5 de noviembre de 2009

PrepARANDO el ACOMPAÑAMIENTO

Marijo Grass


HACE UNOS MESES…


Eulalia— la señora que me vende las verduras en el mercado—, dice que la receta de patatas fritas da para mucho, sobre todo para obligarte a comprar cremas reductoras cuando descubres lo bien que le sientan a tus muslos. Afirma que es muy sencilla. Solo hay que pelar, lavar, trocear y freír en aceite de oliva muy caliente. Y, además, mientras se fríen puedes ir preparando el acompañamiento.

Yo pensaba que las patatas ERAN el acompañamiento; pero bueno, en eso estamos: preparando el acompañamiento, como aconseja el gurú de Schavelzon a los aspirantes a novelista; porque mi querido sherpa, que NO habita en las vertientes altas del Himalaya, acaba de confirmar que, en alguna editorial, están leyendo mi novela.

Bueno, eso de que están leyendo pueden ser imaginaciones mías. De momento lo dejamos en que mi libro puede viajar de una montaña a otra de manuscritos, esperando que la previsión meteorológica anuncie sol radiante para el fin de semana y alguna editora decida adoptarlo para practicar tumbing en la playa, degustando unas deliciosas patatas fritas con esta salsa:

+ tres tazas de diálogos: directos, desternillantes y aderezados con un pellizco de ironía.
+ la misma cantidad de adversidad; para el momento en que confluyen las malas energías y el mundo se desmorona en menos tiempo del que tardas en aplicarte el tinte Excell de L´Oreal; y, si la recibes con humor, la fatalidad no sienta tan mal.
+ dos cucharadas soperas de aventura tropical.
+ una pizca de erotismo.
+ un desenlace romántico.


PD. Quizás el final te ha quedado
"cuento de hadas" pero deja buen sabor; seguramente porque a medida que iba leyendo me lo imaginaba menos dulce, con una especie de llanera solitaria que acaba liquidando a sus hombres; algo así como: “ La asesina de Peter Pan”. El fin de fiesta me parece estupendo— concluía hace unos meses JM: lector profesional.


Querido JM,


Si hay algo que defiendo ahora mismo es un Happy End; o una puerta abierta a la esperanza... Para finales aciagos ya está la vida diaria y, ofrecer aliento, diversión y fantasía puede enseñar a mis lectoras a hacer yoga facial; además, la risa mejora el cutis y adelgaza más que la cura de la sandía.
¿Quién está dispuesto a renunciar a semejante bicoca en los tiempos que corren?
Yo no.



Foto: Marijo Grass


Así que estoy la mar de ilusionada, porque imagino las montañas de manuscritos inéditos que deben sembrar las oficinas de la editorial tan grandiosas como el Himalaya; y enfrentarse al Himalaya debe ser tan agotador como leer toneladas de palabras sin perder el juicio, atiborrándose de “patatas” sin que se agrie la salsa para emitir una valoración que, en el mejor de los casos, invite a nuevos alpinistas a disfrutar de la aventura, y a los que escribimos el mapa de ruta por esta cordillera del Asia Central hollar la cumbre de nuestros sueños consiguiendo un ochomil en Kangchenjunga, como Edurne Pasabán.

Por eso estoy encantada con un sherpa capaz de sortear mi torpeza para llegar a un editor. La primera vez que lo intenté no salí del campamento base en tres meses y, al final, recogí el equipo junto a la socorrida carta de consolación. Pero ahora que ambos hemos decidido cambiar de oficio lo veo todo en technicolor.

YO— Quiero escribir y que me lean…
SHERPA— Yo quiero dedicarme a la interpretación…

¡Estupendo! De repente nos sentimos atraídos por nuestras respectivas agendas, igual que durante el intercambio de cromos en el patio de la escuela.

YO— Vale, hagamos un trueque: directoras editoriales por directoras de casting.
SHERPA— Hecho.

Y, acto seguido, pedimos otra botella de vino para celebrar nuestra asociación.

— ¿Y esas verduritas a la brasa con mojo picón?
— ¡Marchando!



Foto: Marijo Grass


Nos conocimos en esa cena, en un vegetariano en el que servían jamón.

— ¡Qué raros son los vegetarianos de Barcelona!— comenta el Capitán a la encargada del establecimiento.
— ¡Es que todavía hay muchos que no entienden lo de menú para veganos y, como el negocio no anda boyante, hay que hacer alguna concesión!— se justifica la señora.


EL CAPITÁN es un productor musical de éxito que ha organizado el encuentro con el sherpa; asegura que si quiero escalar la montaña editorial debo anotar en mi agenda algún contacto que me ayude en la expedición.

— Ya verás, es todo un personaje. Te va a encantar. Además, él conoce mucha gente; y eso, querida, es fundamental. Yo recibo un centenar de maquetas a la semana. No tenemos tiempo de escuchar con atención tanto material pero, a veces te llama un colega señalando algo que te puede interesar y, ese día, alguien se cuela en tu lista de audiciones y, si es bueno, llegará antes que los demás. La vida es así de injusta pero, sin amigos, cuesta más.

Y en mi cabeza suena el enano que me dicta las historias con mayor intensidad:

— ¿Qué clase de mema va a desperdiciar un buen sherpa en este mundo tan desigual?

En ese momento visualizo la oportunidad, imaginando a la protagonista de mi novela dándose un atracón de patatas deliciosas con un acompañamiento de lo más original.



Foto: Marijo Grass



EN LA ACTUALIDAD…


Mi sherpa se ha perdido en sus montañas favoritas; el lector profesional, a quien le gustó la novela, es ahora editor y, hace unos días, me han solicitado el manuscrito completo en otra editorial a la que envié un par de capítulos. A ver si Murakami va a tener razón en lo de mirar hacia atrás y, hasta los maleantes que me robaron el bolso, con parte de mi segundo trabajo en su interior, les voy a tener que agradecer el gesto porque han provocado un giro en los acontecimientos que me empieza a entusiasmar.

Y yo sigo escribiendo feliz y contenta, preparando el acompañamiento; con un nuevo cuaderno entre manos que se consume a base de letras e imágenes, como el de Paul Klee a los 11 años que recuerda este video, basado en las ideas de George Steiner bajo el título de “El contagio de la imaginación”.