“El blanco y negro de la gente que regresa a casa las tardes de invierno despierta en mí la sensación de que pertenezco a esta ciudad, de que comparto algo con ellos”.
Leo, mientras apuro un té en la terraza de un bar.
Me dirijo a la plaza Taksim Meydani, aprovechando que estoy en el lado asiático de Estambul; dejando atrás el blanco y negro de Pamuk, porque mi ánimo luce colorista entre las sombras de una mañana de invierno. Para mi sorpresa, el ambiente que encuentro resulta más europeo. El inmenso quiosco de flores, situado en el extremo norte, me hace pensar en Robert de nuevo.
Un viejo profesor jubilado, me cuenta que, en primavera, la ciudad se cubre de un manto de flores, gracias a los tulipanes que siembran alrededor de mezquitas y palacios. Al tulipán le han dedicado poemas y canciones; le atribuyen cualidades sagradas; se regala a las personas queridas y se considera un símbolo de su folklore.
“ … lo que hace especial a una ciudad no son solo su topografía ni las apariencias concretas de edificios y personas, la mayor parte de las veces creadas a partir de casualidades, sino los recuerdos que ha ido reuniendo la gente que, como yo, ha vivido cincuenta años en las mismas calles, las letras, los colores, las imágenes y la consistencia de las casualidades ocultas o expresas, que es lo que lo mantiene todo unido.”
Las palabras del escritor me hacen pensar en mi misma; en lo que me está ofreciendo el destino, y ahora siento que aquí empieza otro capítulo, haciendo un paréntesis en el camino. Recorro Istiklal Cadessi: la arteria principal y más cosmopolita de la ciudad; epicentro de la ruta comercial, plagada de boutiques, restaurantes y locales de ocio que la mantienen ruidosa y animada las 24 horas del día.
Observo a la gente que pasea, compra, vende o acarrea su mercancía. Me detengo delante de una vieja librería, que expone en el exterior primeras ediciones en turco del premio Nobel, como: “Mi nombre es rojo” o “La nueva vida” , de la que recuerdo su frase más célebre: “Un día leo un libro y mi vida ha cambiado”; y eso es exactamente lo que ha ocurrido conmigo. Interrumpe mi reflexión una mujer de mirada penetrante, que aparece en la entrada y me invita a seguirla al interior con un gesto sencillo.
“La mayor parte de las veces la cuestión no reside tanto en la belleza de los lugares y los paisajes ni en la simpatía o el respeto que muestra la gente por el viajero occidental, sino en lo que el autor espera de la ciudad y lo que el lector espera de sus escritos”
La mujer me lleva a la trastienda; me muestra ejemplares que incluyen imágenes de Beyoglu en diferentes épocas; desde los mercaderes genoveses y venecianos, a la caída del Imperio Otomano y la implantación de la República, en las que aparecen sus habitantes ejerciendo oficios que en el mundo moderno casi han desaparecido: limpiadores de botas, afiladores de cuchillos, constructores de instrumentos antiguos…. Me sorprenden por el valor documental y su belleza poética y decadente. A pesar del deseo de occidentalizarse, compruebo que muchos continúan, generación tras generación, ganándose la vida con sus manos, como si el tiempo se hubiera detenido y todo fuera igual que hace cincuenta, o cien años.
Poco después me ofrece un café turco. Se llama así por el modo en que lo preparan, dejando que el poso quede en el fondo de la taza, para leer en ella nuestros sueños ocultos. Y eso es lo que intenta revelarme esta enigmática librera, interpretando el papel de adivina. Por desgracia no entiendo su idioma, pero soy capaz de quedarme con la sensación de que sus palabras auguran esperanza.
Me despido de la mujer y salgo a la calle reconociendo a mi alrededor las imágenes que he visto en esos libros, como si en ellas y las palabras de Pamuk existiera una clave oculta que debo descifrar; algo esencial, con futuro. Embebida en mis pensamientos, casi soy atropellada por el viejo tranvía que circula por la calle Istiklal en dos direcciones, pero uno de los jóvenes que camina frente a mí, me da un empujón y me aparta de las vías, al tiempo que exclama un improperio que censura mi descuido.
“Gracias”, acierto a balbucear, sorprendida, descolocada, agradecida de nuevo; y continúo.
