13 de mayo de 2010

ESCAPANDO DE MARGA

PRÓLOGO AQUÍ

Foto: Marijo Grass



Ayer conocí a Mauro: mi nuevo vecino. Trabaja como mensajero en el barrio por la mañana y en un centro de Servicios Sociales de Harlem por la tarde pero, en realidad, es psicoanalista y natural de Buenos Aires. Me invitó a comer una empanada de su tierra y, no sé por qué acabé explicándole mi vida. Mauro asegura que, tanto en los sueños como en la realidad, escapar siempre es una suerte, un indicio de algo favorable sobre futuros acontecimientos. Supongo que por eso estoy aquí: para escapar de ella, y puede que de mí mismo. Me pregunto si por mucho que viajes o huyas puedes escapar de tu pasado; en mi caso enterrar para siempre mi última y bochornosa aparición pública y olvidar a Marga de una vez.


Llevo aquí tres meses y todavía me cuesta creer que todo haya resultado tan… ¿rápido?, ¿fácil?, ¿fluido? No sé si el shock me dejó catatónico y esto es un sueño, o sólo sucede en mi imaginación. Joder, ¡estoy viviendo en Nueva York!, Bueno, en Brooklyn, en un apartamento minúsculo, con una ventana grandiosa, que tiene acceso a un terrado desde el que diviso el Hudson. Un lugar perfecto para estrenar pinceles nuevos. Mi piso del barrio del Carmen era el doble que este y todos mis colegas lo llamaban “el zulo de Marco”. Estoy seguro que a Marga le encantarían las vistas, pero no soportaría vivir en un espacio tan pequeño, ¡no cabrían sus zapatos! Además, a ella le pega más un lugar como Tribeca. En cambio, a Vicente, que no tardará en aterrizar dispuesto a hacer la ruta Marvel, le parecerá la guarida perfecta para un superhéroe; claro que, si me descuido, se instalará aquí para siempre. Vicente es mi colega de toda la vida, pero si no le pongo freno me mata a fiestas y me deja sin un dólar para comer. Nunca le ha importado demasiado lo que ocurrió ayer o lo que pueda suceder mañana. No conozco a nadie que viva más al día que él.





Foto: Marijo Grass


Imaginaba que me costaría más adaptarme, encontrar una madriguera y algún curro extra para subsistir hasta que consiga el adelanto por el próximo álbum, pero no ha sido así. Aquí todo sucede a una velocidad de vértigo, y existen demasiadas cosas que atraen mi atención. Lo único que echo de menos son las tapas, el aceite de oliva y el jamón; y quiero pensar que, al estar tan ocupado y tan lejos, el recuerdo de Marga se difumina en mi memoria a paso de King Kong.





Foto: Marijo Grass


Ahora mismo me da la sensación de que sólo existe entintada sobre un papel de 150 gramos. Y eso que hace nada vivía con ella, me comía la cabeza por ella, y a punto estuve de enviarlo todo al carajo y romper mi contrato con la editorial para no tener que dibujarla más. ¿En qué estaría pensando? Cada vez que me acuerdo de mi salida por patas del Salón, en mitad de la promoción, rodeado de seguidores que aguantaban una cola del 15 para que les estampara un autógrafo, me dan ganas de darme cabezazos contra la pared. Aquello sólo fue una demostración de su talante de villana.





Foto: Marijo Grass


Marga es como la mutante Jean Grey: dejó de ser la Chica Maravillosa para sucumbir a su lado oscuro, descender a los infiernos y convertirse en la todopoderosa Fénix; también utiliza sus poderes leyendo pensamientos de otros y proyectando los suyos para influir en sus decisiones. Creo que me tenía atrapado en su red. Nadie ha podido anticipar mis respuestas como ella, ni saber qué cojones pasa por mi cabeza. ¡Es la ostia! De todas formas tengo que reconocer que, si exceptuamos los últimos tiempos y su rollo con el director de la película, nuestra historia fue guay y, además, no recuerdo haberme colgado de una tía de esa forma en la vida, así que tiene su mérito. En el fondo me gustaba que me conociera tan bien; eso incrementaba nuestra complicidad. Mi madre dice que no olvide la experiencia, que me ayudará a madurar, y si sufro por una tía seré capaz de ponerme en su lugar cuando el verdugo sea yo. Lo que pasa es que a ella no le gustaba Marga. Siempre dijo que era demasiado pija y controladora. Yo creo que no conectó con ella desde que le preparó unas lentejas con chorizo y panceta. Marga sólo se comió el cebollino que adornaba el plato. A mi madre también debió joderle que despreciaran su cocina casera, pero ya le había dicho que mi novia era muy estricta con su alimentación, y que triunfaría dándole brotes verdes aliñados con soja, pero no hizo ni puto caso. Ella cree que un plato de cuchara es lo más, y Marga nunca ha estado dispuesta a echar por la borda sus esfuerzos en el gimnasio, ni siquiera por agradar a su suegra, bueno, ex suegra.





Foto: Marijo Grass



La verdad es que me sentaba bien quererla; me inspiraba mucho y me cundía el tiempo dibujando, hasta que se convirtió en Fénix y me rompió el corazón. Las tías creen que nosotros no sufrimos cuando nos rompen el corazón y ahora puedo asegurar que no es cierto. Vicente evita a toda costa que las tías le gusten de verdad, y no es porque sea un capullo, aunque a veces parezca el mismo descerebrado que a los 12 años. En realidad, le aterroriza que alguna le robe el corazón. En lo único que le doy la razón es que la derrota, la rabia y el abandono pueden resultar creativos, si sabes canalizarlo de alguna forma. Ahora sólo se me ocurren personajes como el de Jean Grey, por eso tengo que imaginar otra protagonista, que me inspire y me devuelva la ilusión por el trabajo; tampoco me importaría enamorarme otra vez, aunque eso es algo que no se puede planear, sencillamente sucede, y te hace vulnerable pero sienta bien, mientras dura, luego es un infierno, cuando se pasan al lado oscuro y se convierten en villanas, o pretenden cambiar tu vida, o no respetan tu trabajo, o se lían con otro y todo el mundo se entera antes que tú.





