardo recuerdos entrañables y otros no tanto de algunos profes que tuve de adolescente. Qué bien que te hayan gustado tambén las imágenes!

Anónimo dijo...

La entrevista entre Edward y Leandro promete... el rayito de luz que supone Elvira también... queremos más, sí! Jajaja.
Fue empezar a leerte y recordar al personaje de Sean Connery en "Finding Forrester". Pero aunque no conociera un personaje semejante, daría lo mismo, logras muy buenas evocaciones con los personajes! Yo también quiero! :D
Muchos besos!

Jo Grass dijo...

TRACY: a ver cómo consigo que estos dos conecten!!! Besos

Ana Laura dijo...

Me encanta, me hizo sonreír, y tus fotos son maravillosas. Además esto de los maestros me toca mucho... ¡Estoy deseando leer el próximo capítulo!

Besos :)

Jo Grass dijo...

ANA LAURA: me alegra que te haya arrancado una sonrisa. Ahora mismo trato de escribir la segunda parte. A ver si lo consigo y la puedo colgar mañana, que esta noche se me ha hecho muy tarde.
Besos

A-B-C dijo...

Segundo intento de publicar comentario: ¡esta vez lo copio por si me lo destruye de nuevo bloger! aggg

Decía que: tanto tiempo con la blogosfera abandonada y mira qué cosa tan linda que me ha tenido tan enganchada como a tu profe de literatura con el escrito de su alumno foráneo.

He disfrutado de lo lindo con:

- Tus descripciones tan poéticas: "nubes deseosas de llorar la llegada del invierno".

- Los diálogos tan realistas. Ahora pienso que para ser escritor, como para ser psicólogo, uno tiene que haber vivido mucho.

- Las referencias literarias y cinematográficas (apunto la de mi querido Van Sant que me apetece mucho, a ver si la encuentro en la biblio como has hecho tú con el libro de Pennac, que espero estés disfrutando).

- Tu simpático humor, muy presente en tus relatos (me he partido con esa alusión al rincón del vago visitado por ese profesor tan poco amigo de las nuevas tecnologías).

En breve sigo con la segunda parte. Saludos

Jo Grass dijo...

A-B-C: los problemas de blogger resultan enervantes, argg, los sufro cada dos por tres.

Me alegra mucho que disfrutes leyéndome, ese es el mayor triunfo para una aspirante a escritora como yo.Y que la narración y los diálogos resulten verosímiles es mi gran reto.
La peli no es una obra de arte pero resulta muy entrañable y señala lo enriquecedor que puede ser una relación alumno-maestro y la necesidad de borrar cualquier prejuicio, que es el problema de Leandro. Creo que te gustará! Todavía no tengo idea de cómo acabará la historia aunque soy amante de los finales esperanzadores y me encanta redimir a los personajes, jajaja
A ver si este finde me pongo a leer a Pennac

Sonix dijo...

Hola, perdona por venir tan tarde para comentar tu entrada, ya hace tiempo que no comento por tu casa y lo siento!
Ahora tengo abiertas en pestañitas las otras partes de este relato tuyo. Qué personaje este Don Leandro, tiene toda la pinta de apasionarse con la educación de ese muchacho. Es que parece tan solitario y necesitado de que alguien le escuche...
Besos!

Jo Grass dijo...

SONIX: yo también creo que Leandro está muy solo y necesita un nuevo aliciente en su vida.
No te preocupes que todos andamos de bólido y es dificil estar al día con todos los blogs que leemos.
Un beso enorme
Espero que te guste el resto de la historia.