“Las sensaciones que provoca Estambul al observar el paisaje de la ciudad, al caminar por sus calles o al atravesarla en barco, se unen a las imágenes, pero es algo que no solo se consigue contemplando el panorama mientras se pasea, sino siendo capaz de aglutinar dentro de uno mismo el estado espiritual con las estampas que nos concede la ciudad. Si se hace con sinceridad y un mínimo de talento, en la memoria se funden las imágenes de la ciudad con los sentimientos más profundos y sinceros, con el dolor, la tristeza, la amargura y, a veces, con la felicidad, la alegría de vivir y el optimismo.”
Abro un pequeño compartimento del bolso, buscando un pañuelo con el que refrescarme el rostro, azorado, después del amago de accidente con el tranvía. Descubro atónita un pequeño Ipod que no es mío en su interior. Ahí está Robert otra vez, sorprendente, detallista, con una nota manuscrita: “ Te dejo los sonidos de Estambul, para que acompañen tu aventura y te regalen la inspiración que te conduzca al éxito. Abrazos musicales desde Atenas” .
Empiezo a pensar que este tío es un ángel; una aparición orquestada por mi hada madrina. Me pongo los cascos y decido cruzar al otro lado, dispuesta a contemplar algo magnífico.
Me dirijo al Palacio de Topkapy: residencia de los sultanes durante 400 años. Su situación privilegiada, en lo alto de una colina, proporcionaba un control absoluto de todos los rincones de la ciudad, además de unas espléndidas vistas. Está formado por múltiples pabellones, organizados en torno a 4 patios. Allí conservan los tesoros y reliquias del Islam, que puedes visitar mientras un monje pone banda sonora al espacio cantando textos del Corán.
El acceso al recinto, deviene en un enjambre de turistas, que circulan apelotonados bajo el paraguas de su guía. Me aíslo del bullicio escuchando la música que me ha dejado Robert; pensando en él observo los equipos de jardineros que mantienen los patios impecables, sembrándolos de flores.
Los lugares más visitados son el harén, decorado con preciosos azulejos procedentes de Iznik, el tesoro y las cocinas, en las que se llegaba a preparar 60 platos diferentes para alimentar miles de personas cada día. Recorro durante un buen rato el conjunto de dependencias, abriéndome paso entre los grupos que las veneran.
Atravieso lo que llaman la Puerta de la Felicidad, que da acceso a una sala que había visto antes como escenario en una vieja película de Jules Dassin, “Topkapi”: una divertida caper movie de los 60, en la que un grupo de delincuentes deciden robar la famosa daga, cubierta de esmeraldas, del sultán Mahmud I.
Me acerco a un mirador, contiguo a la sala de las audiencias, donde el sultán recibía a los embajadores, y allí, entre la gente que hace fotos del paisaje, reparo en una adolescente que me ha estado siguiendo durante la última hora; la miro a los ojos y ella me imita. Decide abordarme, nerviosa, con una expresión cálida, inocente, entre tímida y lanzada; igual que yo cuando descubrí a Robert.
—¿Tú quieres saber más? —pregunta , en un tosco inglés.
—¿Cómo dices? ¿Saber qué?
—Si necesitas guía; aquí, o en otro lugar de Estambul. Yo te puedo acompañar, y tú me explicas cosas de tu país. Quiero practicar el idioma, para salir, estudiar; saber más de las mujeres; conocer familias diferentes.
—¿Cómo te llamas? —pregunto, ofreciéndole una cálida sonrisa.
—Edyglü —responde con un tono musical.
—Yo Nerea.
—¿Quieres? —insiste, todavía cohibida.
—¡Claro que sí! Me encantaría tenerte como guía. ¿Tienes hambre?
—No sé.
—¡Vamos! Te invito a comer y charlamos —propongo, curiosa y sorprendida, por la simpática propuesta de la chica.
Me sigue a medio metro de distancia, dando pasos pequeños, con una media sonrisa que resplandece bajo el pañuelo azul celeste que envuelve su cara, hasta que salimos del recinto. Nos cruzamos una pareja con un simit en la mano. Tras ellos, el vendedor y su carro, que no es Mehmet, pero yo emulo a Robert, compro un par de roscas de pan con sésamo, le ofrezco una y seguimos caminando.
CONTINUARÁ
33 comentarios:
esta resultando muy interesante esta huida y sobre todo las maravillosas descripciones de la ciudad .
me ha gustado mucho la incorporación de la chica como guía y tal vez nueva amiga de Nerea.
Unbesazo
Hace tiempo pase unos dias en Marrakech.El ambiente que describes de Estambul me recuerda mucho a lo que vivi alli
Besos
Bonito, interesante. Hace un par de meses estuve en Estambul, me has hecho viajar de nuevo. Una ciudad encantadora!