Jean Grey/Fénix. Personaje original: Stan Lee/Jack Kirby


Marga también es pelirroja y perdió a su tortuga atropellada frente a sus narices a los 10 años. Vale que Jean Grey perdió a su mejor amiga: Annie Richardson, pero el efecto traumático debió ser parecido porque, en el tiempo que conviví con ella, la tortuga estuvo presente en nuestras conversaciones un centenar de veces. Me enseñaba fotos del bicho cada dos por tres a ver si me inspiraba un personaje y le proporcionaba la inmortalidad sobre el papel; sólo que yo preferí dibujarla a ella y convertirla en mi heroína. Las tortugas nunca han llamado mi atención; además, Peter Laird y Kevin Eastman ya habían convertido en éxito mundial a las tortugas Ninja, así que no tenía sentido que yo dibujara una porque todo el mundo haría la comparación, y las Ninja son muy grandes. A mí me molaban un huevo de pequeño.





Kevin Eastman and Peter Laird. Volumen original. 1984


Mi salida atropellada del Salón del Cómic, dejando a mis seguidores sin autógrafo, fue un acto cobarde por mi parte y muy mezquino por el de ella. ¿Cómo se le ocurre aparecer por allí…¡con ese tiparraco! Si quería joderme lo consiguió. Mi editor está que trina porque desperdicié uno de los eventos más importantes para la promoción del álbum, pero no pude evitarlo. Me dijo que era una reacción de amante despechada, y que a los tíos no nos pasaban esas cosas, y menos a los dibujantes de tebeos. Cuando se lo expliqué a Vicente soltó una carcajada y a continuación me llamó ¡NENAZA!, por eso me puse a hacer las maletas y él se quedó de nuevo con mi apartamento. ¡Qué cabrón! Pero es que aquello resultó muy desagradable. Vale, me comporté como un imbécil. Tenía que haberla ignorado por completo y dedicarme a los fans, pero aquella entrada de musa me robó la concentración.


Si aquél niño no hubiera estornudado yo no habría levantado la cabeza, y ni siquiera la hubiera visto pero, allí estaba, sonriendo como una idiota mientras el puto director despachaba con alguien frente a ella.





Foto: Marijo Grass


La vi muy guapa, demasiado delgada quizás y, ¡llevaba el tatuaje! Me estuvo dando la lata durante meses para que le hiciera el dibujo, y nunca se decidía porque ¡le acojonaban las agujas! Y por fin lo tenía, rozando su piel todo el tiempo y hasta el fin de sus días. ¿Por qué lo había hecho ahora que no estábamos juntos? Supongo que eso me sorprendió, me fastidió, no sé. No supe cómo interpretarlo. ¿Acaso era un recuerdo de nuestra relación? De repente se giró y nuestras miradas se encontraron en medio de un mar de gente; entonces se congelaron todos y empezó a sonar nuestra canción. Esa versión de SHE: la que hizo Elvis Costello para una película de Julia Roberts y el guaperas inglés que tanto le gustaba. Y lo que a mí me gustaba es que la ponía muy tierna. Cada vez que sonaba le entraba una especie de arrebato amoroso y acabábamos follando hasta el amanecer. Esta vez el arrebato lo sufrí yo.









Me quedé paralizado mirándola y ella me regaló la misma sonrisa con la que sucumbí a sus encantos. Empezó a caminar hacia mí a cámara lenta, con su melena rojiza cayendo sobre sus hombros, y esa mirada suya capaz de amilanar un tigre. Por un instante creí que aquello era real, que venía a regalarme un beso de película, a decirme que le encantaba ser la chica del álbum, y que deseaba que siguiéramos con lo nuestro, pero justo en el instante en que se acercaba a mi mesa apareció el cabrón tras ella, la abrazó y acto seguido le pegó un morreo baboso que me dio ganas de vomitar allí mismo, sobre mi puto álbum. Menos mal que pasó Marta disfrazada, dirigiéndose al stand de Star Wars y consiguió que regresara a la realidad. Fue entonces, que aproveché la confusión para largarme, dejando colgados a todos los que estaban frente a mí.





Foto: Marijo Grass


La escena continúa apareciendo en mis sueños como la peor de las pesadillas, pero cada vez contiene menos detalles, incluso ella ha dejado de ser ella. Ahora sólo es un personaje, tiene dos dimensiones. Ya no es real. Mi realidad es otra. Todos los días atravieso el puente de Brooklyn en bicicleta hasta Times Square. Tiene gracia porque recuerdo el empeño de Vicente en que me deshiciera de ella tirando aquí algo suyo, para emular al Duende cuando lanza a Gwen; y ahora que curro disfrazado de Spiderman, entreteniendo a los niños en el Toy´s “R” Us, no se me ocurre salvarla. Sólo deseo que el Hudson se lleve mi pesadilla de una vez.





Foto: Marijo Grass


CONTINUARÁ

Este relato está dedicado al Sr. Nocivo, a quien debo agradecerle un premio, y también que me sugiriera seguir dando vida a estos personajes.







Todos los lectores de este blog se lo merecen, así que espero verlo en vuestra vitrina en breve.