Ya sabes que en todas tus historias me pregunto qué tendrá una parte real y que has sacado por completo de tu imaginación... Y me muero por saber si Edyglü tiene hueco en uno u otro mundo... Con su aparición, ya me encanta esta nueva persona en la vida de Nerea.
después de leerte y esos fragmentos maravillosos pienso que el arte de escribir implica aun a solas hacerlo con el compas de ideas y ensoñacione, de malestares y hasta d emusas
el arte de leer
insisto es parte de que alguien te haga parte de el paisaje o temeta a la historia
justo como acompañarse
abrazo
Extraordinari viatge per Estambul, las descripcions, las fotografies, et donen ganes d'agafar un vol i plantar-te allà. M'agrada la barreja entre la història personal i la pròpia de la ciutat. Moltes felicitats i petons des de la Costa Brava.
ANUSKY: he pensado que necesitaba a alguien autóctono para finalizar su viaje. Vamos a ver qué pasa con esta chica. No lo he pensado todavía. Las fotos que voy encontrando me van sugiriendo la historia, así que la descubro poco antes que vosotros.
JUANJO: está claro que hay muchas similitudes, especialmente en los aspectos que estoy destacando en el relato; pero existe un Estambul muy moderno y rompedor!
SERGIO: pues, me dejas encantada, si gracias al relato has vuelto a la ciudad!
JUAN:no quiero decepcionarte pero esto es todo ficción. Lo único real son las localizaciones porque esas imágenes que me llevé me están sirviendo ahora para contar una historia. Sí que hay algo; conocí a una niña llamada Edyglü paseando por los suburbios y me acompañó un rato porque quería practicar inglés, pero era más pequeña que la que ha aparecido en la vida de Nerea; solo me he quedado con su nombre, pero si recuerdo que, en aquél momento pensé en que escribiría algo inspirado en ella. Voilà!
JO: pues eso es leer y escribir: acompañar y acompañarse. Mis musas son las imágenes que he almacenado en mi memoria o en una cámara de los lugares por los que he transitado, y las emociones que me han provocado contemplarlos. Si tengo imágenes en la cabeza las historias salen solas.
Besitos
AYXA: te recomiendo que lo hagas; coge un avión a cualquier parte y regálate una aventura. Estambul me parece un buen lugar para perderse.
Petons des de BCN
Me encanta esta cuerta parte.
La encuentro muy interesante y las fotos son la caña!.
esta historia es genial guapa.
Deseando saber como continua.
Besitos
Escribió Tolstoi: "Pinta tu aldea y pintarás el mundo". En definitiva, más allá del lugar en que uno se encuentre, las historias son tan próximas porque están hechas por personas que pintan su propia aldea, su propio entorno. Como el nuestro.
Lo que define las ciudades está muy bien descrito en el segundo párrafo de Pamuk: es la memoria del lugar, más imperecedera incluso que las piedras de los edificios más emblemáticos. Y en este ambiente continúa el viaje de nuestra protagonista.
Y ahora se suma un nuevo personaje... El interés aumenta :D
besos
Normalmente una huida, no es una solución, pero en este caso si, a Nerea le está cambiando la vida en este trayecto por el Bósforo, las fotos son espectaculares, como siempre, envidio tu facilidad para hacernos sentir como si estuviéramos en Estambul. Muchos besos guapa.
Bonita mnera de hacer turismo.
Gracias, gracias, gracias y un millón de veces gracias. Ha sido una semana dura y estos minutos me han hecho viajar lejos (lejísimos en espacio y cultura) y sentirme arropada por la belleza de tu relato.
Sinceramente no quiero que acabe esta huída :)
Besotes, guapa!!
Tu relato sigue resultando fascinante, con ese trasfondo exótico de Estambul y lo bien que lo describes.
Besos
Es un gusto conocer tu blog..
te dejo un abrazo!
Extraordinario tu paseo narrativo por esa Estambul que pintas con palabras y magníficas fotografías que desentierran la "intrahistoria" que llamó Unamuno.
Estoy totalmente de acuerdo con el contenido de una de las citas que dejas: las ciudades las vivimos y sentimos, no por su belleza, grandiosidad o mediocridad, sino por las emociones que nos despiertan, por los recuerdos que se atesoran de ellas en nuestra memoria.
Has estado espléndida, Jo.
Mi admiración y un besote.
ANNA: gracias, bella. A ver cuando tengo tiempo para sentarme a escribir la continuación!
RAINDROP: no conocía la cita de Tolstoi, pero estoy de acuerdo con Pamuk también. El factor emocional que sella los recuerdos de la gente que "vive" las ciudades es lo que las hace especiales.
Besotes
ADRIANA: huir no soluciona los problemas, pero en el caso de la prota del relato, alejarse un poco de ellos le proporciona una nueva perspectiva, especialmente si en ese lapsus consigue recuperarse a sí misma, aunque sea un poco!
PSEUDOSOCIOLOGA: y sin moverse de la silla. xD
SK: no sabes el placer que me produce alegrarte el día, la semana o lo que sea, gracias a la lectura de mis relatos. Tengo que acabar este porque se están acumulando otras historias en mi cabeza, pero no descarto retomarlo algún día para hacer una novela con estos personajes!
besitos
LOLA MARINÉ. tú conoces bien la ciudad! Gracias por el piropo, bella!
ALLEK: el placer es mío. Muchas gracias!!!!
MARISA: creo que Pamuk describe muy bien ese sentimiento!
Marisa, ya sabes que tus palabras suponen siempre una gran dosis de aliento para mí. La admiración es mutua!
Besos
Perdona que no haya venido antes a comentarte, ya me he leído estas dos partes y me gusta mucho el relato, Robert era un personaje que merecía una segunda oportunidad y Nerea un final feliz. Además, si en la anterior parte se demuestra que con la compañía adecuada las penas se llevan mejor, en esta se ve que no hace falta estar físicamente junto a la otra persona para sentirse acompañado.
Las fotografías son preciosas.
Enganchada como siempre a tus relatos y fotografías. Eres una artista completa!! Un besazo
Qué follón tengo, Jo! O mejor dicho, en menudo follón me has metido. No se si quiero que lleguemos a Atenas o que vuelva Robert de Atenas o que siga nuestra Nerea por su cuenta o que Edyglü se haga un lugar por si misma o si... ¡no se lo que quiero!
Pero no es malo, porque esto significa que me he metido en la historia.. ¡y yo quiero saber qué pasa! ;)
Feliz finde, un besazo!
SR. NOCIVO: ya sabes que eres spacial guest en mi cocina; aterrizas cuando quieres o cuando puedes. Siempre serás bien recibido, jajaja
Yo también pensé en dar una nueva oportunidad a estos dos personajes, por eso se me ocurió que el destino debía propiciar un encuentro entre ambos.
Comparto tu idea de que "no hace falta estar físicamente junto a la otra persona para sentirte acompañado"
Besos y gracias, por el piropo hacia mis fotos!
VAN: gracias bella. me encanta que te enganchen mis relatos y disfrutes con ellos!!!
besitos
TRACY: pues, coincidimos. Todas las opciones que apuntas podrían funcionar pero tengo que decidir una de ellas, y no lo sabré hasta que me siente a escribir y consulte al enano que habita en mi cabeza, jajaja
El que alguien mantenga la curiosidad por saber qué ocurrirá en una historia es la droga más efectiva para un escritor; en mi caso aspirante, jajaja
Bueno Jo, que descripción más chula de Estambul combinada con tus fotos. ¿que pasará ahora?
Un abrazo muy fuerte. Lola
LOLA: no lo sé,Lola, pero espero que acabe bien! A ver si puedo escribir esta semana y lo averiguo!
besitos
¡Venga ya! ¿Es ficción? Pues yo me lo estaba tragando, menos mal que me ha dado por leer algunos comentarios. Pues... vaya, se me ha ido mi comentario que tenía en mente al traste, pero bueno, decirte que me ha encantado y que a mí me ha recordado a un libro que estoy leyendo "Nieve en primavera", así se titula. Ojalá algún día lo leas.
Carpe diem!
ANA ANTÓN: no conozco ese libro pero lo busacré!
Todo son relatos de ficción. Hace tiempo que escribí sobre Nerea, y antes sobre Robert. Al encontrar unas fotos de Estambul y teniendo en cuenta que había enviado allí a Nerea se me ocurrió continuar su historia y cruzarla con la de Robert. Quería darles una oportunidad a ambos. No me gusta que sufran mis personajes, para eso está la vida diaria, jajaja
Besitos. Espero no haberte decepcionado!
Cuanto facilita las cosas ir a un lugar desconocido con alguien del lugar, que te enseña eses cosas que normalmente a los turistas se nos escapan.
Besos,
Interesante post, es un placer pasar por tu casa.
feliz semana.
un abrazo.
SANDRA: sobre todo en aquellos lugares en los que la cultura es muy diferente a la tuya!
Besito
RICARDO MIÑANA: gracias y bienvenido. Feliz semana para tí también!
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